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Es increíble la cantidad de narcotraficantes brasileños que pululan en esta zona fronteriza y no existe ninguna autoridad nacional capaz de detener su avance. Se pasean por nuestras calles en vehículos lujosos, blindados y con armas de grueso calibre, sembrando terror en los barrios periféricos e incluso en pleno centro de la capital departamental, Pedro Juan Caballero.
Es inconcebible que en el departamento de Amambay, un punto fronterizo tan importante, las autoridades nacionales no actúen y hagan valer nuestras leyes para evitar que el derecho de los ciudadanos de vivir en un ambiente seguro no sea avasallado por narcos extranjeros, que huyen de sus países, principalmente Brasil, y se instalan en este lado de la frontera para implementar su reino de violencia y muerte.
Es una realidad que no solo afecta a los habitantes de Pedro Juan Caballero, sino a los de todas las ciudades fronterizas con el Brasil, ante la inutilidad o complicidad de los que tienen la responsabilidad de velar por la seguridad de la población que se esfuerza por vivir honestamente y en paz.
Hace apenas unos años, cuando escribíamos, sobre la presencia en esta frontera de delincuentes del Primer Comando da Capital (PCC) y del Comando Vermelho (CV), del Brasil, los habitantes del resto del país ni se imaginaban la peligrosidad y lo sanguinarios que son estos grupos de malvivientes. Ahora ya lo saben porque tomaron nuestra frontera y buena parte de nuestro país.
Llegaron poco a poco y al descubrir que con los dólares provenientes del narcotráfico fácilmente se abren las puertas de las instituciones del Estado, rápidamente se hicieron de documentos paraguayos y obtenían “carta verde” para portar armas de grueso calibre con las que asesinan a quienes se atreven a criticarlos o molestarlos.
Ante tanta corrupción y decadencia de nuestras autoridades políticas y de funcionarios, los delincuentes del PCC y del CV, como un cáncer fueron creciendo y hoy ya están presentes en las principales ciudades del país.
Es lamentable que estos criminales del PCC y CV se hayan dividido el departamento del Amambay, como lo hacen en las favelas de Río de Janeiro, transformándolo en su centro de operaciones.
Las miles de hectáreas de marihuana sembradas en Amambay, el corredor de la cocaína colombiana, boliviana y peruana, sumados a la permisividad de las autoridades de la zona y el nulo interés del gobierno central, transformaron a esta zona en guarida de los sanguinarios criminales que siembran terror y muertes que no son esclarecidas.
El Departamento Amambay es parte del territorio nacional y los que habitamos esta parte tan bella del Paraguay exigimos a nuestras autoridades respeto y seguridad.
Es inaceptable que el departamento siga con el registro de más del centenar de asesinatos por año –la mayoría, con el sello de la mafia brasileña– sin que las autoridades lleven adelante una política seria para perseguir, detener y expulsar a estos indeseables criminales que aterrorizan y enlutan nuestras ciudades fronterizas.
Ante esta cruda y dolorosa realidad que sufrimos los habitantes del décimo tercer departamento, no nos queda otra opción más que seguir esperando que alguna vez surjan autoridades nacionales patriotas, decentes, limpias y decididas a cambiar la situación de inseguridad, corrupción y decadencia que actualmente dominan las instituciones del Estado y que permiten el avance de los grupos criminales y mafiosos.
La población esperará ese cambio en forma callada y con el miedo de que en cualquier momento los sanguinarios criminales del PCC y CV realicen otros golpes sangrientos en los distritos fronterizos de Amambay.
candido@abc.com.py