Nubarrones sobre la Corte

Rafael Correa no soporta las risas. En Ecuador el que sonríe pierde. Así se lo confirmó el pasado 17 de marzo a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) el caricaturista ecuatoriano Bonil –Xavier Bonilla–, uno de los mayores perseguidos del Gobierno ecuatoriano.

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Al contrario de Correa, Bonil no pierde su humor e ironizó en audiencia pública ante los comisionados: “En Ecuador hay tanta libertad de expresión que ahora los censores publican libremente sus veredictos”. Al humorista lo acompañaban representantes de cuatro organizaciones de defensa de la libertad de expresión, que denunciaron los continuos y variados ataques del gobierno de Correa contra esta libertad y derecho de los ecuatorianos.

Pero poco le importaron estas denuncias a Correa. Durante toda la audiencia el lugar para los representantes del Gobierno ecuatoriano estuvo vacío.

Parecería que ahora a Correa, un declarado, agresivo y permanente enemigo de la CIDH y de la Relatoria para la Libertad de Expresión, cuyas desaparición o sometimiento ha buscado por diversas vías, el tema ya no le preocupa tanto.

La percepción de los asistentes a la Audiencia, juristas, embajadores y una gran cantidad de activistas y expertos defensores de los Derechos Humanos, es que Correa ya no teme que su caso pase a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, pero además, no le teme a lo que pueda decidir la propia Corte.

Había coincidencia entre los asistentes en que la estrategia del presidente ecuatoriano, cabeza visible, pero también de algunos otros gobiernos de la región, es “conquistar” a la Corte. “Y ya algo están consiguiendo”, se advirtió por más de un activista.

Un miembro de una organización ecuatoriana fue más concreto: “Correa el año pasado donó un millón de dólares a la Corte y fue recibido bajo palio por el presidente del organismo y saludado como uno de los ‘campeones’ de los derechos humanos”.

“Y ahora, añadió, propone como candidato a magistrado de la Corte a un hombre que le responde sin chistar, el abogado Patricio Pazmiño Freire, presidente del Tribunal Constitucional de Ecuador”.

Pazmiño, cuya designación como juez y como miembro del Tribunal fue muy cuestionada, incluso por su legalidad, por juristas independientes, es señalado como uno de los artífices, por encargo de Correa, de la actual Constitución ecuatoriana y de otras normas restrictivas de las libertades individuales básicas. El propio Pazmiño no tiene empacho de decir, como se lo manifestó a una delegación de la SIP, que el sistema democrático y republicano liberal –léase vigencia de los derechos individuales, de la libertad de prensa, de la separación de poderes– ya estaba caduco y que con la constitución ecuatoriana “se dio un giro copernicano” en esa materia. Afirmó además que ya no se debe hablar de derechos individuales sino de derechos colectivos.

Para qué agregar más; este señor, apadrinado por el presidente Rafael Correa, podría llegar a ser no solo Juez sino hasta presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Entre las organizaciones de defensa de los derechos humanos, existen esperanzas de que esta candidatura no prospere. De todas formas hay mucho temor de que la Corte sea copada. “Ya hay síntomas, resoluciones concretas, preocupantes y podría ser peor”, dicen. Observan con beneplácito que se va alguno que dejó mucho que desear y fue bastante dañino, pero los desanima la aparición de otros como Pazmiño o el candidato de Argentina, el abogado Eugenio Raúl Zaffaroni, que generan mucha inquietud ante su eventual integración al organismo interamericano.

Zaffaroni fue a quien Néstor Kirchner puso en la Corte Suprema de Argentina, en el 2003, pese a las objeciones que se le hicieron por haber sido designado juez por el dictador Gral. Jorge Rafael Videla y por su propia actuación judicial durante la dictadura. Representantes de la prensa independiente y opositora argentina lo sindican como un “enemigo” de la libertad de prensa.

Si la Corte es “copada”, se advierte, se perderá una de las mayores reservas y garantías para los derechos y libertades de los americanos. “Esperamos –se dice casi a coro– que eso no suceda y que los gobiernos verdaderamente democráticos lo frenen”.

“Porque si lo logran, tras la Corte y como ya lo vienen haciendo, irán por la Comisión y la Relatoría, plasmando así el mayor retroceso para los derechos humanos a nivel interamericano y mundial”.

Ante este panorama, ciertamente, no es para reírse.

daf@adinet.com.uy

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