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López Obrador, que será el primer presidente de izquierda de México en varias décadas, tomó varias medidas populistas en las últimas semanas que han sacudido la confianza de los inversionistas y han provocado que la bolsa mexicana caiga a su nivel más bajo en cuatro años y medio.
Incluso antes de asumir el cargo, el índice de aprobación de AMLO –como es conocido aquí, por sus iniciales– cayó del 65 por ciento en agosto al 56 por ciento en noviembre, según una encuesta del diario El Universal. Si bien la mayoría de los mexicanos quieren que cumpla sus promesas de campaña de erradicar la corrupción y gobernar para los pobres, cometió casi una docena de errores poco antes de su inauguración.
AMLO ha llevado a cabo dos polémicas “consultas ciudadanas” en que se le preguntó a la gente entre otras cosas si querían seguir adelante con el plan de construir un nuevo aeropuerto en la Ciudad de México. Pero las preguntas estaban diseñadas para avalar las posturas anunciadas previamente por AMLO, y la votación no fue supervisada por ninguna institución independiente.
El fin de semana pasado, visité uno de los lugares de votación en Guadalajara, y me fue difícil tomarlo muy en serio. Era una mesa improvisada en la calle en la avenida La Paz, atendida por media docena de jóvenes, sin veedores externos.
“Todos somos voluntarios“, me dijo uno de ellos. Los críticos dicen que la votación fue llevada a cabo por activistas del partido político de AMLO, Morena.
Luego de uno de estos referendos, AMLO dijo que –tras recibir el respaldo de los ciudadanos– detendrá la construcción del nuevo aeropuerto de Ciudad de México, uno de los principales proyectos del país, estimado en $13,000 millones.
El problema es que detener las obras de Texcoco implica dejar sin efecto contratos con muchas empresas, y dejar en el aire a inversionistas que habían comprado $6,000 millones en bonos del aeropuerto. Los analistas económicos concluyeron casi unánimemente que AMLO no estaba respetando las reglas de juego. El peso mexicano se cayó, y el mercado de valores se desplomó.
Otro motivo de nerviosismo entre los inversionistas es que AMLO designó a varios nacionalistas de línea dura para cargos clave en el sector energético, y anunció un recorte salarial para funcionarios públicos de alto rango que podría causar un éxodo masivo de tecnócratas, y su reemplazo por activistas políticos sin muchas credenciales académicas.
AMLO también ha tomado algunas decisiones simbólicas que hacen temer a muchos que se aliará a la izquierda jurásica. Por ejemplo, invitó a su ceremonia de toma de posesión del mando al dictador de Venezuela, Nicolás Maduro, contraviniendo los acuerdos de México con otros 13 países latinoamericanos del Grupo de Lima de aislar al gobernante venezolano de la comunidad diplomática regional.
Y Yeidckol Polevnsky, la presidenta del partido de AMLO, elogió al fallecido dictador cubano Fidel Castro en un tuit del 25 de noviembre, calificándolo de un “ejemplo vivo de liderazgo” para a construir “un mundo mejor”. Adjuntó su mensaje a un tuit del actual gobernante cubano, Miguel Díaz-Canel, en honor a Castro en el segundo aniversario de su muerte.
Además de todo esto, el gobierno entrante se apresta a designar “superdelegados” para los gobiernos estatales, lo que algunos gobernadores describen como potenciales gobiernos locales paralelos, que estarán bajo las órdenes de AMLO.
Es demasiado pronto para saber si AMLO será extremista autoritario, o si habrá aprendido de sus errores recientes de que no se puede reducir la pobreza si se ahuyenta a los inversionistas y se hace caer la economía. Pero –en momentos de escribir estas líneas, pocos días antes de su toma de posesión– parece estar empezando con el pie izquierdo, enviando señales que ya han causado una depreciación de la moneda y grandes pérdidas en el mercado de valores.