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Cada 24 de febrero, a partir de 1974, se celebra el Día de la Mujer Paraguaya, en alusión a la Primera Asamblea de Mujeres Americanas, en la Plaza de Mayo, de Asunción, en 1867. En esta reunión participaron mujeres de la capital y el interior: las Residentas, quienes, de común acuerdo, resolvieron reunir sus joyas y donarlas para los gastos de la guerra.
El aporte de las mismas fue extraordinario: cultivaron la tierra para el envío de alimentos o la subsistencia de sus hijos, curaron heridas o tejieron para la indumentaria. También llegaron a empuñar fusiles, a la par que los hombres en el campo de batalla, en defensa de la soberanía nacional.
En homenaje a todas ellas, la Dra. Idalia Flores de Zarza, historiadora nacional, propuso declarar esa fecha como el Día de la Mujer Paraguaya. La secundó la congresista Carmen Casco de Lara Castro, quien presentó el proyecto de ley en la Cámara de Diputados, en 1974. En diciembre de ese mismo año fue proclamada por ambas Cámaras del Congreso y, poco después, se promulgó el decreto.
A partir de entonces comienza la controversia. Para iluminarnos acerca del tema, recurrimos a la Dra. en Historia, Margarita Miró Ibars.
Las joyas, explica, antes de que los aliados ocuparan Asunción y todas las otras comunidades, posiblemente hayan ido a las arcas del Estado, porque hay información de todo ese aporte que hacían tanto las mujeres como los hombres mayores que quedaban a cultivar la chacra y elaborar cigarros, chiripás, chalecos de fibra de caraguatá, tejidos de algodón y vendas que iban al campo de batalla. Todo esto era comprado y pagado por el Estado, y se entiende que era al costo. “Todo estaba cuantificado hasta el último momento de la guerra: desde huevos, chipás, hasta carnes. Ahora, si se les dio el dinero, no sabemos. No eran donaciones, aunque también las hubo. Esto está registrado en los volúmenes de Hace cien años, de Efraím Cardozo”.
Una vez que se produjo la ocupación, los maridos e hijos de estas mujeres que donaron las joyas, también tuvieron que ir al campo de batalla con la retirada. Como no se entregaron todas las joyas, fueron escondidas en los famosos entierros que se encontraron en las casas o los patios. “Para la gente, cargar eso era un problema, porque si aparecían los aliados, los iban a llevar; entonces, con la esperanza de regresar a su casa, las enterraban en cantaritos, ollitas, en donde sea, con tal de protegerlas”.
Cuando se habla de las Residentas, puede haber opiniones dispares, pero el concepto engloba todo el protagonismo que la mujer tuvo en ese proceso. “Luego de un estudio que hice sobre la familia, encontré que toda esa autonomía, creatividad, valor, autosuficiencia de la mujer paraguaya nos viene de la cultura guaraní, en la cual se practicaba la democracia”.
La mujer no era la serviha, ya que el español fue el que instaló este concepto. En la cultura guaraní, la mujer fue y sigue siendo la óga jára, y óga es la dueña y administradora del hogar; por tanto, tenía autonomía administrativa. “En la época colonial, nuestra fuerza fue la producción agrícola, las telas o los tejidos. Cada conquistador tenía a su cargo más o menos entre 10, 20, hasta 50 o más mujeres. Los varones jóvenes acompañaban en las grandes conquistas, pero ella quedaba a cargo del conquistador. Entonces, se generaron los hijos legítimos, reconocidos de las primeras indígenas que les fueron entregadas a Irala, que formaron parte del segmento jerárquico de la población paraguaya”.
Y he aquí el motivo por el cual nosotros heredamos la lengua guaraní, porque la educación estaba a cargo de las mismas. Fue la mujer quien transmitió la cultura a través de la lengua a la población que después se convirtió en paraguaya. “Ellas eran las que sostenían prácticamente la economía del país, porque se encargaban de la parte productiva, inclusive de la tierra”.
Luego de la independencia, cuando el Dr. Francia llegó al Gobierno, anuló este privilegio. “Los españoles que querían tener esclavas indígenas, tenían que pagarles. Entonces, quedaron demasiadas jefas de hogar, madres con hijos abandonados, y Francia las autorizó a que ocuparan tierras y ellas las administraron. Tenían toda esa potestad, justamente, para favorecer a los hijos”.
Miró deduce que si una mujer es reprimida, no sabe cocinar, tejer, labrar; está totalmente sometida, y cuando le toque el momento de luchar, defenderse o actuar, será muy difícil que tome iniciativas. Partiendo de ese punto, la mujer que fue protagonista de todo ese proceso de la Guerra contra la Triple Alianza estaba fogueada para tomar determinaciones, como trabajar, hacer. “Era múltiple. Y eso es lo que la diferencia —esto, inclusive, es mencionado por el papa Francisco acerca del valor de la mujer paraguaya, pueden estar o no de acuerdo—, pues se basa en dos puntos centrales: su rol en la cultura guaraní y el espacio que les dio el Dr. Francia para que las jefas de hogar puedan tener autonomía económica. De ahí surgen las naranjeras, las burreras, acostumbradas a tomar decisiones económicas y esto se replica otra vez con la Guerra del Chaco”.
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