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Por más de una década, el 17 de mayo ha sido el día para llamar la atención sobre la discriminación y violencia que sufren las personas lesbianas, gays, bisexuales, transgéneros y de otras minorías sexuales (LGBT+) alrededor del mundo.
Marca el día que, hace casi 30 años, la Organización Mundial de la Salud, finalmente, eliminó a la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales.
Pero décadas después, una fobia o miedo irracional contra las personas LGBT+ aún perdura en diferentes niveles dentro de nuestras sociedades y comunidades.
Esto se traduce, por ejemplo, en una mayor tasa de asesinatos (especialmente para las personas trans), altas tasas de exclusión en cuanto al acceso a la educación y al empleo y varias violaciones de los derechos humanos. Y seamos claros: las personas LGBT+ enfrentan todo esto no por lo que hacen o dicen, sino por quiénes son. Por quiénes somos.
Yo supe que era gay antes de conocer la palabra gay. No fue algo que busqué y adopté. Era y es simplemente quién soy.
Pero al descubrir lo que significa el concepto “gay”, también descubrí la homofobia.
Fuera de mi solidaria e inclusiva familia, yo podía ver que mucho de mi mundo en el Reino Unido, en la década de los 80, veía lo que yo era como algo malo.
Fui víctima de bullying y cierta violencia. Pero, afortunadamente, a medida que crecía y me volvía más abierto en lo que respecta a mi sexualidad, también mi sociedad estaba cambiando y volviéndose más inclusiva.
Como un ejemplo, cuando me convertí en diplomático, tenía una marca especial en mi archivo de recursos humanos para indicar que yo era gay, limitando así los países en los que podía trabajar. Al año, esa marca había desaparecido. Y el día de hoy, mi gobierno es tanto un empleador que apoya plenamente a sus empleados LGBT+ como un firme defensor de los derechos LGBT+ a nivel internacional. “Los derechos LGBT son derechos humanos”, dijo la Primera Ministra Theresa May el año pasado, “como un gobierno británico los defenderemos siempre”.
El tema de este año para el 17 de mayo es “alianzas para la solidaridad”.
Es un recordatorio que las batallas no pueden ser ganadas solos. Una amplia coalición de personas, organizaciones e inclusive los negocios serán necesarios para rechazar este miedo irracional que causa tanto dolor, discriminación y violencia. Estos resultados no ayudan a nadie: ni al individuo, la sociedad o inclusive a la economía.
Así como lo indica la campaña de la ONU “Libres e iguales”, existe un vínculo entre la marginalización de un país a la comunidad LGBT+ y una pérdida económica.
Un estudio del Banco Mundial de 2014 demostró que la discriminación a la comunidad LGBT+ y la consiguiente pérdida de productividad, fuerza laboral y talento, podrían estar costando una economía del tamaño de la India, por ejemplo, US$ 32 mil millones… Sí, “mil millones”, al año.
Es un desperdicio del potencial humano, un estancamiento en el crecimiento y una masiva pérdida de ingresos para el gobierno.
Una sociedad inclusiva, por otro lado, tiene beneficios tangibles. No solo que las personas puedan expresar quiénes son, aspirar a cualquier cosa, desarrollar su potencial y vivir y amar en paz y respeto. También es una sociedad económicamente más próspera y más atractiva para los inversores internacionales.
Poner fin a la discriminación LGBT+ no es solo una prioridad de derechos humanos, es una cuestión económica.
* Embajador Británico en el Paraguay
@MattHedgesFCO