En Cuba y Venezuela están cansados de autoritarismo

En Cuba y Venezuela la gente está cansada del racionamiento de alimentos, las alabanzas a los mandamases de turno y el ambiente represivo de delación estilo stronista. Es el fundamento que alienta las manifestaciones que son duramente reprimidas en el país caribeño en estos días. Marcial Centurión, 34 años, licenciado en Deportes, egresado en Cuba, especializado en natación, describe una experiencia de cinco años en la isla, no exenta de incidentes, tiempo en que se percató del profundo desgaste que sufre el sistema, un hastío y descontento contra la opresión. Centurión relata que fue invitado una vez a Caracas, en su carácter de presidente del Centro de Estudiantes, para hacer alabanzas a Chávez y Castro. Recuerda que puso en riesgo su beca al negarse a seguir asistiendo a aquellas jornadas de histeria y fanatismo.

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–¿Cómo consiguió una beca en Cuba sin ser militante de las ideas comunistas?

–Yo cursaba el segundo año en la Escuela Nacional de Educación Física (ENEF) cuando vino la invitación para seguir nuestros estudios en Cuba. Aquí solamente ofrecían el título de profesorado, allá la licenciatura. El requisito era pagar el boleto de avión.

–¿Cuánto?

–Muy caro, 1.200 dólares. Se va vía Buenos Aires o São Paulo. Yo vine de visita en dos ocasiones en cinco años. La mayoría no vuelve hasta terminar la carrera.

–¿Qué tiempo fue?

–Del 2000 al 2005. Fuimos la primera promoción de la Escuela Internacional de Educación Física y Deportes (EIEFD) de La Habana, Cuba. Eramos cinco paraguayos al principio. Después se fue incrementando hasta llegar a 50 más o menos. La escuela está a unos 30 km de la ciudad.

–Antes había becas solo para medicina.

–Siempre hubo una alta cantidad de paraguayos en medicina, entre 500 y 600. La Escuela Latinoamericana de Medicina también está en las afueras de La Habana.

–La beca, ¿qué implicaba?

–Vivienda, alimentación, cobertura médica y un estipendio mensual de 100 pesos cubanos, equivalentes a cinco dólares.

–¿Tenían materias de adoctrinamiento ideológico?

–La instrucción es sobre deportes. En la convivencia diaria nos daban a conocer su ideología. Si había afinidad muchos participaban de sus actividades extraacadémicas. En la clase no se hablaba. En todo caso había debates con los profesores.

–Pero les invitaban a sus actos políticos.

–Invitaban a sus marchas, conmemoraciones, eventos. El 1 de mayo es la conmemoración más festiva, la más multitudinaria. Nos facilitaban el transporte. Yo fui un 1 de mayo por curiosidad. Quería ver. Nos daban de desayunar. Terminaba después del mediodía. Nos ponían enfrente mismo en la Plaza de la Revolución.

–¿Cuántos extranjeros?

–Como 20.000 becarios en toda la isla.

–¿Cuando se fue usted tenía conocimiento que había un gobierno autoritario?

–Tenía conocimiento que era un estado socialista con un régimen autoritario parecido al régimen de Stroessner, que ya tenía su tiempo en el poder y que pudo haber tenido una mayor apertura hacia el mundo desde la caída del Muro de Berlín.

–¿Sabía que había represión?

–Había comentarios, pero yo me fui sin ningún temor. Me interesaba más mi carrera. Yo sabía de los logros que tuvo Cuba a nivel internacional. Sabía que era una de las mecas del deporte en América, uno de los más ganadores de medallas olímpicas.

–¿En qué basa su éxito? ¿Tiene que ver el autoritarismo?

–No. Es toda una estructura, basada en los conocimientos que adquirieron en el campo socialista. Fueron formados por los soviéticos. Ellos fueron sus precursores en el entrenamiento deportivo. Lograron adaptar a su realidad lo que aprendieron.

–La gente se pregunta curiosa, ¿por qué hay tantas deserciones de atletas olímpicos?

–Yo estuve en Cuba en los Juegos de Sidney 2000 y Atenas 2004. Hubo gente que optó por el asilo. Es la tentación que significa poder desarrollar su carrera deportiva en países que ofrecen mayor remuneración, rentabilidad, desarrollo profesional. Pero al final, lo más importante es la libertad.

–Cansados de recibir órdenes.

–Ciertamente buscan más libertad, menos restricciones. El ambiente deportivo no es un sistema autoritario como tal, pero es muy limitado. No se puede salir del país cuando uno quiere.

–¿Los cubanos no pueden salir de su país?

–No, sin permiso del gobierno. Se restringen las libertades individuales o, por lo menos se regulan. Sin previa autorización tampoco se puede hacer permutas o canje.

–¿Se adaptó al sistema?

–No me molestó así como tal. Fui aceptando muchas cosas y rechazando otras. No creo en que el Estado tenga que regular las libertades individuales para lograr la equidad. El Estado debe ser un facilitador de oportunidades de desarrollo y nada más. Para ellos es extraño el sistema de libertades y para nosotros, como es lógico, el sistema de restricciones. En las conversaciones informales hacen aflorar su disconformidad por la falta de libertad, la falta de oportunidades, del gran limitante que es el progreso financiero, económico. A eso se agrega el sinnúmero de contratiempos que significa el desabastecimiento de cosas básicas, el racionamiento de comida, de insumos de limpieza, la luz, el agua.

–Deben estar hastiados.

–Mantienen un espíritu combativo, pero el día a día desgasta. En voz baja nos transmiten su descontento.

–Temen las represalias.

–Puede haber represalias. Depende de lo que se diga. Alguna autoridad del municipio, del barrio, de la cuadra puede tomar represalias. Allá se cuidan bastante de expresar su desacuerdo.

–¿En las manifestaciones se toma lista, como se hacía aquí en tiempos de Stroessner?

–Con los funcionarios, los profesores, había control de quién asistía a las marchas. Al finalizar el año, el que no tenía ninguna falta, tenía cierto estímulo, una especie de aguinaldo en especias, “en divisas”, como le llaman.

–¿Alguna vez usted sufrió algún amedrentamiento?

–Lo que tuve fue un incidente. En el año 2002 fui electo presidente del consejo estudiantil, que es como ser aquí el presidente del centro de estudiantes de la facultad. Allá había 2.000 estudiantes de 72 nacionalidades.

–Mucha gente.

–En el 2003 asistí a un encuentro de solidaridad con la Revolución Bolivariana en Caracas para conmemorar el primer año del intento de golpe frustrado contra Chávez. A mí me invitaron como presidente del centro de estudiantes para integrar la delegación cubana.

–¿Cuántos?

–Eran como 200 cubanos. Fuimos a Caracas a asistir a un congreso, seminarios, charlas, debates por espacio de una semana.

–Todo para hacer alabanzas a Chávez y Castro.

–Había fotos gigantescas de Chávez y Fidel. Exponían sobre su ideología. Fue en ese momento que renegué de esa forma de pensar que tanto escuché desde que llegué a Cuba. Se pasan hablando del “imperialismo yanqui”, pero al mismo tiempo fomentan la veneración y el culto a la persona, al comandante Chávez, al comandante Castro, como si fueran enviados de Dios. Ese ambiente fanático me molestaba, con más razón porque soy deportista.

–Un cepillerismo crónico.

–Estaba podrido de escuchar “comandante supremo”, “ordene”. No me parece razonable lo que dicen y lo que hacen.

–¿Les exteriorizó su incomodidad?

–No sé si tuve una crisis o qué, lo que sí es que me fui al hotel después de una de esas actividades donde se pasaron haciendo vítores a Chávez y Fidel y culpando a Estados Unidos y al “fascismo” de todos los males del mundo. En la cena, un miércoles, le dije a mi encargado que ya no quería asistir más a las actividades que iban hasta el viernes. Le dije que no me gustaba ese ambiente de gente radicalizada. Le dije que quería quedarme en el hotel.

–¿Qué le respondió?

–Me dijo: “No hay problema. Voy a comunicar esto. Vamos a ver cómo te podemos ayudar”. Me dejó. Se fue. Hubo una pausa de unos 15 minutos. Por lo visto fue a conversar con sus superiores. Vino. Me dijo que podía retornar a La Habana en el próximo vuelo al día siguiente. Pero me advirtió que al llegar allá iban a analizar mi comportamiento y que estaba en juego la continuidad de mi beca.

–Y ¿qué hizo?

–Al final me quedé. La incertidumbre de no saber qué va a pasar es peor. Fue en uno de esos actos posteriores que conocí a Camilo Soares y al presidente de los comunistas paraguayos, Ananías Maidana. Se fueron como representantes del Paraguay. Los reconocí como paraguayos porque estaban tomando tereré. Compartimos el tereré y hablamos bastante. Un par de meses después, estando yo en mi universidad se fue de visita Camilo con otra persona. Fue en el 2003. Los paraguayos les mostramos el campus. Al finalizar la visita nos sacamos unas fotos como recuerdo frente a la escuela. La persona que le acompañaba, el que sostenía el tereré, me acuerdo, no hablaba o hablaba poco.

Con el tiempo, después de mi retorno al Paraguay en el 2005 me sorprendió ver esa foto que nos sacamos, pegada en las paredes y murallas, por todas partes. Tenía una leyenda el afiche: “secuestradores”, decía, y agregaba el nombre de Osmar Martínez. Había sido que la persona que casi no habló cuando nos visitaron en La Habana era Osmar Martínez.

–Preso y condenado por el caso Cecilia Cubas.

–Era la foto que nos sacamos en mi universidad.

–Le habrá preocupado.

–No me preocupó. Era parte de una campaña que se hacía en contra de ellos.

–¿Cuál es su opinión sobre lo que está pasando en Venezuela, con Cuba como la brújula del gobierno de Maduro?

–El fanatismo, el culto a la persona, lo único que hace es radicalizar, polarizar. No es sano. No es sano que porque uno piensa diferente se le rotule de traidor, golpista o fascista. Es natural en el hombre el ejercicio de discernir, de pensar diferente. Ellos no pueden decir que tienen la única y la absoluta verdad sobre las cosas, y con esa excusa vengan a atropellar a nuestro país como hizo el presidente Maduro en el 2012.

holazar@abc.com.py

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