Boggiani: Historia de amor y de muerte

Guido Boggiani es quizás aún poco conocido tanto aquí como en su Italia natal. El diplomático italiano Gherardo La Francesca, queriendo saber de Paraguay, empezó a hurgar sobre los vínculos entre ambos países. El resultado de su hallazgo desató un verdadero renacimiento de la vida y obra de este pintor, etnólogo, explorador y fotógrafo, uno de los más grandes de los tiempos modernos y, a la vez, protagonista de una historia épica de amor y de muerte.

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-¿Cómo comenzó su interés por Guido Boggiani?

-Es una historia un poco larga. Estaba concluyendo mi mandato de embajador de Italia en Brasil, a fines de 2012, cuando debía jubilarme y pensaba volver a mi país. De la nada surge la propuesta para que mi esposa, Antonella Cavallari, sea embajadora en Asunción. Comencé a interesarme por Paraguay, un país que merece, pero no es tan conocido. Me atrevería a decir que es casi desconocido en el extranjero, sin embargo, tiene una identidad muy especial por varias razones.

Tiene un contexto multicultural debido a que la relación con las culturas indígenas fue muy positiva, al final. No quiero decir que el encuentro de dos civilizaciones sea un paraíso, pero de alguna manera no hay que olvidar que Paraguay es el único país en el mundo que tiene dos idiomas oficiales, español y guaraní. Entonces, empecé a buscar alguna universidad o centro de investigación que esté interesado en tener la colaboración voluntaria de una persona con entusiasmo de joven para investigar este asunto.

-Y lo encontró...

-Entré en contacto con el Museo Pigorini de Roma, el más importante museo prehistórico, etnológico de Italia y uno de los más importantes en el mundo. Descubrí que allí había una colección de 2642 piezas de indígenas chamacocos. Entre estas, más o menos 300 maravillosas piezas son de arte plumario, perfectamente conservadas porque quedaron 120 años encerrados en los archivos. Parecen nuevas, hechas ayer. El museo, que en estos momentos está siendo ampliado, está desempolvando sus archivos y está interesado en obtener mayor información porque cada pieza de arte, cada objeto tiene una historia, un significado, una importancia, relevancia etnológica y social. Fue así que empecé a interesarme en todo. ¿Y quién llevó todas esas 2642 piezas a Italia? Un señor italiano de nombre Guido Boggiani. Ese fue el comienzo.

- ¿Quién fue Boggiani y cómo es que aparece por estos lugares?

- Guido Boggiani nace el 25 de setiembre de 1861 en Omegna, provincia de Novara, en una familia rica, de terratenientes. Comenzó a interesarse en el arte cuando todavía tenía 24 años, pero estaba muy afirmado. Era un pintor reconocido, muy cortejado en los salones culturales de la época, socio honorario de la Academia de Brera, en Milano, de la Academia de Santa Lucía y ganó premios por sus cuadros. Un día, de repente, no se sabe cómo, cuando tenía 26 años, a fines de 1887 decidió embarcarse para la Argentina. Al llegar allí pensaba comprar una estancia en la Patagonia, pero otra vez no se sabe cómo, hacia fines de 1888, se embarca en el vapor San Martín en el cual hace amistad con el sobrino de Giuseppe Garibaldi. Este viaje cambia la vida de Guido Boggiani, quien llega a Asunción y se instala en el hotel Hispanoamericano. Entonces escribe en su diario: “Ahora veo que permaneceré mucho tiempo en Paraguay, a lo mejor años”. Esto es un enamoramiento a primera vista porque efectivamente se quedó para siempre.

-¿Qué lo cautivó?

-Vino en 1888 y se quedó cinco años. En ese periodo hizo varios viajes al Chaco y también la suerte decide el destino de la gente porque siempre en su diario él escribe, un día de febrero de 1889 una ocasión que se le presenta: “El señor Cerruti, gerente del banco hipotecario del Paraguay en Asunción, vio mis cuadros... ¿Boggiani, querrías hacer un lindo viaje? ¿Por qué no? ¡Estoy siempre listo!”. En menos que canta un gallo ya estaba a bordo de otro vapor, el Bolivia, barco muy pintoresco y viejo que hacía la travesía entre Asunción y Puerto Casado, con cargas y pasajeros. Hace así su primer viaje al Chaco. Allí se dio el segundo amor, no ya a primera vista, porque la primera impresión fue un poco decepcionante. En el comienzo estaba un poco perplejo porque el Chaco no es una región fácil, pero finalmente escribe: “Luego, sin embargo, algo cambia la tristeza y la monotonía desaparece y un sentido profundo de admiración y asombro penetra en el alma”. La enfermedad del Chaco, morbo insidioso que aún hoy toma a sus víctimas, lo ha conmovido. Y se fue muchísimas veces.

-¿Qué hacía en el Chaco?

-Vivió entre los chamacocos, recogió muchos objetos y después de esos primeros cuatro años, en 1892, vuelve a Italia, vende su colección de objetos al Museo Pigorini. Tenemos todas las cartas que escribió. Tiene también una ayuda de la Sociedad Geográfica Italiana. Se va a Grecia a un crucero con su amigo Gabriele D’Annunzio porque era allí donde estaba procurando las raíces de la cultura occidental. Era a fines del 1800, un momento muy interesante porque había esa inquietud intelectual en que se abrían nuevos mundos: Polinesia para Gauguin, América Latina para Boggiani, y en 1896 vuelve y comienza sus viajes para explorar el Chaco, donde encuentra a los chamacocos, los caduveos, los toba, los sanapaná y, de repente, ese hombre que era pintor afirmado, hijo de una familia de terratenientes, se transforma en un etnólogo que de verdad ha construido un puente con Paraguay y con las culturas indígenas. Boggiani toma un lugar importante en la historia de la etnología moderna como los de su época Levi Strauss y Alfred Métraux.

-¿Todavía lo recuerdan en el Chaco?

-Darcy Ribeiro, que es un etnólogo brasileño, cuenta una historia muy divertida. Él se había ido hasta los caduveos para una investigación y en su diario cuenta que estaba en una hamaca leyendo el libro Os caduveos. En eso ve que los indígenas se acercaban y hablaban entre ellos. De repente, una mujer empieza a gritar: “Más es Betrra...”, que es el nombre que habían dado a Guido Boggiani un siglo antes y todavía recordaban. Preguntan a Darcy Ribeiro si él era pariente de Guido Boggiani. Él no lo negó, pero de todas maneras los consideraron pariente y eso le abrió muchísimas puertas. Así el etnológo explica el marco profundo que había establecido Boggiani y se había quedado.

Creo que es una historia fascinante porque primero Gabriele D’Annunzio hablaba de Boggiani como una especie de Ulises y la verdad que fue un Ulises que nunca volvió a Ítaca; un Ulises, porque no hacía un solo trabajo, era pintor, fotógrafo extraordinario, explorador, estudiante de idiomas indígenas. Fue además un zoólogo porque llevó a Europa una colección de insectos nunca antes vistos, conservados en frascos bajo alcohol y fue uno de los etnólogos más importantes del siglo pasado.

-¿Por qué decidió no volver a su tierra?

-No volvió porque esa historia ha tenido un trágico final, porque la verdad es que tomó riesgos enormes. En sus diarios se ve que sus asistentes tenían miedo. La situación no era tan fácil. Imagina lo que es ir al Chaco hoy y 120 años atrás. También había un problema de rivalidad muy grande entre las tribus. Y él se quedó y vivió con los chamacocos y con los caduveos, tribus que siempre peleaban. Por eso, es muy probable que también por razones de mujeres —eso no se sabe muy bien y nunca se sabrá— su historia terminó muy joven cuando todavía tenía 40 años. Se terminó en la floresta inexplorada, como dice Gabriele D’Annunzio, de una manera trágica e imprevista y que está en su lápida.

-¿Usted recorrió el Chaco siguiendo la ruta de Boggiani?

-Fui tres veces al Chaco y me quedé en Karcha Bahlut o Puerto 14 de Mayo, fundado por Boggiani en 1892, donde hablé con los chamacocos. Ellos me contaron que todavía recuerdan muy bien a Boggiani y me indicaron el lugar donde él descansaba a la sombra de un árbol. El árbol se fue con la erosión, arrastrado por el río, pero igual ellos te muestran el lugar. Muchos todavía tienen su nombre en la larga franja entre Bahía Negra y Fuerte Olimpo, donde está vivo en el recuerdo entre los indígenas. En Asunción, además de la importante avenida que lleva su nombre, he encontrado pinturas maravillosas de Boggiani en salones de amigos paraguayos, encontré documentos, cartas del ministro de relaciones exteriores dirigidas al cónsul del Paraguay en Tarija para pedir asistencia a la expedición que fue en busca de sus restos, que hoy se conservan en el Cementerio Italiano. Encontré la lista de provisiones que compró para la última expedición, arroz, fideo, yerba mate, que prácticamente son las cosas que hoy compramos para ir al Chaco. Hallé objetos personales que son coleccionados, la pipa, anteojos y naturalmente publicaciones, el libro de Os caduveos en original, la primera edición del reporte hecho por el español José Fernández Cancio sobre su expedición que halló los restos, las fotografías y muchísimo material, más de lo que había imaginado. Fascinante.

-¿Cómo pudo permanecer entre la gente tanto tiempo su recuerdo?

-Se transmitió oralmente de generación a generación. Estoy convencido de que la cultura en general es una especie de energía limpia y renovable que difícilmente se acaba o difícilmente se destruye. Se transforma, eso sí. Inclusive, tiene que transformarse y no solo darse como algo que se conserva en archivos o museos. Tiene que ser vivo y ese fenómeno se verificó muchas veces en la historia de la humanidad. Me pareció que vale la pena investigar y construir cosas positivas, de relevancia en el contexto de las relaciones entre Italia y Paraguay. Es importante que los paraguayos sepan y es importante también que los italianos sepan porque de verdad Boggiani merecería ser más conocido en Italia, como un ejemplo de los tantos italianos que fueron al extranjero, y que se enamoraron de la vida, porque la historia de Boggiani es una historia de amor y de muerte.

EL Círculo imperfecto

El Círculo Imperfecto. Guido Boggiani: aproximaciones a la figura del viaje es la exposición que puede ser visitada en el Centro de Artes Visuales / Museo del Barro (Grabadores del Cabichuí e/ Emeterio Miranda y Cañada) de martes a sábados de 09:00 a 12:00 y de 15:30 a 20:00. Estará habilitado hasta el 23 de agosto. La curaduría de la exposición es de Ticio Escobar, etnólogo, y la muestra es promovida por la Embajada de Italia en Asunción. Sala Josefina Plá / Gabinete Florian Paucke.

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