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Terminemos entonces con los sondeos que no nos dicen nada que ya no sepamos. Es mejor que nos enteremos de los verdaderos dramas del Paraguay. Unas encuestas reales, financiadas por el gobierno y operadas por entidades solventes y confiables además de la fiscalización indispensable. Que nos cuenten lo que pretendemos ignorar sobre las penosas vicisitudes de nuestros compatriotas. Mirándoles directo a los ojos. No el resultado de un lacónico interrogatorio telefónico. Ya no más “tendencias” extraídas de los llamadores de radio o de los pocos que tienen la posibilidad de hacerse escuchar.
Debemos hurgar en las angustias de los habitantes de zonas urbanas y rurales. De cada segmento social, desde los posibles debutantes en el voto hasta adultos y mayores. Mujeres y varones. Deben buscarse respuestas entre quienes cumplen horas de dura labor, diurnas o nocturnas. Buscar a los que de madrugada, esperan un colectivo que los traerá al lugar de trabajo o a la escuela de sus hijos. Escuchar a quienes aún más temprano forman fila para pelear el turno de una atención médica y forman otra después para obtener los medicamentos. Hay que hacer sondeos de opinión en las universidades y en las fábricas, en las oficinas y en los campos de cultivo.
Porque, además de los datos que permitirán conseguir el procedimiento, todo el pueblo en su más completo conjunto podrá percibir que el gobierno se interesa ¡¡al fin!! en sus problemas. Algunos dirán que “todo ya se sabe”. No es así. Porque mientras autoridades y funcionarios se justifican pintando un país semiperfecto, sindicatos y opositores critican hasta lo poco que se hace bien. La verdad, señores. Percepción real –sin intermediarios– de la realidad. Un gesto que podría significar una luz de esperanza para las encostradas carencias populares. Mientras tanto y frente a la verdad transparente y sin trastornos de visión, gobernantes y políticos podrían percatarse también de la magnitud de nuestras miserias para que tal vez, solo tal vez, atinen a aliviarlas. O que se conduelan al menos con los que los han consagrado con sus votos, a pesar de la listas sábanas.
Unas encuestas realizadas con estas características nos dirán que los deseos del pueblo no son tan simples como pretenden darnos a entender con las papeletas de voto. Porque aquellas suelen tener variables según los propósitos, las edades, los sexos y las regiones de cada país, y cualquiera de estos factores, sin embargo, deja de ser importante cuando nos enfrentamos a la irreductible e inmodificable interferencia que constituye el “sistema” de internas partidarias. En las que los ideales se disuelven para dar paso a individualidades con un “ismo” de apellido. Donde las supremacías se dirimen en medio de una perturbadores carga de emociones y broncas; de negociaciones prebendarias para la omisión de cualquier compromiso en favor de la Patria. En estos sórdidos vericuetos partidarios es donde se gesta la “real politik” de nuestro país. Y en ellos, donde se “cocinan” listas y candidaturas, la gente no tiene voz ni voto. Es cuando sus problemas dejan de tener importancia para dar paso al cotejo de “linajes partidarios“, a la construcción de la “unidad monolítica” pegada con engrudo, junto a toda la parafernalia simbólica y financiera que ayudará al entusiasmo, a la energía exagerada y sin sentido que brota de la emoción pero nunca de la razón o del sentido de responsabilidad colectiva.
Porque lo que vendrá después, con cualquiera de los partidos o candidatos triunfantes, será más de lo que siempre hemos tenido: Gabinetes de gobierno que no serán sino una colección de voluntades disgregadas, retrato de la multi/ideológica “alianza” que permitió concretar la mayoría de votos, pero absolutamente discapacitada para “hacer el gobierno del pueblo y para el pueblo”.
Después, llegará como siempre el momento de despertarnos. Y al abrir los ojos nos daremos cuenta de que la pesadilla permanece para recomenzar la rutina de la frustración. Como siempre...
jorgerubiani@gmail.com