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Los dobles discursos y los cambios de postura de acuerdo a los intereses personales o sectoriales han llevado al país al borde de una inestabilidad política en los últimos años.
Cuando el exobispo de la Iglesia católica Fernando Lugo inició su carrera a la presidencia de la República en el 2006, lo hizo aprovechando una coyuntura muy particular que se estaba dando por la intención del entonces presidente Nicanor Duarte Frutos de adecuar la Constitución a sus intereses, para tentar un segundo mandato.
Lugo salió al paso y se convirtió en su más férreo opositor, primero con discursos, luego con una multitudinaria manifestación de rechazo a las intenciones del entonces jefe de Estado. La histórica marcha de marzo de 2006 con el lema “dictadura nunca más” prácticamente catapultó al poder al exobispo dos años después.
Entre sus palabras que quedaron en el archivo de los diarios está por ejemplo la frase “Nicanor busca galleta en una verdulería”, en alusión a la modificación de la Carta Magna vía enmienda. Decía que no es una salida jurídicamente correcta.
En el 2011 sus partidarios siguieron el mismo camino que Duarte Frutos. Fueron más lejos aun porque falsificaron firmas de miles de ciudadanos para convencer al Congreso de que el pedido de modificación de la Constitución vía enmienda para incluir la figura de la reelección era un “clamor popular”. El plan finalmente fracasó.
En el 2013 llegó al poder Horacio Cartes. Por los antecedentes de sus antecesores, la prensa y la ciudadanía le requirieron una y otra vez su posición con relación a la reelección. En varias oportunidades negó estar interesado. Cuando en octubre de este año el Partido Colorado inició una fuerte arremetida para aprobar la enmienda, el Jefe de Estado dio la cara y dijo que no sería partícipe de ese camino. En un mensaje a la ciudadanía rechazaba la enmienda. Dos meses después sus partidarios la reimpulsaron.
Un amplio sector político teme que de incluir la reelección en la Carta Magna por la “vía más fácil” que es la enmienda, este mismo gobierno o los que vienen después la vuelvan a modificar para perpetuarse en el poder, tal como lo hiciera Alfredo Stroessner en 1977, cuando estableció la reelección indefinida.