Neoestronismo o nuevocartismo

Más que una reivindicación del estronismo, lo que hizo Cartes en sus últimas intervenciones es una defensa de su propia administración. A falta de explicaciones claras de su proyecto político, sus gestos, sus exabruptos y sus oraciones a medias dicen mucho de sus objetivos, del rumbo al que pretende llevar al país y de cuáles son sus prioridades.

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Volver al estronismo en Paraguay no es posible. Aunque Cartes añore y envidie el control que tenía el dictador de las instituciones pseudodemocráticas de entonces, de cómo manejaba a su partido y a la oposición, en base a persecuciones, exilios y con la ayuda de los medios de prensa amigos o silenciados.

No existen ahora condiciones objetivas y tampoco él tiene algunas condiciones personales para intentar copiar aquel régimen. Su alternativa podría ser apuntar a un país moderno, más justo y más democrático. Pero, no lo hará.

Entre el proyecto esbozado por Cartes antes de asumir y al inicio de su gestión y lo que está haciendo efectivamente existen gruesas contradicciones. Aquel planteo de “modernizar” el Partido Colorado y transparentar la administración del Estado quedó en una cuestión de fachada. Pese a los concursos en la administración pública, su asesor ministro Jorge Baruja dejó en claro la instrucción presidencial de darles una “ayudita” a los correligionarios para que sigan siendo privilegiados en la obtención de empleos. Tampoco se ve algún plan de reforma estructural del Estado que heredamos de la dictadura y que se fue agigantando sin control y sin eficiencia en estos últimos años.

Es llamativo que el presidente acuse a algunos sectores de presuntos atentados o planes de desestabilización mientras él, plantea una división tajante entre quienes son colorados y el resto de los paraguayos.

“Quiero teñir de rojo el país”. “Este presidente no habla con intendentes que no sean colorados”. Esas frases son un remedo de lo que era el Paraguay del dictador. Pese a sus ganas de imitarlo, la realidad social y política del país y la inexistencia de una ciudadanía pasiva le marcan los límites.

La reciente huelga de trabajadores del transporte protagonizada, según el ministro de Trabajo, por un “pequeño grupito”, ha semiparalizado la actividad en la Capital, sin que el Gobierno haya tenido la capacidad de respuesta para paliar los perjuicios a la ciudadanía. Por incapacidad, falta de interés o un mal cálculo del escenario.

La “barrida” de autoridades en la Universidad Nacional de Asunción, obligada por las movilizaciones estudiantiles, afectó sobre todo a referentes del Partido Colorado. Los reclamos de estudiantes secundarios quedan pendientes y son una bomba de tiempo para esta administración. Ni hablar de otros problemas profundos como la distribución de la tierra en Paraguay, algo que no figura en la agenda del presidente ni por asomo.

En la interna de su partido, la elección municipal obliga a los dirigentes colorados a mostrar una presunta unidad granítica que tiene fecha de caducidad el 15 de noviembre próximo. De lo que vendrá después, nadie está seguro, aunque Cartes piensa que el poder económico y el tener la “lapicera” es decisivo.

El gobierno procura instalar titulares favorables desde los medios de comunicación comprados por la familia del mandatario quien, en campaña electoral, se dedica a inaugurar calles o rutas asfaltadas.

Mientra, los estudiantes secundarios y universitarios mantienen sus reclamos, comienza una huelga de médicos de Clínicas, los transportistas siguen en pie de guerra y continúan secuestrados y olvidados el suboficial de policía Edelio Morínigo y el productor Abrahán Fehr. Para el gobierno, es como si no pasara nada de qué preocuparse.

mcaceres@abc.com.py

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