Franco, el nuevo Stroessner

Alfredo Stroessner fue recibido el 4 de mayo de 1954 –y hasta algunos meses después– con júbilo por personas con trayectoria democrática de toda una vida. El mismísimo Augusto Roa Bastos, nuestro principal escritor nacional y bárbaramente perseguido por la dictadura stronista, le dedicó un poema que aplaudía al nuevo gobierno –dictadura– en sus inicios. Indudablemente, Roa Bastos se equivocó, si bien su apoyo a la incipiente dictadura fue una carga moral que le pesó de por vida y era algo de lo que no quería hablar, por la profunda pena que le causaba. Otros que fungen hoy de demócratas, apoyaron públicamente al dictador Alfredo Stroessner por años e incluso décadas y, cuando la misma ya era evidente que se acababa, se volvieron furibundos “demócratas”.

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La actual mayoría parlamentaria, producto de las “listas sábana”, perpetró el viernes un auténtico golpe de Estado parlamentario. La época de los cuartelazos ya pasó de moda definitivamente. Hay países con democracia consolidada donde nunca se producirá un golpe de Estado, incluso en la mayoría de los países de nuestra anteriormente inestable Latinoamérica.

Pero, en el Paraguay, como constatamos lamentablemente, pueden darse golpes muy similares al que hizo Hitler en la culta Alemania hace unos 80 años, quien también concretó un golpe parlamentario. En contra del gobierno de Fernando Lugo no se presentó prueba alguna como lo confiesan impúdicamente los diputados que presentaron y aprobaron un remedo de acusación en el plazo de tan solo dos horas. El Senado dio menos de 1 (un) día a nada menos que al Presidente de la República para ejercer su derecho a la defensa, cuando que en juicios sumarios abreviados, como el de faltas de tránsito, todo ciudadano tiene 5 (cinco) días para presentar su defensa. También al expresidente Cubas le otorgaron 5 (cinco) días para defenderse en su momento.

Es probable que los insignes parlamentarios, aprendices de dictadores, consideren que una falta de tránsito merece más garantías constitucionales que quien ha ejercido la Presidencia de la República durante 4 años con alta aceptación popular. Se violaron todas las normas al debido proceso y a la legítima defensa, porque los golpistas sabían que su única oportunidad de llegar al poder era hacer el juicio político meteóricamente, aun a costa de violar la Constitución. De otra forma, la reacción democrática de nuestro pueblo y del mundo no lo habría permitido.

Stroessner calificaba a su régimen como una “democracia sin comunismo”. De lo primero no tenía nada y de lo segundo –la eliminación del comunismo– no era sino una excusa para eliminar, incluso físicamente, a todo demócrata y no solo a los valientes miembros del Partido Comunista, quienes fueron los que con más convicción y empeño se opusieron a la dictadura stronista. El entonces Partido Liberal tuvo los traidores a la democracia que, desde un inicio, se prestaron al juego del dictador. Los liberales más dignos –como Domingo Laíno– lucharon desde un inicio con todos los medios a su alcance contra la dictadura, lo que costó centenares de vidas, torturas, prisión y exilio no solo a miembros de este libertario partido tradicional del Paraguay, sino a militantes de todos los demás partidos políticos y de organizaciones sociales del país, como las Ligas Agrarias.

Hoy, el dictador Federico Franco –y la gavilla que lo propició desde la cúpula de su partido– traiciona los principios libertarios de su partido y lo mancha para siempre con la dictadura, un oprobio que causó profunda huella en el Partido Colorado. A horas de perpetrarse el golpe, ya existían amenazas de muerte a personas íntegras que se oponen a la dictadura. No sabemos hasta cuándo tendremos seguridad para nuestras familias y nosotros mismos. Aun así, como lo hicimos durante la dictadura de Alfredo Stroessner, reiteramos nuestro llamado a manifestarnos pacíficamente en toda la República para exigir que el único Presidente constitucional de la República del Paraguay, Fernando Lugo, asuma nuevamente sus funciones y que se restituya el estado de derecho en el Paraguay, quebrado lamentablemente por el dictador Franco y su pandilla.

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