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Relató que, en el año 2000, el Comando de las Fuerzas Militares, a cargo del almirante Ocampos Alfaro, realizó un seguimiento de las actividades privadas de varios militares, entre ellos, Lino Oviedo y sus adherentes Woroniecki, Yegros Macías, Velázquez Steger, Varela, Maidana Kunzle y otros, además del Dr. Max Narváez Matto. Era claramente la nómina parcial de los enemigos del régimen que debían ser castigados o eliminados sin respetar ninguna ley, norma constitucional o tratados internacionales. Sin estar en la cadena de mando, el tiranuelo que prohijó el golpe parlamentario que derrocó a Raúl Cubas en marzo de 1999 se sentó sobre los reglamentos militares e impartió órdenes sobre la cúpula militar.
Como ir al patio trasero de su casa, de acuerdo a su testimonio, ordenó por ejemplo a su ayudante, el mayor Leguizamón, que se traslade a la Fuerza Aérea, específicamente a la Unidad Primera Brigada, donde estaban depositados los aviones de combate para pilotar una de las aeronaves durante la comedia del golpe del 18 de mayo.
No tenía necesidad de pedir permiso al comandante del arma (el general del Aire Ovando) para que su ayudante volara un avión de combate.
En la madrugada del 19 de mayo, sin formar parte de la cadena de mando, se presentó a la sede de la Primera División de Caballería, donde usurpó las funciones de comandante en Jefe, de juez y policía.
Ordenó que le habilitaran una oficina, donde en compañía de sus hombres, el mayor Aparicio, el mayor Restituto González, el capitán Gómez, Javier Cazal, el coronel Miguel López, el mayor Leguizamón, el mayor Oscar Elías (retirado), el embajador Lincoln Alfieri, Gabriel Chase y otros, ordenó el arresto de militares discriminando entre los genuflexos y el resto.
Con petulancia, dijo en su testimonio que recibió parte de los generales ahí presentes, quienes fueron cumpliendo las órdenes que fue impartiendo.
Vale hacer notar que el subcomisario Gamarra, en su testimonio a la justicia policial sobre aquella comedia de golpe, entró en serias contradicciones al tratar de vender la imagen de infiltrado entre los conspiradores.
Dijo que le llamó a Cazal -que se encontraba en Foz de Yguazú a la caza de Lino Oviedo- y le señaló: Ahora comienza el operativo, como si supiera todo lo que iba a pasar de ahí en adelante.
Gamarra aclaró que las instrucciones que él recibió del Presidente de la República y de Nelson Argaña era que cualquier dato que tuviera lo pasara a Javier Cazal al teléfono 0971-263 940 o al 0971-225 673, y en caso de no ubicarlo debía ponerse en comunicación con el mayor González al teléfono 0971-281 560, o con el capitán de corbeta Oscar Gómez al teléfono 0971-259 570, o con el Dr. Latorre, actual fiscal general del Estado.
Pero también dejó en claro que se reunía con el hoy fiscal general en el propio domicilio de éste, en 22 de Setiembre casi Manuel Domínguez de nuestra capital.
LATORRE NIEGA CONOCERLO
Si bien en su testimonio del 13 de junio de 2000, siendo abogado de la familia Argaña, Oscar Latorre prestó testimonio ante la Justicia Policial a fin de salvar a uno de sus hombres, dos años después, el 17 de junio de 2002, siendo ya fiscal general del Estado, afirmó bajo juramento de decir la verdad que al subcomisario -de frondosos antecedentes- solamente lo conocía como policía.
El 17 de agosto de 2001, sin embargo, Latorre suscribió una felicitación en la que le expresó el reconocimiento por la dedicación y el rigor profesional al servicio de la investigación que concluyó con la detención de Luis Alberto Rojas, uno de los sospechosos del asesinato de Argaña. Gamarra posee frondosos antecedentes.
ESCUCHAS TELEFONICAS EN BRASIL
Nelson Argaña, desde su cargo de ministro de Defensa, se vanagloriaba de liderar un grupo que en forma clandestina hacía escuchas telefónicas en territorio brasileño.
En su libro Magnicidio en la Diagonal, Osvaldo Bergonzi, actual portavoz de González Macchi en el Palacio de Gobierno, relató que Nelson Argaña no solamente lideró el grupo de élite que realizaba operativos clandestinos en territorio argentino y brasileño, sino que interrogaba personalmente a los detenidos, demostrando de esa forma su desprecio por la ley y la Constitución.
Bergonzi relata que utilizaron equipos sofisticados para rastrear llamadas telefónicas a fin de ubicar a Lino Oviedo. Las escuchas no solamente se hicieron de manera ilegal, sin previa anuencia judicial, sino en territorio brasileño. Allí usaban chalecos antibala y operaban libremente con la colaboración no oficial de policías del país vecino, como en los tiempos de la Operación Cóndor en la década de los setenta y los ochenta. Varias de esas llamadas fueron ventiladas a través de radioemisoras amigas del régimen.
Incluso señala Bergonzi que el Gobierno de Fernando Henrique Cardoso envió gente con un equipo sofisticado para las escuchas telefónicas que al final no pudieron usar.
Mañana: Los nombres de la impunidad.
Como ir al patio trasero de su casa, de acuerdo a su testimonio, ordenó por ejemplo a su ayudante, el mayor Leguizamón, que se traslade a la Fuerza Aérea, específicamente a la Unidad Primera Brigada, donde estaban depositados los aviones de combate para pilotar una de las aeronaves durante la comedia del golpe del 18 de mayo.
No tenía necesidad de pedir permiso al comandante del arma (el general del Aire Ovando) para que su ayudante volara un avión de combate.
En la madrugada del 19 de mayo, sin formar parte de la cadena de mando, se presentó a la sede de la Primera División de Caballería, donde usurpó las funciones de comandante en Jefe, de juez y policía.
Ordenó que le habilitaran una oficina, donde en compañía de sus hombres, el mayor Aparicio, el mayor Restituto González, el capitán Gómez, Javier Cazal, el coronel Miguel López, el mayor Leguizamón, el mayor Oscar Elías (retirado), el embajador Lincoln Alfieri, Gabriel Chase y otros, ordenó el arresto de militares discriminando entre los genuflexos y el resto.
Con petulancia, dijo en su testimonio que recibió parte de los generales ahí presentes, quienes fueron cumpliendo las órdenes que fue impartiendo.
Vale hacer notar que el subcomisario Gamarra, en su testimonio a la justicia policial sobre aquella comedia de golpe, entró en serias contradicciones al tratar de vender la imagen de infiltrado entre los conspiradores.
Dijo que le llamó a Cazal -que se encontraba en Foz de Yguazú a la caza de Lino Oviedo- y le señaló: Ahora comienza el operativo, como si supiera todo lo que iba a pasar de ahí en adelante.
Gamarra aclaró que las instrucciones que él recibió del Presidente de la República y de Nelson Argaña era que cualquier dato que tuviera lo pasara a Javier Cazal al teléfono 0971-263 940 o al 0971-225 673, y en caso de no ubicarlo debía ponerse en comunicación con el mayor González al teléfono 0971-281 560, o con el capitán de corbeta Oscar Gómez al teléfono 0971-259 570, o con el Dr. Latorre, actual fiscal general del Estado.
Pero también dejó en claro que se reunía con el hoy fiscal general en el propio domicilio de éste, en 22 de Setiembre casi Manuel Domínguez de nuestra capital.
LATORRE NIEGA CONOCERLO
Si bien en su testimonio del 13 de junio de 2000, siendo abogado de la familia Argaña, Oscar Latorre prestó testimonio ante la Justicia Policial a fin de salvar a uno de sus hombres, dos años después, el 17 de junio de 2002, siendo ya fiscal general del Estado, afirmó bajo juramento de decir la verdad que al subcomisario -de frondosos antecedentes- solamente lo conocía como policía.
El 17 de agosto de 2001, sin embargo, Latorre suscribió una felicitación en la que le expresó el reconocimiento por la dedicación y el rigor profesional al servicio de la investigación que concluyó con la detención de Luis Alberto Rojas, uno de los sospechosos del asesinato de Argaña. Gamarra posee frondosos antecedentes.
ESCUCHAS TELEFONICAS EN BRASIL
Nelson Argaña, desde su cargo de ministro de Defensa, se vanagloriaba de liderar un grupo que en forma clandestina hacía escuchas telefónicas en territorio brasileño.
En su libro Magnicidio en la Diagonal, Osvaldo Bergonzi, actual portavoz de González Macchi en el Palacio de Gobierno, relató que Nelson Argaña no solamente lideró el grupo de élite que realizaba operativos clandestinos en territorio argentino y brasileño, sino que interrogaba personalmente a los detenidos, demostrando de esa forma su desprecio por la ley y la Constitución.
Bergonzi relata que utilizaron equipos sofisticados para rastrear llamadas telefónicas a fin de ubicar a Lino Oviedo. Las escuchas no solamente se hicieron de manera ilegal, sin previa anuencia judicial, sino en territorio brasileño. Allí usaban chalecos antibala y operaban libremente con la colaboración no oficial de policías del país vecino, como en los tiempos de la Operación Cóndor en la década de los setenta y los ochenta. Varias de esas llamadas fueron ventiladas a través de radioemisoras amigas del régimen.
Incluso señala Bergonzi que el Gobierno de Fernando Henrique Cardoso envió gente con un equipo sofisticado para las escuchas telefónicas que al final no pudieron usar.
Mañana: Los nombres de la impunidad.