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Todo se viste de luz para la noche más mágica del año. Cada hogar y espacio público se prepara para recibir la Nochebuena. Pero ¿cuál fue el origen de las luces que llenan de color y vida esta época del año? “En el anuncio del Mesías salvador, los profetas le llamaban ‘luz de las naciones’, que iba a venir a traernos luz y librarnos de la tinieblas (del mal y del pecado). Efectivamente, cuando vino Jesús, dijo de sí mismo: ‘Yo soy la LUZ que ilumina a todo el que viene a este mundo…’. Ahora, nosotros, los cristianos, cuando el Niño Dios nace en la Navidad, ponemos en todas partes el signo de la luz (miles y miles de luces y de foquitos que llenan la noche de la Navidad). Todos los pesebres se adornan también con las luces”, refiere el padre Carlos Heyn, de la iglesia María Auxiliadora, de Asunción.
Al respecto, hay varias versiones: la primera cuenta que la tradición de encender las luces en los meses de invierno en el hemisferio norte fue debido a que diciembre es el mes más oscuro del año con los días más cortos. El primer tronco de Navidad se registró por primera vez en el invierno entre los siglos XII y XIV en Alemania. El tronco en llamas, además de ser una fuente de calor, fue visto como un símbolo de la promesa de retorno del Sol.
Posteriormente, hacia el siglo XVII, el árbol de Navidad comenzó a ser utilizado por los cristianos, pero no era práctico, porque la única forma de iluminarlo era con velas, lo cual era muy peligroso, puesto que en cualquier momento podía incendiarse. Solo lo ponían unos días antes de Navidad y lo desmontaban al final. Las velas solo podían permanecer encendidas unos pocos minutos por noche e incluso las familias debían sentarse alrededor y vigilarlas constantemente, con cubos de arena y agua cerca.
Otra historia afirma que, en el siglo XIV, Martín Lutero salió un día a caminar para componer un sermón. Inmerso en sus pensamientos, perdió la noción del paso del tiempo y se hizo tarde y muy oscuro. En aquella época, en los bosques de Alemania vivían muchos lobos, osos y animales salvajes, por lo que Lutero empezó a tener miedo, especialmente cuando empezó a oír los sonidos de la noche en el bosque. Rezando, apresuró sus pasos. De repente, alzó la vista a través de los árboles y vio pequeños hilos de luz, que parpadeaban de color azul y plata. Sorprendido, se dio cuenta de que eran las estrellas, las luces del cielo para guiar y reconfortar, como la estrella que guió a los Reyes Magos hasta el establo de la primera Navidad; él consideró que era la luz de Dios enviada para guiarlo a través de la noche más oscura.
Lutero pensó que se trataba de un tema espléndido para su sermón y se sintió más seguro en manos de Dios; miró a su alrededor y vio un pequeño árbol. Se detuvo y llevó el pequeño abeto a su hogar.
En Alemania, por aquella época, era costumbre tener un candelabro en forma de triángulo, que se mantenía con velas durante toda la temporada de Navidad.
Asimismo, en muchos hogares tenían un árbol de Navidad que con frecuencia era colgado boca abajo de las vigas del techo, sin ninguna decoración, y se utilizaba como un recordatorio, pues la forma del árbol, de forma triangular, representa la divina trinidad: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.
Pero Lutero cambió esta costumbre. Puso una olla sobre la mesa, tomó las velas de los candelabros y las fijó al pequeño árbol. Encendió las velas y, mientras las llamas parpadeaban a través de las ramas, reunió a su familia alrededor de la mesa y les habló de su paseo por el bosque oscuro. “Justo cuando estaba empezando a tener mucho miedo, vi las estrellas titilantes, como si Dios estuviera diciendo: ‘¡No tengas miedo, porque yo estoy contigo’”.
“Dios, la luz brilla a través de la noche más oscura para todo el mundo, pero a veces tenemos que mirar hacia arriba para ver”, dijo Lutero a su familia.
La leyenda cuenta que esta fue la primera vez que se puso una vela en un árbol de Navidad. Y es por eso que se siguen poniendo luces en el árbol de Navidad hasta el día de hoy, para recordarnos que la luz brilla a través de la noche más oscura para todo el mundo.
La otra historia
En 1880, Thomas Edison iluminó la Navidad con sus recién inventados foquitos incandescentes. Para mostrarlos, los utilizó en la fiesta de Yule (se celebra cada solsticio de invierno), en la cual se colgaron lámparas incandescentes en su laboratorio de Menlo Park, de modo que todos los viajeros que iban en el tren pudieran ver el milagro de la Navidad.
El 22 de diciembre de 1882, Edward Hibberd Johnson, vicepresidente de la Edison Electric Light Company, tuvo la idea de adornar su árbol de Navidad con 80 lámparas incandescentes diseñadas por él con los colores de la bandera estadounidense: rojo, blanco y azul. El abeto era imponente y Johnson lo instaló en su casa de la neoyorquina Quinta Avenida. Se trataba de una maniobra publicitaria del amigo de Edison para demostrar que las bombillas eran un invento totalmente práctico.
En 1895, en EE.UU., el presidente Grover Cleveland patrocinó con orgullo el primer árbol de Navidad iluminado eléctricamente en la Casa Blanca con más de un centenar de luces multicolores.
En 1900, las empresas comenzaron a decorar las luces de Navidad detrás de sus ventanas, pero si bien era una buena alternativa, la idea no se popularizó hasta finales de los años 20 porque todavía eran muy costosa.
Con los años, el uso de los coloridos foquitos se ha extendido en todo el mundo y ya es una costumbre muy esperada en estas fechas. “Por lo tanto, más que poner luces de adorno, nosotros debemos recibir a Jesús, que nace como la LUZ que queremos que ilumine nuestras vida”, exhorta el padre Heyn. ¡Feliz Navidad!
Fuentes: http://lapaz.metro-blog.com
http://resolviendolaincognita.blogspot.com
mpalacios@abc.com.py • Fotos ABC Color/Heber Carballo/Gustavo Báez/Diego Peralbo.