Sobre héroes y olvidos (I)

La patria ESTÁ donde están los vivos. La patria ES donde están sus muertos...! - Josefina Plá. España, 1903/Paraguay, 1999.

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El Gobierno decretó el traslado del feriado por el Día de los Héroes, al lunes 26 de febrero. El presidente Horacio Cartes tampoco asistió a los actos del 1º de marzo en Cerro Corá porque había agendado recibir las cartas credenciales del embajador argentino en el mismo día. El gesto dice mucho más que cualquier discurso. Especialmente lo que es y lo que no es importante para nuestras autoridades. El “combo” de desatinos en torno al tema simboliza también de manera perfecta el orden de las cosas. Porque sería interesante saber si para movilizar el feriado fueron consultados la Secretaría Nacional de Cultura, la Academia Paraguaya de la Historia y el Ministerio de Educación y Ciencias... o si asesoraron para el tema los “advisers” oficiales del Primer Mandatario o algún otro conspicuo concurrente a las rondas presidenciales del tereré. Porque si la intención fuera contar con feriados largos para fomentar el turismo o el comercio, solo bastaba que de una vez por todas, tuviésemos nuestros lugares históricos, accesibles, limpios, bien señalizados; como sucede en cualquier país que respeta su memoria.

Lo curioso es que los colorados se han ufanado siempre de ser “herederos de las glorias del pasado” y tuvieron, nada menos que a Enrique Solano López, hijo del Mariscal, defendiendo al gobierno ante la revolución liberal de 1904. En contrapartida y por la misma época, los liberales eran señalados como enconados adversarios del “lopizmo”. Aunque sin embargo, algunas de sus figuras más representativas tuvieron juicios acordes con su calidad de estadistas y de paraguayos al manifestarse sobre el Mariscal y nuestro drama del 70. Cuando al Gral. José F. Estigarribia, por ejemplo, periodistas brasileños le pidieron una opinión sobre López, el conductor del Chaco les contestó: “A los héroes no se los analiza... se los siente”.

Manuel Gondra, exaltaba el enorme afecto de Juan B. Alberdi hacia la causa paraguaya de esta manera: “...Sólo Alberdi hacía sonar sus gritos de protesta y su voz de defensa, mientras las armas de esforzados combatientes y de gloriosos caídos iban trazando sobre el suelo estremecido de la patria, esa inmensa diagonal de sangre y de heroísmo, que arranca en las arenas de Itapirú, y halla término en las soledades de Cerro Corá”.

Y en una conferencia que el Dr. Eusebio Ayala ofreció a un colectivo de obreros en París, en abril de 1932, el que sería Presidente de la Victoria, dijo: “¿Cómo se puede ser conservador en un país en que no hay nada que conservar si no son los recuerdos heroicos?”.

Pero vinieron otros tiempos y estamos en Democracia. Pero en vez de despojar a la Historia Nacional de la cautividad en que la mantuvo la Dictadura, ahora hay gente interesada en prescindir del “molesto legado” que nos carga y hasta desmantelar el Altar de la Patria. O que el mismo no exista. Sin ataduras con nada, seríamos –seguramente– más manejables y frívolos de lo que ya somos. Porque la memoria y la identidad nacional son los últimos recursos del pueblo, cuando todo parece perdido. Y serán también la llama que nos impulse cuando llegue, como inexorablemente llegará, el momento del renacimiento.

Sin la historia podemos ser cualquiera, de cualquier parte. Compradores compulsivos de cualquier ilusión; turistas desavenidos, displicentes e irresponsables en un territorio que nos sirve de campamento... solo mientras sobrevivamos.

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