Leer en vacaciones

Cada año nuevo queremos que nuestra vida empiece a cambiar. Las grandes personalidades de la historia dejaron su testimonio, sus pensamientos y creencias en escritos para que nos nutramos de ellos. Pero hay un factor que es fundamental para comprender todo esto y se llama: lectura. Las vacaciones son ideales para que los maestros y profesores, principalmente de lengua y literatura españolas, se dispongan a aportar un plus literario al programa escolar coherentemente con el cambio que constantemente señalan querer. Me pregunto cuántos profesionales cumplirán su obligación de formarse por cuenta propia, más allá de lo requerido para ocupar un puesto laboral.

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Por supuesto, igual obligación corre para los padres. Una casa sin biblioteca activa acoge a una familia pobre, aunque supere con creces las comodidades materiales. Lamentablemente, en nuestra sociedad, aquel que hace dinero, aunque carezca de cultura y educación, es considerado un ser respetable y un ejemplo a seguir.

Tiempo de vacaciones tiene que ser tiempo de lectura.

Siempre que puedo, charlo con niños y jóvenes sobre lo que han leído durante el año: “Sí, leímos en el colegio, pero no me acuerdo el autor ni el título”, “Marianela escribió Gabriel García Márquez, estoy segura”, “Crimen y castigo es una novela que trata de un asesino en serie”… Poder hacer un libro con los disparates es gracioso pero grave.

Hace unas décadas, la clase media y media baja debíamos contentarnos con quedarnos en casita y solucionar nuestro aburrimiento; el mismo que hoy desespera a los padres y los hace gastar y gastar. El gran medicamento infantil en horas en las que no se salía a jugar era leer o ver la tele. Muchos, de niños, aprendimos a amar las letras devorando revistas de aventuras, libros de cuentos, enciclopedias, incluso libros de lectura de la escuela (todo lo intercambiábamos con amigos). Televisión, en mi caso, solo una hora por día, porque mi madre (exmaestra) fue muy estricta en cortar las alas de la imaginación enlatada. Ningún adulto que haya adquirido el hábito de la lectura negará que la literatura, ordenada y variada, es esencial para el espíritu y la mente.

Propiciemos en casa un ambiente de lectores, un rincón, una horita sin ruidos, ya que en Asunción no tenemos parques cercanos donde leer apaciblemente.

A pesar de las diferencias generacionales, coincidimos en que leer abre el horizonte, rompe la rutina, combate la falta de imaginación y las faltas de ortografía, entre muchísimas otras bondades.

Si no se aprendió a leer más que lo básico, nunca es tarde; también los adultos disfrutarán de un Salgari o un Verne. Y qué gran idea si leen la misma novela con los nietos, sería una complicidad maravillosa, fuente de comunicación perfecta.

Apostemos más a los recursos accesibles, quejémonos menos de lo que no tenemos. No permitamos que obras que nacieron para ser leídas y releídas, hibernen otro verano de nuestras vidas.

lperalta@abc.com.py

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