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Recordemos que el proyecto de construcción de una miniusina en el brazo Aña Cua del río Paraná, para aprovechar el caudal ecológico que la EBY vierte en en el mismo para evitar que se seque, fue abortado durante el Gobierno de Nicarnor Duarte Frutos por falta de transparencia.
En principio, el costo del proyecto rondaba los US$ 200 millones, luego subió a US$ 400 millones y finalmente saltó a US$ 600 millones, razón por la cual y ante persistentes denuncias de la prensa de un posible negociado a la sombra del proyecto, fue suspendido por Duarte Frutos.
Hoy, una década después, por presión argentina, la EBY construirá la miniusina, e instalará otras tres unidades productoras en la actual casa de máquinas por la friolera de US$ 1.600 millones, una suma inclusive superior a la que demandó la construcción de la obras civiles principales del proyecto, o el contrato YC1, que había sido adjudicado al consorcio francés/italiano Dumuez e Impregilo.
Los especialistas que entrevistamos ayer advirtieron que esta obra la pagará también Yacyretá, obviamente cargando a su costo de servicio de electricidad.
“En ningún lugar, en ningún libro se lee que una obra se cargue a los costos de explotación de una usina como Yacyretá”, explicaba a su turno el ingeniero Axel Benites.