La partida del querido maestro norteamericano Jerry Cooney

La historiografía es el estudio y la valoración crítica de los escritos sobre historia y de sus fuentes. Hace un análisis valorativo de la bibliografía referente a los procesos históricos. Es la evaluación de su consistencia y veracidad como soporte e interpretación de hechos y procesos.

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Es el estudio de los textos históricos y de las fuentes primarias y secundarias de la historia. El estudio de las fuentes secundarias comprende los análisis hermenéutico, lingüístico y cronológico de textos elaborados sobre un tema histórico específico.

La historiografía tiene en cuenta las corrientes de pensamiento vigentes en la época en que se escribe cada obra y que pueden influir en ella. Es decir, toma en consideración los presupuestos ideológicos.

El acervo historiográfico es obra de historiadores que han dedicado valioso tiempo a la investigación y al análisis de los procesos.

La historiografía paraguaya no es solamente el estudio de la historia del Paraguay escrita por los paraguayos, sino también de la escrita por quienes la han sentido como propia.

En la Universidad de Montevideo, cada dos años se reúne un grupo de investigadores cuyo objeto de estudio es el Paraguay. Este encuentro incluye también a estudiosos de la literatura paraguaya. Sus estudios están recogidos en varios tomos de trabajos sobre el Paraguay. La intención que los animó a organizar estos encuentros fue generar enlaces académicos con estudiosos y profesores paraguayos y llenar las lagunas existentes en este campo de estudio fomentando el análisis desde la mirada social, pues, hasta mediados del siglo XX, nuestra historiografía hizo mucho énfasis en la historia enfocada desde la perspectiva del poder: narración de conflictos bélicos, historia diplomática, hagiografías de gobernantes, etc. Estaban excluidas la economía, la sociedad, la cultura, las mentalidades y la vida cotidiana, con algunas excepciones, como Carlos Antonio López, obrero máximo (1948), de Juan Francisco Pérez Acosta, entre otras.

El profesor Thomas Whigham, de la Universidad de Georgia, Estados Unidos, dictó en 1999 una conferencia en el Centro Cultural Paraguayo Americano sobre la contribución norteamericana a la historiografía del Paraguay. Dijo entonces que «existe una cierta ventaja en ser extranjero, porque este [el extranjero] puede ver de lejos una sociedad y las inquietudes de una nación desde una óptica desinteresada». «Y por eso mismo el papel del extranjero en la historiografía es importante». Citó algunos casos, como el de Gibbon y La caída del Imperio Romano, el de Prescott y La historia de la conquista de México o el de Alexis de Tocqueville y La democracia en América. Todas obras clásicas de gran vigencia.

¿Quién puede olvidar la obra de los hermanos Robertson, de Wisner de Morgensten, de Rengger, de Longchamp, de Demersay, de Rafael Barrett, de Josefina Plá, de Branislava Susnik?

Es copiosa la lista de extranjeros que escribieron y siguen escribiendo sobre el Paraguay. En la actualidad somos objeto de estudio de eminentes investigadores por el surgimiento de los estudios científicos sobre el Paraguay que comenzó después de la Segunda Guerra Mundial. Estados Unidos dejó de ser una potencia hemisférica y se convirtió en un poder global, con intereses políticos en regiones muy alejadas de Norteamérica. Como parte de la expansión universitaria posterior a 1945, interesantísimos estudios pretendieron por primera vez estudiar al Paraguay en forma específicamente científica. En los años sesenta, en el marco de la Alianza para el Progreso y la guerra fría, las universidades norteamericanas impulsaron el desarrollo del campo de los estudios latinoamericanos, señaló entonces el profesor Whigham.

No podemos obviar obras del siglo XIX como las de Edward A. Hopkins. A los 22 años, sus actuaciones demostraban su mucha juventud. Nombrado encargado especial en la República del Paraguay por el presidente de Estados Unidos, recibió una cordial bienvenida de Carlos Antonio López, que le concedió varios privilegios de carácter empresarial. Sus escritos y artículos en revistas norteamericanas saltan de un extremo a otro. Los primeros artículos que Hopkins escribió sobre el Paraguay tenían una función propagandística y eran muy favorables. Hablaba del Paraguay como de uno de los países más progresistas del nuevo mundo. Posteriormente, habla del régimen lopista como una tiranía sin igual en la tierra. A pesar del cambio brusco de apreciación, los artículos de Hopkins tienen cierto valor histórico por sus anécdotas, no solo de la época de Carlos Antonio, sino también de la del Doctor Francia. Sus informaciones son importantes, y sobre todo lo son sus comentarios sobre la realidad política del Paraguay.

Thomas Jefferson Page, capitán del famoso barco Waterwitch, cumplía órdenes del Departamento de la Armada norteamericana de hacer un análisis hidrográfico de los ríos interiores de Sudamérica para integrarlos a las cartas hidrográficas. Su libro El Río de la Plata, la Confederación Argentina y el Paraguay (editado en español en el 2006 con un estudio preliminar de Ricardo Caballero Aquino y Lorenzo Livieres) es un gran aporte.

Muchos acusan a Carlos Washburn, ministro norteamericano en Asunción en el periodo de Francisco Solano López, de haber intervenido en la política interna del país. También en Washington fue bastante controvertido, decidió defenderse de la crítica y lo hizo con sus memorias, publicadas en Boston en 1870 en dos volúmenes con el título History of Paraguay. A fines del siglo XIX se publicaron las traducciones de esta obra. Fue el más controvertido de estos clásicos. El primer volumen es más bien una guía de la historia del Paraguay; el segundo es interesante: es una defensa de sus actuaciones y una toma de posición negativa hacia el Mariscal López y su gobierno. No tiene la imparcialidad de Page.

También está el general Mac Mahon y su obra, publicada por Harper´s Magazine en 1869-1870. Fue el sucesor de Washburn en Asunción. Había ganado la medalla más alta en la guerra de secesión. Fue el único diplomático extranjero en Paraguay que acompañó al Mariscal López en su repliegue a Piribebuy.

Lo que tienen todos estos escritores en común es su presencia aquí en el Paraguay y su participación en los acontecimientos. No eran historiadores profesionales ni académicos porque no tuvieron formación académica, pero fueron relatores testigos. No tenían acceso a archivos, pero se nota en sus estudios un sentido dinámico, lo cual pocas veces se ve en obras históricas escritas.

Hubo otros aportes valiosos, como Una amazona (A Woman Horseback), de William Barret, que trata de Madame Lynch y su participación en la Guerra Grande, pieza de historiografía sobre el Paraguay con carga romántica y novelesca. Hasta aquí no había una idea de buscar la realidad paraguaya en documentos originales ni de tratar a la historia paraguaya en forma científica. Sin embargo, la obra, publicada en 1927, Origins of Paraguayan World, de un británico que estudió en los Estados Unidos, se erigió en importante fuente, que utilizó Efraím Cardozo para su obra Vísperas de la guerra del Paraguay.

Harris G. Warren escribió en 1949. Tiene la fama de ser el padre de los estudios sobre el Paraguay. Warren era profesional, con cargo académico en la Universidad de Mississipi y después en Miami. Dio una visión panorámica de la historia paraguaya desde sus comienzos hasta la etapa de Morínigo. En detalles y claridad, no ha sido superado. Tuvo una historia interesante como miembro del ejército en la Segunda Guerra Mundial. En 1908 fue miembro de la embajada aquí en Paraguay. En 1985 murió, no antes de haber terminado dos tomos clave sobre la historia del Paraguay. Estas obras hoy están traducidas y son fuentes esenciales de la historiografía paraguaya. Por supuesto que la lista sigue con los aportes norteamericanos, pero queremos dar lugar y rendir un profundo homenaje de reconocimiento al profesor Jerry Cooney y su gran contribución a nuestra historia con su obra Economía y sociedad en la Intendencia del Paraguay y, en coautoría con Thomas Whigham, sus grandes aportes sobre las etapas francista y lopista. También le debemos una Guía de documentación paraguaya en Estados Unidos y una bibliografía sobre inmigración paraguaya, esclavitud colonial, educación, asuntos marítimos y otros.

Señala el profesor Whigham sobre la obra de Jerry Cooney que «la era borbónica ofreció al Paraguay la posibilidad de alcanzar una prosperidad anteriormente reservada a las áreas más modernas del imperio español. Sin embargo, la historiografía tiende a presentar aquel periodo como un simple preludio de los gobiernos de Francia y López».

«Cooney», prosigue Thomas Wigham, «ve las cosas de otra manera. Considera que la era borbónica o, más precisamente, la lucha del Paraguay por su autonomía en 1810 y 1811, merece un estudio histórico específico. En cierto sentido, su postura coincide con la de Efraím Cardozo y Rafael Eladio Velázquez, los dos historiadores paraguayos que dedicaron una particular atención a ese periodo. Pero quizás Cooney vaya más allá que sus predecesores en lo relativo a las conexiones de dicho periodo con un contexto más amplio. En nuestros días, es frecuente hablar de fenómenos globales, como si los debates sobre la política económica en Pekín incidieran inevitablemente en la economía de Dinamarca o Madagascar. En el Paraguay, sin embargo, la mayoría de los historiadores aún centran sus investigaciones en la dimensión nacional, donde dominan el escenario las figuras del Doctor Francia y de los López.

»Pero Cooney no limita su análisis a la consideración de los tradicionales círculos de poder de Asunción, pues se ocupa también de las cortes de Madrid y de Lisboa, de los gabinetes de Buenos Aires y de Londres, y de los ranchos de paja de San Pedro y de Caacupé. Es un enfoque ambicioso y que, al realizar su propósito de ofrecer una visión de conjunto, termina por demostrar el carácter único del Paraguay de una manera que la mayoría de los historiadores locales no ha tomado en debida cuenta. Simplificando, la mayoría de esos historiadores ha afirmado que el cambio político del Paraguay fue mayormente una consecuencia de acontecimientos europeos, como si el cautiverio de Fernando VII hubiese provocado una transformación inexorable para los pueblos del Nuevo Mundo. El estudio de Cooney revela, sin embargo, que los paraguayos fueron los actores principales en la definición de su propio destino, y que los habitantes de la provincia tuvieron dirigentes comparables a Bolívar y San Martín; tenían también intereses a los que no estaban dispuestos a renunciar. Su lucha, para usar una expresión de Roa Bastos, fue un trueno entre las hojas, y no el mero eco de una tempestad originada en París o en Buenos Aires. Fue por este motivo que el gobernador Bernardo de Velasco tuvo tan pocas dificultades para organizar un ejército a fin de enfrentar las pretensiones de los porteños; y por el mismo motivo, quienes sucedieron a Velasco en el poder pudieron crear un Estado paraguayo autónomo en tan poco tiempo».

Jerry Cooney asistía a los encuentros de Montevideo desplegando sus cualidades de, en el más noble y completo sentido de la palabra, maestro, y siempre con esa sencillez y con esa humildad que caracterizan a los mismos. Gracias, profesor Cooney, por su gran aporte a la historiografía paraguaya.

beagbosio@gmail.com

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