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Según Daniel Goleman, sicólogo estadounidense e impulsor de la inteligencia emocional, el 85 % del éxito depende de la inteligencia emocional, de cómo manejamos nuestras emociones, y solo el 15 % de nuestra inteligencia cognitiva. Es decir, una persona puede ser un genio, tener varios títulos, hablar muchos idiomas, pero ser analfabeta emocionalmente. ¿Esto qué significa? Una persona conflictiva, egoísta, soberbia, incapaz de trabajar en equipo, transferir conocimiento... Al tratarse de una destreza, la inteligencia emocional es una habilidad y se puede desarrollar, asegura la Lic. Silvia Gil Cordero, coach y consultora de recursos humanos, especializada con Goleman. “La inteligencia emocional es la capacidad que tenemos las personas de administrar nuestras emociones y las de los demás. Una persona puede tener un coeficiente de inteligencia muy alta en Matemáticas, Física, pero carecer de inteligencia emocional”, explica.
Las empresas contratan a esta profesional para desarrollar en los líderes, gerentes, colaboradores en general, destrezas blandas; por ejemplo, saber trabajar en equipo, autoestima y comunicación. Como a menudo realiza este tipo de cursos, siempre le llamó la atención que le dijeran lo interesante que hubiera sido tener inteligencia emocional desde niños para evitar los errores como adultos. “Manejar la inteligencia emocional, observar esos errores como parte de un aprendizaje, no desde el fatalismo o la victimización”, comenta.
La emoción como materia
Así nació su sueño de tener una escuela en la cual pudiera tener la libertad de integrar la educación emocional como materia. “Esta no se enseña en la escuela, ni en el colegio, ni en las facultades ni en las maestrías. En la casa tampoco, porque nuestros padres lo ignoraban”, afirma. Cita como ejemplo práctico al niño que confunde hambre con aburrimiento. Como no sabe discernir lo que siente, entonces, en lugar de entretenerse jugando o con alguna lectura, abre la heladera y come, pero no por apetito. “Lo mismo sucede con los adultos. Dentro de todo, es lo más sano, porque algunos buscan llenar ese vacío con otras adicciones”.
Ese sueño se concretó hace dos años, y tomó forma con la Escuela Integral de Capacitación y Desarrollo (EICD), en cuyo sistema educativo, la licenciada Gil está realizando “pequeñas innovaciones”. Pero ¿en qué se diferencia su escuela de una tradicional? “Desde este año, incluimos como materia Inteligencia Emocional. Buscamos que los niños sean conscientes de su conducta. Y también es transversal con otras materias. Las maestras están preparadas para captar cuando el niño viene muy cargado emocionalmente a la escuela”.
El niño no entra a clase; con mucho tacto, es llevado a la sala de Arte para que pueda, por medio de la expresión artística, plasmar lo que siente: enojo, tristeza, lo que fuera. Luego, le realizan un seguimiento, como el porqué y otros detalles del dibujo. “Luego de mucha contención y de elevar su autoestima, el chico regresa al aula relajado y con la energía mucho más dosificada. De ese modo, se evita un niño agresivo o introvertido”.
En la inteligencia emocional, se maneja la sicología positiva; por ejemplo, qué talento tiene el chico. Además, se trabaja su autoestima y se le enseña a manejar sus frustraciones. A la vez, se le brinda las herramientas para que, cuando egrese, pueda observar su talento, lo vaya desarrollando y no sienta frustraciones. “Canaliza su energía en lo que tiene”, enfatiza. Esto conlleva no estudiar de memoria; se le incentiva a investigar, utilizando siempre la dinámica del juego en la enseñanza-aprendizaje.
Si bien hacen uso de las herramientas convencionales: pizarra, tizas, entre otras, como los chicos se aburren muy pronto, aplican las innovaciones mencionadas anteriormente. “Las aulas no tienen grados. Por ejemplo, decimos: ‘Hoy no vamos a estudiar; vamos a la sala azul’. Allí hay revistas, telas, plumones; entonces, para aprender Matemáticas, suman o multiplican esos elementos. De ese modo, van aprendiendo”.
Entre sus logros, Gil Cordero menciona que en estos dos años ha logrado mantener la escuela, que estuvo a punto de cerrar en 2013, a la cual acuden niños del preescolar hasta el 6.º grado; la capacitación de los maestros, ausencia de bullying y la apertura, a partir de este año, de escuela para padres. “Porque los niños aprenden por imitación. Mi objetivo no es ganar dinero; quiero que más gente se sume a mi sueño y compartir esta metodología. Mi sueño es que los niños y adolescentes de nuestro país sean adultos sanos emocionalmente, felices y productivos”.
Principio de abundancia
En la escuela fomentan también principios y valores universales que no están relacionados con alguna religión. La honestidad, sinceridad, generosidad, amor son emociones sanas; herramientas para pelear en la vida contra las emociones tóxicas, como la ira retenida, rencor, culpa. “Se debe saber administrar las emociones, porque, de lo contrario, se somatiza. Identificamos a los niños con problemas emocionales y los ayudamos”.
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