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HORQUETA, Dpto. de Concepción (Iván Leguizamón, Roberto Zarza, Roberto Torres, Carlos Jiménez y Diego Fleitas, enviados especiales; Aldo Rojas y Omar Acosta, corresponsales). El general Alvarenga, quien es uno de los hombres de confianza del cuestionado comandante de las Fuerzas Militares, general Luis Gonzaga Garcete, dijo ayer en esta ciudad, donde hace oficina en la base de la Subárea de Pacificación N° 4 (SAP 4), que “sería irresponsable decir por qué” los ocho efectivos a su cargo fueron enviados en un camión y no en un vehículo táctico.
Al ser consultado quién autorizó el desplazamiento de ese grupo, en esas condiciones, otra vez eludió dar una respuesta y manifestó que “tenemos que revisar todo eso”. Después, aseguró que ya tomó medidas en ese sentido y que algo igual “no va a volver a suceder”.
Pese a que las familias de los ocho militares asesinados exigen justicia y claman por saber quién envió a la “boca del lobo” a sus hijos, el general simplemente respondió que “no es momento de buscar un responsable”.
En otro momento, sobre los nulos resultados en el teatro de operaciones, donde el EPP lleva clara ventaja, el titular de la FTC simplemente se justificó con que es nuevo en el cargo, dando a entender que no se le puede exigir demasiado todavía.
Todo por una rueda de auxilio
Los padres y hermanos del subteniente Félix Fernando Fernández Duarte, el jefe de la patrulla militar aniquilada por el EPP, revelaron ayer en la ciudad de Concepción, donde se lleva a cabo el rezo por el efectivo, que los ocho uniformados salieron de su destacamento, que funciona en el predio de la estancia “Ypotî”, frente a Núcleo 6, alrededor de las 08:30.
El subteniente, justo antes de emprender el viaje de dos horas, desde Arroyito a Concepción, le llamó a su papá y le pidió que lo esperaran a él y a su grupo con un asado, porque tenían la orden de llevar a reparar una rueda de auxilio averiada de una de las patrulleras Land Rover que usaban.
Justamente, como el móvil que habitualmente utilizaban estaba descompuesto, los ocho militares fueron enviados en el camión de carga, pese a que se sabía de la posibilidad de un atentado, como el que finalmente ocurrió a solo 3.800 metros del destacamento.
El plan del subteniente era dejar la rueda en una gomería, en Concepción, y mientras se reparaba quería ir a almorzar a su casa, con sus padres, su mujer y su hija, aunque también con todos sus compañeros que conformaban el grupo táctico.
Pero desgraciadamente, el subteniente y su equipo fueron masacrados por el camino.