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Esta planta anda bien en climas cálidos y no tiene muchos requerimientos de agua, ya que se desarrolla adecuadamente con 500 milímetros de lluvia durante el periodo vegetativo, es decir, unos cinco meses.
Cuando se establece un cultivo con miras a la comercialización, se deben seleccionar las plantas que tienen los cálices de color más oscuro, porque tendrán mayor rendimiento en la coloración de los productos utilizados. Las semillas se secan a la sombra y se guardan hasta la siembra. El poder germinativo de las mismas se mantiene alto durante el almacenamiento, llegando a un 90% aquellas almacenadas por 10 meses. La siembra puede hacerse en almácigos o en forma directa. Esta última alternativa se elige cuando no hay abundancia de semillas, teniendo en cuenta que la rosella aguanta muy bien el trasplante, el cual se debe realizar cuando la plántula alcanza unos 15 ó 20 centímetros de altura; con mayor tamaño, se corre el riesgo de que baje la productividad.
La siembra directa se realiza poniendo unas 4 semillas en cada hoyo; en estos casos, la germinación es rápida, la cual se produce a los 3 días. La distancia entre plantas, de acuerdo a lo que he visto en el campo, es recomendable hacerlo en cuadrados de 1 metro de distancia entre planta e hilera.
Una vez que las plantas han alcanzado un desarrollo superior a los 30 centímetros, es recomendable hacer un raleo. Esto disminuye la competencia y permite hacer una selección prematura de las plantas con mayor vigor y producción.
Algunos agricultores realizan un trabajo combinado de la rosella con el maíz, para tener un mejor rendimiento de la parcela y evitar la producción excesiva de malezas. Recordemos que el ciclo vegetativo de la rosella es de unos 5 meses, con lo cual se da la oportunidad de combinarla con otros cultivos de ciclos más largos. Si bien resiste las sequías, debemos tener en cuenta que oportunamente es necesario brindarle agua por medio de riego, para asegurar una mayor producción y mejor calidad de los cálices.
La cosecha se realiza en forma manual con una herramienta cortante bien afilada, para no desgarrar el fruto. Se debe tener en cuenta el destino de comercialización que tenga. Si se entregan para consumo en fresco es recomendable ponerlos en una canasta, para que mantengan su frescura y no se machuquen las puntas.
Si se van a destinar a la producción en seco, se desprenden las hojas, con corte realizado en la parte basal, de tal forma que permita el desprendimiento total del cáliz y deje sólo el capullo de las semillas. De esta forma, las hojas son más fáciles de extender al sol para su secado, el cual se completa cuando estas sólo tienen 12% de humedad. Esto es importante de tener en cuenta para evitar la formación de hongos durante el almacenamiento.
El mercado de hojas secas es muy grande, ya que gran parte del comercio internacional las compra de esta forma para elaborar diferentes productos, entre ellos los destinados al té.
Con el cáliz de la rosella se pueden preparar muy fácilmente jugos en la licuadora, mermeladas, helados y postres que requieran un sabor ácido, parecido al que se obtiene cuando se usa la frutilla.
Una receta fácil es tomar 250 gramos de rosella, un litro y medio de agua, licuar, verterlo en una cacerola, poner un kilo de azúcar y llevar al fuego hasta que se espese; tener cuidado en este punto, ya que cuando se enfría se endurece con facilidad.
También se puede suprimir el azúcar, usar el ka'a he'e como endulzante y espesar con gelatina sin sabor.
Una de las grandes propiedades medicinales de la rosella es su poder de dilatación de los vasos sanguíneos, ayudando a bajar la presión; es un buen diurético, con abundante cantidad de vitamina C. Su color es muy utilizado en la preparación de otros productos que requieren características naturales, sin recurrir a colorantes artificiales.
La rosella tiene buen mercado, es una alternativa para el pequeño productor.
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