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Los motivos personales de cada caso suelen ser varios y complejos, pero está demostrado que la causa determinante no es la ignorancia ni la falta de información y conocimientos sobre el daño y riesgos que trae consigo el consumo de drogas y alcohol. En términos generales las investigaciones demuestran que dichos consumidores saben cuáles son las consecuencias dañinas de estos consumos, pero no tienen capacidad suficiente para controlar sus emociones.
Lo mismo puede decirse de otros problemas tan graves como los abusos y violaciones sexuales con menores o con compañeras y compañeras colegiales, con la explotación sexual de mujeres y varones de todas las edades; e igualmente de todos los problemas de violencia interpersonal o social.
Daniel Goleman, en su famoso libro “Inteligencia emocional” (varias ediciones en Editorial Kairós. Ver gratis en pdf, págs. 145-163) dedica un importante capítulo a la “Alfabetización emocional”, que justifica analizando en primer lugar los altos costos del analfabetismo emocional, con temas como el malestar emocional, la pérdida de control de la violencia, los niños indisciplinados, la necesidad de prevenir la depresión, el precio de la modernidad, la depresión infantil, el pensamiento depresógeno, la forma de acabar con la depresión, los trastornos alimenticios, los solitarios y los marginados, las adiciones, y la necesidad del aprendizaje de la amistad y de un camino preventivo común.
Este breve listado, sugerente pero obviamente incompleto, está sustentando la necesidad de educar explícitamente el ámbito de la afectividad y en concreto el mundo de las emociones personales, interpersonales, sociales y masivas.
Los sistemas educativos escolares y académicos en general y el nuestro sin lugar a dudas han puesto énfasis en la educación y desarrollo del ámbito cognitivo y han dejado la educación de la afectividad casi exclusivamente a la responsabilidad de las familias. Y en las escasas alusiones a la educación afectiva, las emociones prácticamente no aparecen, ni son tratadas expresamente y mucho menos con la profundidad requerida.
La educación de las emociones tiene diversos objetivos, que lógicamente son objetivos progresivos desde la educación inicial hasta la educación superior, pero dados el potencial emocional de toda persona y la fuerte caracterización afectiva de la cultura y la convivencia paraguayas, es necesario que todos sepamos qué son las emociones, cuáles son las emociones primarias y las derivadas, cómo identificarlas y cómo adquirir competencias personales para saberlas manejar y no dejarnos arrastrar por ellas. En distintas oportunidades con diferentes grupos sociales de diversas edades, incluso entre profesores de buenos colegios, he tenido oportunidad de comprobar que casi nadie sabe con claridad qué son las emociones, en qué se diferencian de otros estados afectivos y con qué indicadores identificarlas. La riqueza afectiva de los paraguayos es extraordinaria y muy expresiva; la cultura y conocimiento reflejo sobre la afectividad es muy pobre; las competencias para vivirlas con madurez y autonomía creativa y constructiva muy poco desarrolladas.
“El término emoción –dice Goleman– es un vocablo cuyo significado concreto han estado eludiendo durante más de un siglo los psicólogos y los filósofos. En el sentido más literal, el Oxford English Dictionary define la emoción como «agitación o perturbación de la mente; sentimiento; pasión; cualquier estado mental vehemente o agitado». En mi opinión, el término emoción se refiere a un sentimiento y a los pensamientos, los estados biológicos, los estados psicológicos y el tipo de tendencias a la acción que lo caracterizan.
“Existen centenares de emociones y muchísimas más mezclas, variaciones, mutaciones y matices diferentes entre todas ellas. En realidad, existen más sutilezas en la emoción que palabras para describirías”.
Hay intentos muy interesantes de clasificar las emociones. José Antonio Marina, Marisa López Penas, el mismo Goleman, inspirándose en las investigaciones de Paul Ekman, las clasifican por familias o tribus de emociones y sentimientos. La fecundidad afectiva de la mujer y del hombre es casi inimaginable, por algo Jesús de Nazareth se anima a proponernos la utopía de que aspiremos a “ser perfectos como el Padre celestial es perfecto”, sabiendo que Dios es esencialmente Amor y estamos hechos a su imagen y semejanza.
jmonterotirado@gmail.com