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Desafortunadamente, los pronósticos se convirtieron en realidad. Al colapso en el precio de las materias primas a partir del año 2014, siguió un encarecimiento de las condiciones externas de financiamiento, consecuencia de la normalización en la política monetaria norteamericana. Ello se “complementó” con la peor recesión histórica de la economía brasileña y la implosión de la argentina. Pero, a pesar de este contexto externo adverso, nuestra economía mostró resiliencia y fue capaz de desacoplarse del volátil ambiente global y regional. Ahora que estamos al comienzo de un nuevo gobierno, ¿qué podemos esperar de aquí para adelante?
En primer lugar, es necesario analizar las condiciones externas vigentes al comienzo de los dos últimos periodos presidenciales. No importa cuál sea la variable utilizada (precio de materias primas, tasa de interés de bonos del tesoro americano, “spreads” soberanos de países emergentes o perspectivas de crecimiento de los países vecinos), en todos los casos estos indicadores son peores ahora que en el 2013. Paraguay no la ha tenido, ni tampoco la tendrá fácil en lo relacionado a la coyuntura externa. Los potenciales motores externos de nuestro crecimiento económico están apagados o, a lo sumo, funcionan a muy bajas revoluciones.
En segundo lugar, es importante evaluar cuidadosamente el desempeño reciente de la economía paraguaya. Durante los primeros cinco meses del año manteníamos un dinamismo que se encontraba inclusive por encima de lo esperado a finales de 2017 (el indicador de actividad económica del BCP registraba un crecimiento interanual de poco más del 6% en promedio). Sin embargo, en el último trimestre la actividad económica se desaceleró fuertemente a un 1,2% interanual de acuerdo al mismo indicador. Esto debe constituir una luz amarilla para nuestras perspectivas de crecimiento económico.
En tercer y último lugar, cabe preguntarnos ¿qué deberíamos hacer en estas circunstancias? Mantener el dinamismo productivo doméstico requerirá de políticas inteligentes. Para ello hay que evitar caer en dos errores típicos del hacedor de políticas latinoamericano: decir que todo lo que se hizo antes estaba mal, y olvidar la historia e intentar inventar la rueda. Es imposible considerar todas las posibilidades de política dada la restricción de espacio en toda columna de opinión. Consciente de ello, quisiera concentrarme en dos cuestiones fiscales: los gastos de capital y el próximo Presupuesto General de la Nación (PGN).
El elevado nivel de inversión pública durante el lustro pasado ha sido un factor clave para lograr “inmunizar” a la economía paraguaya de la fuerte recesión en los países vecinos. Gradualmente, el gobierno pudo lograr un incremento de este tipo de gastos (para la Administración Central) desde un promedio de menos de 500 millones de dólares en el quinquenio 2008-2012 hasta casi 1.000 millones a fines de 2017. Las obras públicas han sido fundamentales como política “contracíclica” y serán aún más importantes para mejorar los niveles de productividad del país en el mediano plazo. Por eso preocupan los resultados observados en los dos últimos meses: los niveles de ejecución se encuentran por debajo de lo registrado el año pasado (13% en guaraníes y casi 20% cuando expresado en dólares). Se vuelve urgente revertir esta tendencia.
Por su parte, la aprobación del PGN 2019 dará una señal clara acerca de nuestro compromiso con la estabilidad macro. Inversionistas, calificadoras de riesgos y organismos multilaterales están atentos a los números finales del primer presupuesto del nuevo gobierno. Lógicamente, todos esperamos que el mismo continúe siendo el ancla de nuestra política fiscal. En particular, los gastos aprobados deberán estar en línea con los ingresos esperados. En este sentido, debe notarse que el crecimiento de los ingresos tributarios ha disminuido significativamente: Del 15% registrado en el primer cuatrimestre a menos del 3% en promedio durante los últimos 5 meses. Esta tasa es inclusive menor a la proyectada por el MH para la elaboración del PGN. Esto indica claramente que no existe NINGÚN espacio para potenciales incrementos salariales.
Paraguay ha tenido la economía más pujante de la región durante la primera mitad del año. Pero sería poco sensato seguir celebrando el resultado de unos números que, a esta altura, son cuasi prehistóricos. Las señales son de un punto de inflexión en este segundo semestre. Políticas económicas oportunas (y que se ajusten al criterio de sostenibilidad en el tiempo) serán fundamentales para que la reciente desaceleración económica no evolucione hacia una recesión que hace años no vemos.