Enrique Collar, artista total

Enrique Collar es un virtuoso que emplea su imaginación y creatividad en diversas expresiones del arte: dibujo, pintura, cine, fotografía. Esta entrevista tiene que ver, precisamente, con cómo fueron esas aproximaciones a estas aptitudes, también sobre su familia y su vida en Holanda.

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En su visita a nuestro país, ABC Revista aprovechó para conversar distendidamente con el artista en la casa de una entrañable amiga. Hoy hace, exactamente, quince días de su llegada de Holanda, donde actualmente reside, justo para el avant-première de su segunda película: Novena, que recibió críticas muy halagadoras y llenó la sala del Teatro Municipal Ignacio A. Pane.

Y qué mejor que comenzar a charlar con este artista de sus inicios, en la Argentina, país al que fue cuando solo tenía seis años desde su natal Itauguá Guazú. “Mi mamá había ido a trabajar y al año de hacerlo vino a buscarme”, comenta el artista. No pasó mucho tiempo cuando inició su primer trabajo en una imprenta. Tenía 12 años y había que ayudar en la casa. “Era el muchacho de los mandados”, revela. Ahí aprendió mucho sobre impresión. “Yo era el que llevaba los originales del dibujante y me decía: ‘Pero este con un dibujito cobra más que mi salario’”. Se capacitó, fue ascendiendo y pronto llegó a ser el dibujante de la empresa y con oficina propia. Fue justamente, a partir de la imagen, de los dibujos, que Enrique Collar comenzó a interesarse por los trazos y no dudó en estudiar Dibujo Publicitario, carrera que por aquel entonces duraba tres años. En esa vida de trabajo diurno y estudio por la noche, “tuve la suerte de tener muy buenos profesores, que me alentaron a continuar mis estudios en Bellas Artes, y cuando comencé a ver pinturas supe que era lo mío. Fueron cuatro años importantes que marcaron mi vida en un tiempo en el que, en la Argentina, se vivía una época muy especial cultural y socialmente… Mercedes Sosa se unía a Charly García, la gente salía a las calles a reclamar sus derechos, eran momentos de marcha, de mucho compromiso social”, recuerda.

Sus primeros trabajos como estudiante de Bellas Artes salieron “a la luz” a los tres años de estar cursando la carrera. “Hacía mis muestras en el Club Deportivo Paraguayo. En medio de esa urbe que es Buenos Aires encontré el bote salvavidas en ese lugar, que es un poco mi casa”, cuenta. Esos primeros trabajos estaban dirigidos hacia su identidad. “Fue como reflotarla; además, los muchachos me decían: ‘Che, y no pintaste algún lapachito, una casita…’. (Ríe)”.

Esa integración a la colectividad paraguaya lo trajo nuevamente hacia la tierra que lo vio nacer, justo días después del golpe de Estado que derrocó al Gral. Alfredo Stroessner. “Volvimos varios paraguayos por primera vez y otros después de mucho tiempo como Félix de Guarania. Yo venía con mis primeras pinturas, que tuvieron muy buena repercusión. Graciela Méndez Mazó fue quien vendió mis primeros cuadros; luego hice mi primera exposición en la galería Belmarco, de Martha Manchini, con un éxito total y críticas muy buenas. ¡No podía creer! Así de poco fui conociendo la movida asuncena y a artistas como Olga Blinder, por ejemplo”.

De Olga recuerda sus motivadoras palabras acerca de su habilidad para unir la temática con la estética. “La visión contemporánea que tenía de mi formación en Buenos Aires me brindó un cóctel de informaciones que posicionó mi obra en Paraguay. Venía de otros códigos, así que no sabía lo que iba a simbolizar mi obra en el país, pero felizmente gustó y quedó”.

Quedó hasta el 2000, porque después Enrique Collar exploró otros campos, entre ellos el cine. “Mi creatividad sobre el lienzo fue toda una experiencia intensa de diez años de trabajo y reunió, aproximadamente, 250 cuadros, pero decidí ponerle fin”.

-¿En qué momento decidiste cerrar las puertas y por qué?

-Cuando decidí viajar a Holanda. En ese momento tomé la decisión de cerrar ese capítulo de mi vida, cerrar aquellas puertas que abrí en el Club Deportivo Paraguayo de Buenos Aires. La religiosidad paraguaya, los mitos, las leyendas, la realidad popular que había investigado durante diez años llegaron a su fin. Sentí que había saldado esa deuda interna que tenía con el país. Mi vida en Europa era otra. Por primera vez tenía un hogar, una familia, y eso representaba vivir adentro.

-Y es también cuando aparece el cine.

-En realidad siempre tuve la necesidad de llevar dos mundos paralelamente. Voy haciendo cruces que me resultan interesantes para ordenar mi vida y mi carrera. De ahí que cuando pintaba ya tenía una cámara con la que filmaba mis obras, por eso no fue extraño que tomara el camino del cine. Ya tenía claro que después de la pintura venía el cine...

-¿Fue difícil esa transición de las artes plásticas al cine?

-Fue un proceso duro, pero mi educación visual ayudó bastante. Ya no estaba para ir a la universidad e iniciar otra carrera; entonces tomé un curso de guión con Juan Marin. Sentía que mi parte floja era cómo narrar una historia en el cine, por eso le di bastante energía en cómo contar una historia, pero todo el resto vino a partir de mi educación visual.

-¿Qué importancia le das a la cámara?

-La cámara es una manera de capturar un fragmento de la realidad. Es un elemento con el que ordenamos las ideas, un encuadre cinematográfico, en el que ubicamos los elementos, entra la figura, cómo se mueven. Insisto en que mi educación visual fue esencial para mis filmes... Creo mucho en los procesos, en las sumatorias, y mi evolución pictórica me llevó a lo que estoy haciendo ahora, sin dudas.

-¿En qué terreno te encontrás más a gusto?

-Creo que necesito las dos disciplinas, y también está la fotografía. Me interesa mucho la imagen. Cine, pintura, video, es casi lo mismo. ¿Qué es la imagen? es la gran interrogante que me lleva a hacer cosas.

-Y cómo definís tu arte.

-Soy un gran enamorado de la realidad. Tanto la pintura como el cine o la fotografía necesitan de la realidad. Siempre estoy atento a lo que sucede a mi alrededor y me detengo a observar porque pueden surgir otros detalles... Quizás soy muy imaginativo, pero siento una gran atracción hacia la realidad... Descubrir dónde está la ficción, dónde está la realidad, llegar a ese punto casi imperceptible.

-Recibiste muchos reconocimientos con Novena, las críticas fueron muy buenas. ¿Qué importancia le das a los premios?

-Los premios son interesantes en cuanto al reconocimiento de que tu obra se mueva, que empiece a tener más posibilidades de exhibirse o de ocupar un lugar, pero también son circunstanciales. Novena ha estado compitiendo en muchos festivales; es una película casi inclasificable, única y no lo digo yo, fue dicho por un crítico de cine. Estuvo en el Festival Internacional Documentales de Santiago de Chile (FIDOCS), donde fue debatida durante cuatro horas. Me satisface que en cada festival se abran debates sobre la película. No es estándar, es muy personal, emociona a la gente común. Trato de hacer un cine sencillo, comunicativo. En esencia, mi obra es así: sencilla, directa, nada compleja.

-¿Cómo hiciste para conectar tu arte en Europa?

-Por suerte, en Holanda estoy trabajando en una galería. Mis obras interesan mucho por el hiperrealismo; tengo un lindo estudio, con buena luz y produzco en casa.

-En este viaje estás con tus hijas y tu esposa.

-Sí, vine con la familia. Con mi mujer nos conocimos en Asunción. Los dos estábamos en punto cero, así que congeniamos enseguida. Tenemos dos niñas, que van y vienen a la escuela en bicicleta; allá se usa mucho este medio. Tenemos una perrita, la saco todos los días a pasear; nos ayudamos entre todos porque allá no hay tías, primas o hermanas para ayudar, somos la familia solamente. Me gusta Holanda, siempre digo que sería el paraíso si todos hablaran español. Llevo una vida muy tranquila entre la galería de arte y mi estudio, donde paso la mayor parte del tiempo, así que mis hijas nunca van a poder decir que fui un padre ausente (ríe).

-Naciste en Paraguay, te criaste en Buenos Aires, vivís en Holanda. ¿Tu lugar en el mundo cuál es?

-Mirá, me siento parte de cada lugar, pero cuando vuelvo a Paraguay me siento como en casa y fijate que la mayor parte de mi vida la pasé en Buenos Aires. Cuando tenía seis años ya estuve por allá. Holanda ahora es mi hogar y el de mi familia.

-¿Qué recordás de Itauguá Guazú?

-Los olores, los aromas. La aceitera de Itauguá Guazú es algo que siempre tengo en mi mente.

-¿Te sentís tocado por la buena suerte?

-De alguna manera, sí. Me siento contento con Novena, con la familia, con todo lo que me pasó en la vida y todavía tengo mucho por delante.

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