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–¿Cómo fue ese movimiento de Semana Santa con la expectativa que hay por la visita del Papa?
–La expectativa es muy grande en nuestra parroquia, en la gente pobre y enferma de los bañados. Nadie se hubiera imaginado que el Papa podía venir al Paraguay dos años después de ser ungido. Estamos corriendo para preparar todo, sobre todo espiritualmente. Sabemos del amor de Francisco por los más débiles y los enfermos. Nos ilusionamos con que venga aquí en nuestra clínica por lo menos 10 minutos a visitar a nuestros enfermos terminales.
–¿Usted pidió que San Rafael figure en su itinerario?
–Sí, y estamos rezando para que venga y así aprovechamos para inaugurar nuevas obras. Francisco tiene una simpatía muy particular por este país, por su historia. Todos conocen su testimonio sobre la mujer paraguaya, esa heroína que le levantó de la tragedia de la Guerra, a la que pidió inclusive que le concedan el Premio Nobel por su lucha y su triunfo en el dolor. Es algo sublime. A mí me impresiona el entusiasmo que hay. Es un motivo más para alabar al Señor. El punto es que tenemos que movernos.
–Queda muy poco tiempo...
–Poquísimo. La gente no duerme, la Curia, los obispos también. Viene el Papa y más todavía, viene un Papa latinoamericano. Imagínese qué privilegio que venga un Papa que conoce bien el corazón del pueblo paraguayo.
–¿Cree que Francisco visitará a los enfermos terminales de San Rafael?
–Usted no sabe cómo el anuncio de la visita dinamiza a nuestros enfermos. Hay una señora, doña Inocencia, de 80 años, 40 kilos, que ahora ya se sienta para tomar la comunión. Hay otra que estaba 24 horas acostada, con el cuerpo duro como el mármol. Ahora mueve su mano derecha y quiere componer poesías para el Papa. Ella es de Borja. Escribe muy bello. Y así, si le contara la historia de cada enfermo... Es impresionante.
–¿Qué espera esta gente, algún milagro?
–Si creen en Cristo puede obrar el milagro. Cuando lo visité en enero en Roma gracias a una gestión del nuncio (Eliseo Ariotti) le manifesté nuestro deseo de que venga a bendecir la clínica. Allí fue que me dijo: “me voy al Paraguay este año”. Me sorprendió porque se hablaba del 2016. Yo le obsequié una pequeña escultura de Pistilli, el San Juan Bautista que bautiza a Jesús, hecho de hierro forjado.
–¿Cómo fue ese encuentro?
–Fue breve. Me mostró el mantel de Ñandutí que tenía casi como un tesoro, en fin. Este va a ser un acontecimiento muy grande.
–¿Cree que será mayor que el impacto de la visita de Juan Pablo II?
–Para que tenga una idea, se está pidiendo 50.000 servidores. Con Juan Pablo II fue 25.000. Va a ser un acontecimiento muy grande. Nadie lo ve aquí como el Jefe de Estado del Vaticano. Lo ve como el Santo Padre, el representante de Cristo en la tierra, el Vicario de Cristo. Por eso suscita tanto entusiasmo en nuestros enfermos. En el fondo, muchos creen que van a ser sanados. Y todo eso puede suceder. Nuestra Iglesia paraguaya ha emergido triunfante de una dura crisis gracias a que el pueblo es profundamente cristiano. Tanto la Conferencia Episcopal, los sacerdotes, religiosas y los feligreses se organizan con alegría para recibirlo.
–¿Hubo crisis de fe desde que un obispo (monseñor Fernando Lugo) renunció y se hizo político?
–Nunca la fe se ha puesto en crisis. Si quiere una prueba venga a ver este mundo del dolor de los enfermos, que saben que van a morir. Es desconcertante, conmovedor cómo abrazan la fe.
Es cierto, tuvimos un obispo que se hizo político. Fue presidente. Ha fracasado. Quedó en la Iglesia una herida. En la Iglesia de Haití también hubo uno...
–(Bertrand) Arístide...
–Sí. También ha fracasado. Muchos abandonaron nuestra Iglesia detrás de ellos. Algunos me dicen: “cómo creer en una Iglesia que nos ha desilusionado”. Pero Dios es bueno y nos envía a su representante en la tierra para devolvernos la seguridad y la convicción, para darnos otra oportunidad de anunciar a Cristo de manera más adecuada. El papa Francisco viene a anunciar la nueva Primavera para la Iglesia paraguaya. El mundo político no se podrá mostrar indiferente...
–¿Por qué remarca el “mundo político”?
–El papa Francisco no tiene miedo de decir claramente “al pan, pan y al vino, vino”, de señalar el pozo en que hemos caído...
–¿A usted le parece que va a ser capaz de conmover a los corruptos?
–El que tiene la conciencia petrificada no se conmueve. No tiene remedio. Pero así como nuestros enfermos anhelan su sanación, los paraguayos esperan que la venida del Papa consiga conmoverlos, alentar a los que obran bien y despierte la fe en los que no lo hacen, para que reconozcan que obran mal. Pienso especialmente en los que forman parte del Poder Judicial.
Con muchos de ellos pasa lo que en la antigüedad pasaba con los sacerdotes, escribas y fariseos. Son falsos y corruptos. Es impresionante el pasaje del Evangelio que dice: “así como juzgan serán juzgados”.
Fueron ellos quienes pusieron a Jesús en la cruz siendo inocente. Summa lex iniuria (La aplicación de la ley puede convertirse en la mayor forma de injusticia) Los que se presentan como los grandes intérpretes de la ley son los que más ofenden. Son los que desobedecen. No les importa Dios y están alienados por el dios dinero. Esa es su verdad. Es como le pasó a Jesús cuando le preguntó Pilato. “¿Qué es la verdad?”. Él no respondió. Era una evidencia que se imponía. La verdad fue que lo buscaron para matarlo dándole a su muerte formalidades seudolegales.
Lo pusieron en la cruz por haber blasfemado. Por haber dicho que en tres días iba a construir el templo destruido, sin ayuda de ningún ser humano. Él se refería a su propio cuerpo, no al cuerpo inanimado del templo que construyeron en 46 años. Ya adelantaba que resucitaría en tres días después de morir a manos de aquellos mismos a quienes expulsó del templo, a los mercaderes y cambistas que profanaban con sus actividades la Casa del Señor. ¿Cuántos hoy en nuestro país están presos sin juicio? Son las personas que roban caramelos, madera terciada, mientras los grandes ladrones se mofan, se pasean libres, orondos, usufructúan los restaurantes, las reuniones sociales, los clubes deportivos y salen como si nada en las páginas sociales de los diarios. Aparecen como grandes señores. Y ¿dónde está la justicia?
–Muchos sueñan con solo tocar al Papa...
–Un encuentro no cambia la vida. Tocar al Papa no cambia la vida si no hay un corazón disponible que tome en serio las enseñanzas de Jesús. La fe que el Papa testimonia va a la profundidad del ser, del corazón. Ahí esta la cuestión. La presencia del Papa nos hace asumir una responsabilidad para abrir nuestros corazones y poder recibirlo con alegría. Todos estamos llamados a convertirnos, a reconocer que somos pecadores, a confesarnos. Si uno no se confiesa ¿cómo puede recibir la eucaristía? Yo creo firmemente en que la venida del Papa conmoverá muchos de esos corazones duros. Mire que no fue fácil construir una clínica para enfermos terminales. Pero esa capacidad que tiene el cristianismo de mover montañas hace posible todo esto. Nuestra fe nos muestra de esta forma su belleza. Verlo al Papa no nos va a cambiar la vida. El encuentro con Cristo es el que cambia.
El gran escritor francés Charles Péguy nos señala que el hombre que es tan bueno para pecar es bueno para la gracia. El bueno para la gracia es bueno para el pecado. Caminan siempre juntos la gracia y el pecado. Es como la cruz y la espada. Lo importante, como hizo el buen ladrón, es que pidamos humildemente perdón a Dios y vivir en la fe, y que veamos resplandecer la fe en los jueces, políticos, trabajadores, amas de casa y en nuestros pastores de esta Iglesia paraguaya que tanto necesita de testimonios, como el que nos ofrece Chiquitunga (la santa paraguaya). “Yo soy tú que me haces”.
–¿Cada cuánto mueren en la clínica?
–Hay un promedio de uno al mes. Ahora murió uno. Murió como un santo. Lo sacamos de la basura y murió como un príncipe, con todos los sacramentos. Es necesario conmoverse por estas almas. Es lo que el Papa repite. Hizo cardenal al obispo de Agrigento, Francesco Montenegro, de una población olvidada y pobre de Sicilia, testigo del dolor de los cientos de migrantes que arriesgan la vida en el Mediterráneo cuando intentan entrar a Italia.
–¿Qué se aprende al ver muertos tan seguido?
–Que la vida es breve y la muerte cierta. Tenemos una sola alma. Si la perdemos qué será. Nos obliga a preguntarnos por qué vivimos. El Papa no nos propone un cristianismo light. Es radical. Un cristiano tiene que agachar la cabeza y decir: Señor, ten piedad de mí...”.
–Convoca mucha gente.
–¿Por qué le parece que el Papa convoca tanta gente si no es una estrella? Seis millones lo escucharon en Filipinas. Reunió dos millones en Río de Janeiro. Ni el ídolo, ni el artista más grande del mundo consigue concitar tanta atención ni los medios de comunicación se esmeran tanto en realizar la cobertura de su visita sin escatimar fondos para hacerlo.
– ¿Cuánta gente cree que reunirá en nuestro país?
–Fácilmente un millón y medio. Nuestro territorio será un sitio privilegiado para recibir a los creyentes de Argentina, Brasil y Uruguay. Todos quieren estar cerca de un jefe de la Iglesia tan carismático. Legiones van a venir y para eso tenemos que prepararnos y ser solidarios con todos. Vamos a demostrar una vez más que la Iglesia es como una perla en el barro. Es indestructible.
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