Pastor, maestro y redentor

El obispo Ramón Bogarín Argaña, prelado de vigorosa personalidad, fue uno de los pastores de la Iglesia Católica paraguaya que con mayor ahínco dedicó su vida y sus desvelos a la defensa de los derechos humanos de sus compatriotas. Como tal, fue uno de los principales promotores del espíritu del Concilio Vaticano II en nuestro país. Su opción por los pobres la ejerció a través de la Acción Católica, férreamente cuestionada por el régimen dictatorial que imperaba en el país. Su accionar quedó súbitamente truncado hace tres décadas, cuando murió el 3 de septiembre de 1976.

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"Era un día viernes. El obispo monseñor Ramón Pastor Bogarín, como era habitual, acudió a la curia para sus tareas normales... A media mañana sucede algo que le saca de esta normalidad. El obispo es avisado que el predio del futuro Liceo Misiones, regalado para tal destino por la familia de don Felipe Llano, está siendo arado con tractor.

Al instante, acude al lugar y encuentra que un oficial del Ejército (no me acuerdo si era coronel o teniente coronel) estaba abriendo un camino en medio del predio, según el mismo, por orden del general Sánchez. Sería (supuestamente) para enderezar el curso de la ruta IV. Ambos comenzaron a dialogar, estableciéndose entre ellos una suerte de acuerdo. Lo cierto es que al poco rato el obispo ya llevó al militar a ver sus obras construidas y en construcción. El militar era de Ingeniería". (...)

"El hecho de la muerte sucedió aproximadamente a las 19:45 horas. La hora habitual de la cena era las 19:30. Estábamos con el obispo en la mesa el P. Benítez, el P. Hugo Espínola y yo. La cena era frugal, fundamentalmente porque los viernes era así y no se comía carne ese día. La cena era arroz blanco con arveja y sardina. "En la mesa, el monseñor Bogarín nos contó lo de la mañana, refiriéndose que había consensuado con el militar para suspender el trabajo temporalmente. Después, entre otras cosas, consideramos el cambio de la hora de la cena (el almuerzo y la cena eran ocasiones en que nos encontrábamos todos los días, a no ser que mediaran razones importantes que lo impidiera).

Yo sugerí que votáramos en secreto, para designar la nueva hora ‘ya que en el Paraguay es tan desconocido votar libremente’. "Después de la votación yo fui a retirar los papelitos del canasto donde depositamos nuestra opinión sobre el tema. Cuando regresaba a la mesa y me iba a sentar, el obispo se fue atrás sobre su silla, llevando la cabeza y quejándose con una frase que fue la última: ‘Esto es grave’". Así, abruptamente, como consecuencia de un infarto masivo, falleció el obispo de la diócesis de Misiones y Ñeembucú, monseñor Ramón Pastor Bogarín Argaña. Fue el colofón de días muy tensos vividos en la zona misionera, donde la sociedad estaba traumatizada por los entonces recientes actos de violencia contra los campesinos misioneros, en lo que se dio en llamar la Pascua Dolorosa y el continuo hostigamiento al prelado, quien estoicamente tuvo que soportar humillaciones, ofensas, persecuciones a él y a humildes miembros de su rebaño.

Era la noche del viernes 3 de septiembre de 1976. ¡Murió monseñor! ¡Murió monseñor Bogarín! Era la mala nueva que pasaba de boca en boca, mientras una lluvia torrencial con rayos y centellas aparentaba ser la furia de la naturaleza contra lo que parecía ser una injusticia como toda iniquidad, o tal vez las lágrimas que todo ese rebaño ahora desamparado, derramaba por su pastor.

París, Roma...

Nacido en Ypacaraí el 30 de marzo de 1911 en el ceno de una tradicional familia paraguaya, entre cuyos miembros figuraron varios religiosos, partiendo de san Roque González de Santa Cruz, el prócer Francisco Javier Bogarín, su hermano Agustín y su tío Juan Sinforiano Bogarín, jefe de la Iglesia Católica paraguaya a lo largo de más de medio siglo.

En su niñez estudió en la escuelita de su pueblo natal, luego en el Colegio San José, donde se destacó, no solo por su corpulencia, sino por sus condiciones atléticas. En los graves momentos de la preguerra ingresó en el Cuerpo de Aspirantes a Oficiales de Reserva, como artillero. Su creciente interés por la mecánica llevó a sus padres a gestionar un viaje de estudios para seguir cursos de ingeniería mecánica en Francia, a donde viajó a mediados de 1931.

Ya en París, repentinamente cambió de parecer e ingresó, previo acuerdo familiar, a un seminario, destacándose por su dedicación al estudio. De París pasó a Italia, donde se ordenó sacerdote el 16 de abril de 1938. Los días en que estuvo en Europa fueron muy interesantes en hechos trascendentes: conoció a Don Orione, un hombre santo; al Papa Pío XI, en cuyo lecho de muerte pudo decir una oración, e incluso, por esas cosas del destino, le tocó decir misa en sus funerales, privilegio reservado a altos dignatarios de la Iglesia.

Asunción... y ¡manos a la obra!

Ramón Bogarín Argaña regresó al Paraguay el 29 de diciembre de 1939 y, casi inmediatamente, fue nombrado director nacional de la Pía Unión del Clero y, luego, director general de la Acción Católica paraguaya. Se dedicó a la docencia y representó al Clero nacional en congresos y otros foros, que aprovechó para estudiar el accionar de la Juventud Obrera Católica, en Canadá y otros países americanos, para después, consecuentemente, fundar la Juventud Obrera Católica del Paraguay.

Hacia 1945 ideó e impulsó su proyecto de escuelas Capillas Radiofónicas Educativas y, si bien nunca pudo implementar en su país, las promovió en varios países americanos. En 1947 fundó un periódico de orientación social y, al año siguiente, fue designado asesor eclesiástico para el encuentro de la Acción Católica realizado en Río de Janeiro y donde, por la lucidez de sus intervenciones, era requerido para opinar sobre las más diversas cuestiones. En 1951, dirigió el primer congreso de la Acción Católica del Paraguay y fundó numerosas entidades católicas, entre ellas la Secretaría de Orientación cinematográfica, la de Difusión y Propaganda y de instrucción religiosa.

"Serás obispo y perseguido"

Fueron las proféticas palabras que Don Orione le había dicho durante un encuentro en Roma. Cuando fue designado el cargo, esta profecía se cumplió. La intensa actividad desplegada y las iniciativas emprendidas fueron la gloria y las tribulaciones del joven sacerdote. Le valieron, en primer lugar, su consagración como obispo y vicario general de la Arquidiócesis de Asunción y, en segundo lugar, méritos suficientes para que los personeros del Gobierno le tuvieran ojeriza.

Casi desde su llegada al país, le cayeron los problemas al religioso. Fue víctima de infundios y difamaciones hasta de sus propios colegas religiosos, encabezados por el entonces obispo Aníbal Mena Porta, y a tal punto llegaron las injurias que hasta su anciano tío, el arzobispo Juan Sinforiano Bogarín puso distancia con su sobrino.

La designación de Ramón Pastor Bogarín Argaña como obispo de auxiliar de Asunción fue un bocado difícil de tragar, tanto para sus colegas religiosos, como para el régimen stronista, que no veía con buenos ojos el papel desempeñado por el religioso. El Gobierno incluso se quejó acremente ante el Vaticano por la decisión de nombrar obispo a Bogarín, y trató de que la Santa Sede reviera la situación y revocara la designación. Pese a todo, Bogarín fue nombrado y consagrado el 19 de marzo de 1955.

La firme posición del obispo

Bogarín en ocasión de los movimientos estudiantiles de 1956, duramente reprimidas por el régimen, fue una de las gotas que colmó la paciencia del Gobierno. Estas situaciones inclusive llevaron a serias controversias hasta con el nuncio apostólico, que no toleraba el trabajo de un obispo que "revolucionaba" el ambiente, en contra de las líneas pretendidas por los prelados conservadores. El ambiente social y político del país estaba bastante enrarecido por la posición tomada por el Gobierno, que reprimía violentamente cualquier disensión, apresando y torturando a los opositores del régimen.

En esos días, se destacaron por su postura ante los desmanes del régimen, dos sacerdotes: el obispo Ramón Bogarín Argaña y el presbítero Ramón Talavera.

Una diócesis para un obispo molesto

Para sacarse de encima a tan molestoso obispo, el Gobierno empezó a realizar gestiones ante el Vaticano para la creación de una nueva diócesis, adonde confinarían a Bogarín. Una manera de sacarle de circulación, de neutralizar su vigorosa personalidad y de anular su predicamento. De esa manera, el 19 de enero de 1957 se creó la diócesis de Misiones y Ñeembucú, y Ramón Pastor Bogarín Argaña fue designado para dirigirla, recibiéndose de su diócesis el 12 de mayo del mismo año, fecha de su consagración. Al frente de su diócesis, entonces una zona muy aislada, con caminos de tierra que se unían con la capital y un casi insalvable río Tebicuary que constituía un serio obstáculo para las comunicaciones, Bogarín emprendió una titánica tarea pastoral y de otra índole, como la fundación de seminarios y conventos, dirigir obras de infraestructura para el mejor desempeño de las tareas diocesanas, además de colaborar con la redacción del anteproel gobierno de Alfredo Stroessner, que no dudaba en enviar informes difamatorios al Vaticano en contra del obispo.

Para desalentar la tarea pastoral y de promoción de Bogarín en su diócesis, el gobierno contó un instrumento: además de las autoridades de la III Región Militar (general Sánchez), con el delegado de Gobierno de la época, Juan Crisóstomo Gaona, que sembró el terror entre el humilde campesinado, al que acusó de comunista, desatando una maquinaria de terrorismo de estado que llevó a la prisión, a la sala de torturas y hasta a la muerte a muchos de aquellos desgraciados, que lo único que buscaban era una mejor manera de vivir, ante la ausencia del Estado para la cobertura de sus mínimas necesidades. Gaona fue sucedido en el cargo por otro tenebroso personaje: Juan Ruiz Díaz.

Esta situación tuvo su paroxismo en abril de 1976, cuando las autoridades llevan una terrible represión dirigida hacia los campesinos de las Ligas Agrarias Cristianas de Santa Rosa, Misiones, acusados de comunistas y que se dio en llamar la Pascua Dolorosa. Víctimas mortales de estas medidas represivas fueron Silvano Ortellado, Francisco y Policarpo López, Alejandro Falcón, Diego y Dionisio Rodas, Ignacio Martínez, Ramón Pintos, Adolfo y Elixto López, Marcelino Casco, entre otros. "Brillante" actuación en aquella oportunidad tuvieron los represores Camilo Almada y Tomás Salinas, entre otros.

Todas estas acciones represoras eran denunciadas valientemente por el obispo en cualquier escenario que le tocara: reuniones con fieles, homilías en misas, entrevistas periodísticas, foros internacionales, etc., y reclamando y exigiendo al Gobierno la cesación de las persecuciones al campesinado. Todas estas iniquidades mellaron el organismo del obispo, aunque no su fortaleza moral. El desenlace fue su muerte a causa de un infarto masivo, en la noche del viernes 3 de septiembre de 1976, hace justamente 30 años.

Trayecto de los estatutos de la Universidad Católica de Asunción, representar a la Iglesia paraguaya ante el Consejo Episcopal Latinoamericano, asistir al concilio Vaticano II, en el que integró importantes comisiones; a la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Medellín, Colombia; presidir la Conferencia Episcopal Paraguaya.

Problemas de convivencia

A poco de asumir su diócesis, monseñor Bogarín empezó numerosos emprendimientos, como la construcción de la catedral diocesana, formación de bibliotecas, impulsó el embellecimiento de la ciudad; con el sistema de autoayuda, reemplazó precarias chozas en casa dignas para los pobres; acompañó diversas tareas de formación de jóvenes campesinos, a fin de lograr que la educación sirviera como elemento de liberación de los miembros de su diócesis. En el plano internacional, su figura fue ganando gran prestigio en los foros de los que participó.

Monseñor Bogarín, a poco de llegar a la sede de sus funciones episcopales, en Misiones se estaban organizando -entre finales de 1959 y principios de la década del ‘60-, las Ligas Agrarias Cristianas, constituyéndose en uno de los movimientos campesinos más importantes de la historia paraguaya y que tuvo el acompañamiento del joven prelado.

El trabajo desplegado por Bogarín era estrictamente controlado por anteproel gobierno de Alfredo Stroessner, que no dudaba en enviar informes difamatorios al Vaticano en contra del obispo. Para desalentar la tarea pastoral y de promoción de Bogarín en su diócesis, el gobierno contó un instrumento: además de las autoridades de la III Región Militar (general Sánchez), con el delegado de Gobierno de la época, Juan Crisóstomo Gaona, que sembró el terror entre el humilde campesinado, al que acusó de comunista, desatando una maquinaria de terrorismo de estado que llevó a la prisión, a la sala de torturas y hasta a la muerte a muchos de aquellos desgraciados, que lo único que buscaban era una mejor manera de vivir, ante la ausencia del Estado para la cobertura de sus mínimas necesidades. Gaona fue sucedido en el cargo por otro tenebroso personaje: Juan Ruiz Díaz.

Esta situación tuvo su paroxismo en abril de 1976, cuando las autoridades llevan una terrible represión dirigida hacia los campesinos de las Ligas Agrarias Cristianas de Santa Rosa, Misiones, acusados de comunistas y que se dio en llamar la Pascua Dolorosa. Víctimas mortales de estas medidas represivas fueron Silvano Ortellado, Francisco y Policarpo López, Alejandro Falcón, Diego y Dionisio Rodas, Ignacio Martínez, Ramón Pintos, Adolfo y Elixto López, Marcelino Casco, entre otros. "Brillante" actuación en aquella oportunidad tuvieron los represores Camilo Almada y Tomás Salinas, entre otros.

Todas estas acciones represoras eran denunciadas valientemente por el obispo en cualquier escenario que le tocara: reuniones con fieles, homilías en misas, entrevistas periodísticas, foros internacionales, etc., y reclamando y exigiendo al Gobierno la cesación de las persecuciones al campesinado.

Todas estas iniquidades mellaron el organismo del obispo, aunque no su fortaleza moral. El desenlace fue su muerte a causa de un infarto masivo, en la noche del viernes 3 de septiembre de 1976, hace justamente 30 años.
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