“Los militares de ambos países nos identificamos con nuestros respectivos pueblos”

Después de arrancarnos impunemente todo el Mato Grosso y otras regiones bajo el amparo de las cláusulas del Tratado de la Triple Alianza, el Brasil atosigaba sin desmayo nuestra soberanía en medio de un diseño bien demarcado rebosante del “espíritu pirata” de los lusitanos. Tejieron los hechos para luego proponer lo que ya estaba “cantado”, una represa hidroeléctrica que Paraguay no necesitaba, pero que sería controlada totalmente por ellos. Con esta fábula se podía “engullir” a la República Guaraní holgada y elegantemente, mediante un “nuevo tratado” perpetrado al modelo bandeirante. Muchos traidores seudoparaguayos y sus descendientes, vivitos y coleantes, siguen impunemente amparados por el dinero espurio que ostentan dentro y fuera del país.

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Los “chanchullos” y las turbulencias de los “barones de Itaipú” siguen sepultados bajo el blindaje impuesto, porque la auditoría pública (contraloría) no tiene cabida. Mientras, los presidentes de la República, cada uno a su turno, sin recato, succionan para fines perversos dando por completo la espalda a los intereses supremo de la República. El “búnker” de Itaipú sigue siendo reservado, confidencial o secreto y la “festichola carnavalesca” dentro de ella es a todo dar, hasta que un verdadero patriota emerja desde las cenizas y devuelva a la Patria paraguaya lo que por antonomasia le pertenece. En esta segunda parte, el general Adolfo Samaniego nos relata algunos detalles que ayudarán a deducir conclusiones valiosas.

–¿Le parece que resulta prudente para nuestro país el intercambio militar con el Brasil, cuando la idea generalizada es que ese país pretendió –aun hoy aspira– la extinción de la nación guaraní como coautor del crimen de lesa humanidad cometido por el Tratado de la Triple Alianza (1 de mayo de 1865) en contra del Paraguay?

–Desde la posguerra del Chaco, civiles y militares compartieron la idea de una necesidad imperiosa por equilibrar e independizar las relaciones paraguayas con las dos potencias más gravitantes de la región. Esa idea fue convertida en política gubernativa por el presidente Higinio Morínigo. En los hechos, ello se materializó como acercamiento entre órganos y personal de las Fuerzas Armadas del Paraguay y del Brasil. Esa iniciativa conlleva gran dosis de “ciencia y arte” y, como es lógico, produjo reacciones positivas y negativas. Pero la acción del tiempo suavizó y permitió valorar objetivamente esa política dejando como saldo su continuidad y consolidación, que, sin duda, benefició a ambos países a través del quehacer existencial diario cristalizado en las relaciones fronterizas, culturales, laborales y otras, que por cierto molestan a las burocracias, que antes manejaban esos temas en forma exclusiva y excluyente…
–Usted me esta dando una respuesta diplomática…
–(sonríe y continúa) Aprovecho la oportunidad para exhortar a mis camaradas y compatriotas, a nuestras autoridades y a las instituciones pertinentes, sobre la necesidad de extremar cuidados para evitar errores, omisiones o ligerezas que puedan malograr los importantes avances ya logrados y que restan por lograr mediante la buena labor de los emprendimientos de referencia, que en forma promisoria están en marcha en la zona fronteriza, y, por lo mismo, deben conducirse con sabiduría, que inciden sin duda en las relaciones internacionales del Paraguay, o sea que no actuemos con pasividad confiando solamente en la dinámica inercial arrolladora del desarrollo fronterizo paraguayo-brasileño, que si bien aparenta irreversibilidad, sí que podrían ser malogrados por falta de creatividad y patriotismo en los manejos siempre delicados de nuestras relaciones con las dos grandes potencias con las que limita nuestro país.

–A pesar de la instalación de más de 900 hitos fronterizos en la zona de la cordillera (hoy departamentos de Amambay y Canindeyú) entre 1950 y 1960, la demarcación de límites paraguayo-brasileño seguía inconclusa. Los avances de las comisiones demarcadoras de límites quedaron extrañamente empantanados. ¿Qué pudo observar usted desde su posición de “comandante de fronteras”?

–El ingeniero militar especializado en el Brasil, coronel Emilio Meza Guerrero (1926-1985), encabezaba la Comisión Paraguaya Demarcadora de Límites que, junto a sus pares brasileños, realizaba tareas demarcatorias y, por ende, la colocación de hitos fronterizos. Los trabajos que tenían en esa ocasión consistían en definir y amojonar las cumbres en la cordillera del Amambay y Mbaracayú. Según los tratados de límites (1872), estas serranías definían el tramo de frontera paraguayo-brasileño que terminaba en los Saltos del Guairá (Salto Grande de las Sete Quedas). En ese tiempo, muchos creían que de una prolija definición de esas líneas y , sobre todo, de la ubicación de sus altas cumbres, dependería el mayor o menor beneficio para el Paraguay o para el Brasil, para una eventual obra hidroeléctrica cuya construcción, al parecer, estaba prevista en la parte superior de los Saltos del Guairá, según refería el proyecto del Ing. Marcondes de Ferraz…
–En esa circunstancia se produjo una ocupación militar brasileña en Puerto Coronel Renato, un sector no demarcado y utilizado solo para el comercio regional. ¿Podría explicarnos los hechos acaecidos en esa ocasión y las consecuencias que acarreó a nuestro país?

–Al producirse ese incidente, en junio de 1965, yo ejercía la comandancia de la unidad militar ubicada en Puerto Presidente Stroessner (hoy Ciudad del Este). Lo acontecido en la zona de los Saltos (Puerto Renato) fue una “derivación” de un acto que protagonizaron varios integrantes de la mencionada Comisión Paraguaya Demarcadora de Límites. Estos señores, acompañados por educadores, escolares, autoridades y políticos de la zona, efectuaron una ostentación de soberanía cantando el Himno Nacional Paraguayo, marcharon y detonaron petardos, y tal expresión espontánea de fervor patriótico incomodó a las autoridades y los vecinos de Guaíra. La respuesta brasileña no se hizo esperar, desproporcionada por cierto, ocupó militarmente Puerto Renato…

–Y nosotros nos cruzamos de brazos, como siempre.
–No, el Gobierno paraguayo dispuso de inmediato el retiro del embajador paraguayo acreditado ante el Gobierno de la República Federativa del Brasil, doctor Raúl Peña (1904-1984), en protesta por esa militarización de Puerto Renato, única vía de intercambios entre los habitantes de ambos países en esa vasta franja de los Saltos del Guairá. Como yo ejercía el cargo de comandante militar de la zona, el presidente Stroessner dispuso mi traslado inmediato al lugar de los hechos con treinta soldados, con la misión especial de tranquilizar a una quebrantada población y de velar por los intereses nacionales de los Saltos del Guaira. Así fue como me trasladé para cumplir la orden emanada de nuestro Comando en Jefe.

–Fue una misión peliaguda frente al extravagante desplante de nuestro verdugo histórico. ¿Cómo resolvió usted ese incidente?

- Ya en el terreno de los hechos, me enteré de que ningún paraguayo podía pasar hacia el lado brasileño del río Paraná (Guaíra y otros puntos). Eso me permitió una primera evaluación del frente. Me acerqué al lugar del incidente, guiado por algunos vecinos, y pude observar que dos batallones brasileños ocupaban completamente Puerto Renato. Mediante las indagaciones realizadas por lugareños, también pude comprobar la presencia en las inmediaciones de un tercer batallón proveniente de Foz de Yguazú y de un cuarto, originario de Coronel Sapucaia. Frente a esos cuatro batallones brasileños, nuestras fuerzas eran ciertamente reducidas, aunque podría eventualmente aumentarlas con los reservistas y algunos civiles de la zona. Ante esa situación real, me propuse cruzar el río Paraná e intentar un encuentro con el jefe brasileño de ese operativo militar. Fui interceptado por la avanzada de las tropas brasileñas y me preguntaron: “É você o comandante da tropa que chegou (es usted el comandante de la tropa que llegó), a lo que respondí: “Sí, soy el comandante de esa tropa”. Entonces me expresaron: “Você não pode passar” (usted no puede pasar), y dije: “Yo quiero hablar con el general Alvaro Tavares do Carmo”. Y enseguida me contestaron: “Faça o favor de esperar aqui” (haga el favor de esperar aquí).

–¿Hizo de plantón o le eludieron con una “diablura” al estilo de “Mane” Garrincha?

–Ninguna de las dos cosas. Al rato, me facilitaron un radioteléfono por el cual pude lograr conversar con el general Carmo, y este me refirió: “Oh Samaniego, eu estava esperando-lhe, eu sabía que você vinha, em seguida estou aí” (oh, Samaniego, yo estaba esperándole, ya sabía que usted venía, enseguida estoy ahí). Así fue como nos encontramos en ese lugar el general Carmo y yo. Nos saludamos y nos abrazamos. Entonces él me dirigió la palabra: “Qué tal, Samaniego, que sorte que você tenha vindo a falar comigo (qué tal, Samaniego, qué suerte que usted haya venido a dialogar conmigo). Yo le confesé: “Sí, señor; soy yo el que viene a visitarle para jugar al fútbol”. El general brasileño celebró mi respuesta con una distendida sonrisa de amigo, al tiempo que me miraba en silencio. Precisamente, aproveché ese instante de evidente expectativa para agregarle: “Además, mi señor general, este problema no es suyo ni mío; esta cuestión debe ser dirimida por nuestras cancillerías”. Entonces, mi interlocutor me abrazó de nuevo y me repitió: “Que sorte que você vindo (que suerte que vino usted). Con esa naturalidad se distendió la tirantez fronteriza y se estableció un statu quo que permitió pasar a instancias diplomáticas.

–¿Por qué se propuso parlamentar con el “comandante enemigo” en tan delicado suceso?

–Yo sabía que el general Carmo estaba a cargo de las fuerzas brasileñas en esa región, cuya sede central se hallaba en Curitiba. Las fuerzas comandadas por dicho militar integraban dos divisiones, la de Curitiba y la de Campo Grande, con generales subalternos al frente de divisiones blindadas. El fue pedagogo del Centro de Instrucción a lo largo de diez años. Yo había realizado estudios militares en el Brasil y Alvaro Tavares do Carmo fue instructor mío en varias ocasiones. Además, ese mismo militar ejerció la jefatura de la Misión Militar Brasileña de Instrucción en el Paraguay.
–Lo conocía bastante bien, entonces.

–Exactamente, conocía suficientemente la personalidad del general brasileño. Estaba seguro de una amistad que ambos honramos. Por otro lado, soy de los que piensan que “los militares brasileños y paraguayos compartimos el denominador común de sentirnos más identificados con nuestros respectivos pueblos” que con los círculos burocráticos, más bien exclusivos y excluyentes. Por tales antecedentes, en cuanto a las relaciones entre ambos países, suelo tener presentes dos premisas: 1ª) que todos los emprendimientos realizados o por realizarse en las zonas fronterizas del Brasil se originan (o tienen el visto bueno de) en Itamaraty, lo cual significa que, 2ª) en el incidente fronterizo citado, el ejército brasileño estaba cumpliendo una misión originada, seguramente, en los más altos círculos burocráticos del Brasil.

Mañana: Tercera parte de la entrevista referida a la presentación del “proyecto usina”.


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