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Los traficantes de drogas acostumbran rodearse de lujos. Los procedimientos que se realizan en sus propiedades normalmente sacan a luz sus grandes mansiones, piscinas, vehículos, ganados, y en medio de todo esto aparecen también las capillas y los templos.
Y la pregunta que surge es ¿se puede ser creyente de una religión que promueve valores pero al mismo tiempo convivir con la delincuencia, en este caso, con el narcotráfico? En Colombia y México, por ejemplo, cayeron importantes capos del narcotráfico, y en sus propiedades resaltaban estos edificios para el culto.
Esta realidad también se observa en nuestro país. Por ejemplo, el 27 de diciembre de 2009, luego de un cateo al detenido narcotraficante Jarvis Chimenes Pavão (47), en el predio de la estancia “Cuatro Filhos” de Yby Yaú, fue encontrada por la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad) un moderno y lujoso templo. Indudablemente, el edificio fue construido para el culto privado, de manera a evitar la exposición pública y la posible persecución policial o judicial.
Otro templo, en este caso un “minisantuario”, se encontró en la propiedad del narcotraficante paranaense Tomás Rojas Cañete (41), alias “Toma’i”. Fue durante la intervención hecha por la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad) entre la noche del sábado 3 y la madrugada del domingo 4 de setiembre de 2011, cuando fue capturado en una megaoperación en Ciudad del Este y Presidente Franco, donde además cayeron más de 100 kilos de cocaína de la red.
Hace poco, en la lujosa residencia del narco fronterizo Clemencio González Giménez (55), alias “Gringo”, en el barrio Jardín Aurora de Pedro Juan Caballero, se encontró un templo propio, que quedó al descubierto tras el allanamiento de la Policía, el pasado 21 de enero, en conexión con la desaparición de 252 kilos de cocaína guardados en la comisaría de Pedro Juan Caballero.
En la misa principal de Caacupé, el pasado 8 de diciembre, el obispo diocesano y presidente de la Conferencia Episcopal Paraguaya, Mons. Claudio Giménez, al hablar de los desafíos de la evangelización, preguntó a los presentes quién se encarga de la evangelización de los narcotraficantes.
Al ver cómo exteriorizan su fe, los narcotraficantes también se encomiendan a la divinidad para que sus actuaciones no sean molestadas por la justicia terrenal.
En conversación con ABC, Mons. Giménez nos dijo, en estos días, que no es la primera vez que aparecen estas capillas o templos en las propiedades de los narcotraficantes. El obispo dijo que la forma que ellos expresan su fe es a título personal. Agregó que solo ellos entenderán y podrán explicar esa creencia, “pero si se llega a probar que llevan una vida al margen de la ley, es una incoherencia muy grande con la vida cristiana”. Agregó que la persona que está en esa situación debe hacer una revisión profunda de su fe y de su práctica.
Aclaró que la incoherencia en la fe no solo les afecta a ellos, también se puede dar en otros campos. “Una persona que lleva doble vida, sea obispo, sacerdote o laico, debe replantearse seriamente en su vida cristiana”, concluyó.