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La temporada de lluvias comenzó en Bolivia. Las primeras precipitaciones en la naciente del Pilcomayo tienen como resultado el aumento de caudal.
El río nace en la zona de Potosí, en montañas que superan los seis mil metros de altura.
La creencia popular habla de un río que se alimenta del deshielo en los meses de verano, pero esto no es así: el Pilcomayo se nutre de las lluvias que caen entre noviembre y febrero.
El cauce del río actúa como un gigantesco embudo que colecta el agua de lluvias en las montañas.
Dependiendo del nivel de las precipitaciones, el Pilcomayo puede alcanzar caudales extremos y superar los dos mil metros cúbicos por segundo.
Para tener una idea, esto significa que en los pasos montañosos puede alcanzar fácilmente cinco metros de altura; y en temporada de seca se asemeja a un arroyo.
Con las lluvias llega el arrastre de sedimentos. El Pilcomayo ocupa el segundo lugar en el planeta en transporte de sedimentos, detrás del río Amarillo, en China.
En la zona de Villa Montes, ciudad situada en la estribaciones de los Andes, se puede observar el Pilcomayo bajando con el color chocolate que le caracteriza en la época de crecidas, resultado del transporte de arena.
Al pasar las montañas bolivianas, el Pilcomayo se interna en la planicie chaqueña con dirección a los territorios de Argentina y Paraguay.
Ambos aguardan la llegada de sus aguas para regar un territorio sediento. El Pilcomayo se extiende en un valle de inundación donde no existe otro curso de agua que pueda alimentar el ecosistema.
El país que haya trabajado con antelación y mayor ahínco en la habilitación de su canal se queda con el beneficio de recibir mayor porcentaje de agua.
El año pasado, el Pilcomayo casi no ingresó en nuestro territorio, como resultado de la desidia en limpiar con tiempo el canal. Este año podría pasar lo mismo porque de nuevo hay retrasos en los trabajos.