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Si leemos misivas del siglo XVI tropezaríamos con varios galimatías de los que no nos salvaría ni el diccionario. No obstante, hay una gramática española que varía muy poco desde hace ochocientos años; felizmente, porque así mantiene la estructura fundamental de nuestro idioma cervantino.
Siempre me preocupó la tendencia que muestran nuestros periodistas, publicistas y jóvenes de imitar las locuciones rioplatenses; y la inclinación de la gente vinculada al comercio hacia sustituir términos vernáculos por expresiones anglosajonas. “No es tan grave –me decía hace unos años el entonces presidente de Real Academia de Lengua Española, Víctor García de la Concha–; los anglosajones también hacen préstamos del español”. Cierto, pero insignificantes, comparativamente.
A historiadores y a lingüistas les gustaría saber cuándo fue que en el Paraguay se comenzó a sustituir el “tú” por el “vos” porteño (aunque de origen andaluz) y el “che” rioplatense (de origen valenciano, en realidad). ¿Será que don Carlos, por ejemplo, le decía a su hijo Francisco Solano: “Che, vos, pendejo, ponete bien la casaca”? ¿Desde cuándo se copió y se fijó aquí el uso de esos modismos? Es difícil saberlo porque, si bien se comenzó a hablar así en algún momento, nunca se escribía así. En los textos se usaba rigurosamente el “tú”. Hasta que los publicistas rioplatenses se pusieron de acuerdo, hace escasa década, para emplear de consuno el voseo, iniciativa a la que sus colegas locales imitaron prestamente, como era de esperar.
Como es sabido, el voseo arrastra una forma verbal propia, produciendo “el vos sos”, el “vos podés” y todo lo demás. Hasta aquí, ninguna novedad. Pero vayamos a un caso específico: los porteños deformaron la antigua, noble y eufónica palabra hispana “contigo”, sustituyéndola por “con vos”. De esta horrorosa mutilación nos habíamos salvado los paraguayos hasta ahora (vaya a saberse por qué maravilla), hasta que a una empresa se le permitió registrar la marca “Tigo”, voz escogida, seguramente, con la pueril intención de que cada vez que alguien dijera “contigo”, publicitara su producto. La solución a esta estupidez no se hizo esperar; allí estaba el “con vos” rioplatense para resolver el conflicto creado. Ahora lo escuchamos en las radios y lo leemos hasta en los textos serios. Hago constar este incidente para cuando nuestros descendientes quieran averiguar cuándo y por qué adoptamos este mamarracho.
Recurro a otro ejemplo: los traductores que trabajan para la TV, en sus locuciones eliminaron la venerable preposición “durante”. Imitando su torpeza, ahora decimos cosas como “estuve ausente por una semana”. En estas traducciones, el “for” inglés se transmutar automáticamente en “por”, sin distinguir sentidos ni acepciones. ¡Qué fácil es el arte de traducir, no! De modo que, si la muerte de “contigo” se la debemos a una publicidad, la de “durante” se la debemos a la TV. Si se llegara a registrar como marca comercial el término “tradecir”, por ejemplo, ya no podremos emplear “contradecir”. Tendremos que ir de urgencia a Buenos Aires a traer un sustituto. ¿“Contrerear”, tal vez? Quizás entonces alguien registrará “trerear”.
Estos casos muestran cuán frágil es el habla local y cómo de débiles somos, culturalmente. Me pregunto si en el extranjero, dentro de medio siglo, a nuestros jóvenes se les reconocerá como paraguayos por el modo de hablar, o se les confundirá con otras nacionalidades, así como hoy nos cuesta tanto diferenciar al uruguayo del porteño.
En fin, esto de “Tigo”, con ser un recurso ingenuo y tonto, tuvo consecuencias muy perjudiciales para el habla paraguaya. ¿Por qué los publicistas se esfuerzan tanto en ejecutar estas contorsiones fónicas?, me pregunté muchas veces. Si a todos nos gusta lo sencillo pero creativo, como por ejemplo la marca del orujo gallego “Hijoputa”, o la del dulce de avellanas español “Cojones del Anticristo”.
glaterza@abc.com.py