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2018 ha sido generoso en viñetas. Hemos descubierto nuevos talentos y disfrutado de algunos de los grandes nombres del cómic actual después de varios años sin noticias suyas. Sin orden de preferencia, les dejamos con una selección que no entiende de géneros, nacionalidades ni jerarquía alguna. Estos son diez de los cómics que más nos han gustado en el año que acabamos de despedir:
Lo que más me gusta son los monstruos (Reservoir Books)
Desde su estruendosa irrupción, todos sabíamos que este sería el año de Emil Ferris (Chicago, 1962) y sus monstruos. Su cómic fue el gran triunfador del curso pasado en Estados Unidos y su publicación en español se esperaba como todo un acontecimiento. La autora ha facturado una obra inclasificable en la que bolígrafo, lápices de colores y rotulador recrean en hojas pautadas de cuaderno un cuento grotesco, habitado por niñas que quieren ser monstruos, jóvenes pandilleros, madres sobreprotectoras, mujeres asesinadas y un espeluznante vecindario lleno de secretos. Detrás de todo ello, se despliega un monumental ejercicio simbólico acerca del crecimiento personal y la supervivencia, relato turbador y heterodoxo que combina su ritmo hipnótico con un talento gráfico desatado. Lo que más me gusta son los monstruos es un cómic que no puede dejar indiferente a nadie.
Pantera (Astiberri)
Como toda su producción, este último trabajo de Brecht Evens (Hasselt, Bélgica, 1986), uno de los talentos jóvenes europeos más descollantes, deslumbra con las veladuras y superposiciones de su estilo gráfico, a medio camino entre la ilustración infantil y el pictoricismo. Aunque en un primer momento parece la típica historia de crecimiento, el viaje del niño hacia los escollos de la vida, pronto nos empiezan a abrumar la sobreabundancia de texto y la verbosidad de los personajes, enredados en una incongruente cháchara que no parece tener fin. Y a medida que las páginas se van llenando de los amigos imaginarios de Christine, la niña protagonista de la historia, empezamos a sospechar que el cómic de Evens no es un amable cuento infantil con moraleja, sino una de aquellas terribles pesadillas que de niños nos despertaban en medio de la noche, sin que nunca adivináramos de dónde venían, ni si iban a regresar al día siguiente.
The Black Holes (Reservoir Books)
Desde su primera, maravillosa imagen crepuscular de una heroína romántica que vaga por un bosque persiguiendo un gemido, The Black Holes envuelve al lector con un empleo brillante del claroscuro y la exquisita línea que Borja González (Badajoz, 1982) emplea en el diseño de sus estilizados y misteriosos personajes: mujeres que, pese a no tener rostro, son capaces de expresar deseos, emociones y miedo con su gestualidad y sus acciones. Sus protagonistas se mueven por las viñetas como figuras de aire, como fantasmas de un tiempo y una geografía soñados. Y, sin embargo, la historia discurre a ras de suelo y nos conecta a realidades que nos resultan familiares por sus variadas referencias culturales: a la poesía del siglo XIX, al simbolismo, a la narrativa gótica; pero también a la recuperación de esas referencias por la juventud actual gracias al punk, al terror de serie B, al movimiento gótico adolescente o a la cultura pop. La trama discurre entre 1856 y 2016 y las intuiciones, presagios y sensaciones compartidas de sus personajes femeninos se entretejen y tienden una red simbólica de vasos comunicantes entre esos dos periodos históricos. Este cómic nos regala algunas de las viñetas más bellas que hemos visto últimamente. Un trabajo lleno de tonalidades y virtudes que se lee como un nocturno de José Asunción Silva, un cuento de Allan Poe, un poema de Rimbaud o una canción de Suicide.
Martha y Alan (Salamandra Graphic)
Emmanuel Guibert (París, 1964) continúa su reconstrucción de la biografía de Alan Ingram Cope a partir de la voz del propio protagonista. Recuerden que (como se ha encargado de contarnos el propio Guibert) Alan fue aquel excombatiente norteamericano con el que el autor entabló amistad en la isla de Ré y cuya historia decidió desgranar en forma de cómic. Si el primer volumen, La guerra de Alan, se acercaba a la experiencia bélica del personaje en la Segunda Guerra Mundial, y La infancia de Alan a sus recuerdos de niñez, Martha y Alan relata un acontecimiento más puntual de su biografía: la historia de su primer amor, Martha Marschall, episodio humilde pero cargado de melancolía, una de esas experiencias íntimas que nos ayudan a crecer como personas y nos enseñan a tomar decisiones. El realismo fotográfico de Guibert y sus grandes viñetas a doble página aportan veracidad y nostalgia a un cómic que se lee con la emoción a flor de piel.
Picasso en la Guerra Civil (Norma Editorial)
Empieza a ser costumbre incluir a Daniel Torres (Valencia, 1958) entre lo mejor del año. Su nuevo cómic obliga a ello. No se trata ya de que su dibujo, su capacidad para el detalle y su variedad de registros estilísticos, le sitúe entre los grandes dibujantes de cómic contemporáneo, sino de que su audacia y talento como contador de historias tampoco parecen tener límites. Picasso en la Guerra Civil plantea un juego de espejos que confunde historia y ficción en un divertido ejercicio de narración especulativa: ¿Y si el padre de Daniel Torres hubiera dibujado cómics en los años 50? ¿y si Picasso le hubiera encargado su biografía en viñetas? ¿y si Picasso hubiera participado en la Guerra Civil y lo hubiera contado? Estas hipótesis ficcionales encadenadas están en la base argumental de una novela gráfica que se construye a partir de su estructura concéntrica de metarrelatos: un juego de cajas chinas en el que cada línea narrativa esconde un nuevo cómic en su interior, cada uno con su propio estilo gráfico. La historia del dibujante Francisco Torres es el marco del relato biográfico de Picasso en la Guerra Civil; este, a su vez, esconde el cómic de propaganda antifranquista Sueños y mentiras de Franco; y todos ellos se cuentan desde los recuerdos que el autor, un tal Daniel Torres, conserva de su padre dibujante. Con su cómic de cómics, Torres hace un homenaje a la historia del medio: a los pioneros, a Eisner y sus páginas-viñeta, a la línea clara franco-belga, etc., pero sobre todo demuestra que el lenguaje comicográfico no tiene límites.
Nieve en los bolsillos. Alemania 1963 (Norma Editorial)
Recuperando la senda temática y estilística que más éxito le ha reportado en los últimos años (esta vez en solitario), Kim reivindica, en un nuevo ejercicio de memoria histórica, la figura de los emigrantes españoles que, en los años 60, tuvieron que hacer las maletas para labrarse un provenir. A veces se nos olvida (cuando se trata de construir discursos del miedo, la amnesia es siempre una excelente materia prima) que España fue por mucho tiempo tierra de emigración: miles de españoles se lanzaron a una aventura incierta sin más equipaje que la esperanza de hacerse un futuro que en tierra propia se intuía tenebroso. Kim (Joaquín Aubert Puig-Arnau, Barcelona, 1941) toma experiencias que vivió en piel propia durante sus años de estancia en Alemania para construir un relato tragicómico que descubre lo peor y lo mejor del ser humano. Sus andanzas migratorias, contadas a un ritmo vivísimo, se alimentan de los sueños, decepciones y penurias que trae aparejadas toda huida hacia adelante. Es la carrera ingrata del emigrante que abandona su hogar, no por gusto, sino por instinto de supervivencia. Honestidad pura.
Berlín, ciudad de luz (Astiberri)
Después de Berlín, ciudad de piedras y Berlín, ciudad de humo, se cierra la trilogía que Jason Lutes (Nueva Jersey, Estados Unidos, 1967) ha tardado veintidós años en completar con Berlín, ciudad de luz. Los tres volúmenes de Berlín rellenan el hueco entre el final de la Primera Guerra Mundial y los albores del apocalipsis hitleriano. Son los años de la República de Weimar, un tiempo en el que se empiezan a consolidar en el inconsciente colectivo alemán pensamientos cargados de intransigencia y supremacismo racial. En esta epopeya, Lutes rastrea el lento despertar de la Alemania herida y su transformación en hidra desencadenada, sin estridencias ni subrayados violentos, desde el costumbrismo histórico (urbano, en este caso) que facilita el género narrativo de las vidas cruzadas y con una galería de personajes de toda condición (ideológica, social, cultural y religiosa) cuyas vidas terminan por entretejerse en una serie de episodios anticipatorios de la deriva prebélica de un país que, poco a poco, va dejándose atrapar por la telaraña ideológica del nacionalsocialismo. Lutes recurre a una línea clara realista que, desde sus inicios en el primer tomo de Berlín, va ganando consistencia y fluidez. La rigidez inicial de algunas de las primeras secuencias cede paso a un dibujo más fluido y un empleo cada vez más insistente del claroscuro (eficaz para la construcción del creciente tono sombrío de la obra). A cada página, la lectura de Berlín, ciudad de luz (la paradoja del título completo se revela en toda su magnitud a lo largo de esta tercera entrega) se vuelve más densa; las relaciones entre sus personajes, más dramáticas y dolidas; y la atmósfera se presiente más irrespirable. El final abierto, no obstante, deja un resquicio a la esperanza de un presente reconstruido e invita a no repetir los errores del pasado.
March (Norma Editorial)
Un cómic sobrecogedor. El dibujante Nate Powell (Arkansas, 1978) y el asesor político Andrew Aydin (Atlanta, 1983) dan forma a la voz y la memoria de John Lewis, único sobreviviente de los «Seis Grandes» (Philip Randolph, Martin Luther King Jr., Roy Wilkins, Jim Farmer y Whitney Young), los hombres que pusieron rostro a la lucha por los derechos civiles y el fin de la segregación racial en Estados Unidos en los años 60. March describe acontecimientos fundamentales del siglo XX, como la Marcha sobre Washington por el trabajo y la libertad de 1963, y arroja luz sobre uno de los hechos más vergonzantes de la historia reciente de las democracias liberales: la segregación racial en Estados Unidos. Lewis fue uno de los miembros fundadores y posterior presidente de la SNCC (Comité Coordinador Estudiantil No Violento), uno de los movimientos que más trabajó por el final del racismo social y político en Estados Unidos. El cómic se acerca a los hechos históricos sin remilgos, desde la memoria de este testigo de primera mano. El lector asiste espantado al teatro de deshumanización que durante décadas celebraron los estados del sur de Estados Unidos. Somos testigos de las matanzas y atrocidades cometidas por los ciudadanos de ciudades como Nashville, Liberty o Birmingham contra sus conciudadanos negros ante el silencio cómplice de la clase dirigente del resto del país. Y asistimos, finalmente, al triunfo de la razón. Este libro es una piedra más en esa batalla.
La tierra de los hijos (Salamandra Graphic)
El mismo Gipi de siempre, ese que dibuja como nadie con trazo nervioso y quebradizo, ese que crea atmósferas bellísimas con una línea tan fina que parece transparente, vuelve más apocalíptico y desesperanzado que nunca. Su relato para después de un fin del mundo dibuja personajes animalizados y escenarios de pesadilla. Llevando al límite aquella máxima cánida hobbesiana, Gipi (Gianni Pacinotti, Pisa, Italia, 1963) se instala en un género que goza de popularidad inusitada en estos tiempos de augurios aciagos con naturalidad, sin especulaciones ni explicaciones innecesarias, como quien pone la cámara a grabar un día cualquiera en la vida de una familia cualquiera. Así, a partir de las elipsis que naturalizan el relato desde sus primeras páginas, La tierra de los hijos nos permite echar un vistazo a las muchas posibilidades de un futuro peor. Los escenarios postapocalípticos que plantea van de lo malo a lo pavoroso con un sentido de la normalidad que espanta; todo desde ese realismo áspero e incómodo que ha hecho de Gipi uno de los grandes nombres del cómic mundial. El Gipi de La tierra de los hijos se parece más al de Apuntes para una historia de guerra (aunque más tenebroso, más nihilista y menos simbólico) que al autobiográfico e intimista de sus obras recientes, pero sigue manteniendo esa línea desesperanzada que recorre casi toda su narrativa. Y, sobre todo, sigue demostrando que cada obra que publica es un acontecimiento para el medio.
¡Universo! (Astiberri)
En los últimos tiempos se han publicado pocos cómics más divertidos que ¡Universo!, que llega al papel ya con numerosos premios y una exitosa trayectoria online en la plataforma Panel Syndicate. La imaginación de Albert Monteys (Barcelona, 1971) y su talento visual desbordan cualquier límite espacio-temporal. ¡Universo! renueva el género de la ciencia ficción desde dentro con un humor cargado de inteligencia y recursos técnicos. El imaginario futurista de Monteys abarca desde una hilarante génesis del universo (uno de los relatos breves de ciencia ficción más brillantes que hemos leído) hasta un repertorio completo de posibilidades robóticas, viajes interestelares y vida interplanetaria. Su habilidad gráfica se despliega en la creación visual de un escenario tan lleno de ideas, ingenios tecnológicos y hallazgos conceptuales que, literalmente, y como indica el título, podemos afirmar que ha engendrado su propio universo comicográfico. Deslumbrante.
*Para leer más de Rubén Varillas, recomendamos su libro La Arquitectura de las Viñetas. Texto y discurso en el cómic (Viaje a Bizancio Ediciones, 2016, 450 pp.), texto clave para el análisis narratológico de la historieta, y su blog https://littlenemoskat.blogspot.com/
rubenvf@gmail.com