Darwin y las especies

En 1859, el científico inglés Charles Darwin afirmó que no son las especies más fuertes las que sobreviven, tampoco las más inteligentes, sino aquellas que mejor se adaptan al cambio. Para las especies, la adaptación es un proceso continuo que implica asimilar los cambios de su entorno y una transformación en su estructura genética, de lo contrario se extinguen. Algo similar ocurre en el campo de la economía. Así, solo aquellos países capaces de transformar el ADN de su estructura productiva son capaces de enfrentar con éxito cambios en el escenario global y continuar creciendo a pesar de un contexto externo menos propicio.

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Hasta el 2013, América Latina era una región que registraba un robusto crecimiento y, gracias a sus fortalezas, pudo recuperarse rápidamente de la crisis financiera del 2008. Durante un largo periodo la región se benefició de un escenario internacional muy favorable, con China creciendo en promedio 10,5% por año y demandando los bienes que nuestros países venden al mundo (lo que contribuyó a un fuerte aumento en el precio de las materias primas). Adicionalmente, la política monetaria expansionista de los bancos centrales en países avanzados generó una coyuntura de financiamiento fácil y barato para los países de la región.

Sin embargo, “los años dorados” mostraron no ser permanentes. Actualmente, China se encuentra rebalanceando su economía y convergiendo a niveles de crecimiento más acordes a su potencial. Como resultado, el súperciclo de las materias primas ha llegado a su fin y América Latina está recibiendo un menor impulso del gigante asiático. Además, la economía estadounidense estuvo recuperándose consistentemente en los últimos semestres y comenzó finalmente la suba gradual de la tasa de interés de referencia del banco central americano. Como resultado, el dólar se ha fortalecido a nivel mundial y los costos de financiamiento externo para las economías emergentes han subido.

Un estudio reciente del FMI indica que, debido a las débiles perspectivas de los precios de las materias primas, el crecimiento de las economías exportadoras de estos bienes podría desacelerarse más en los próximos años. Así, la reciente caída de precios podría recortar un punto porcentual por año la tasa de expansión de los países exportadores de materias primas. En el estudio se concluye también que la desaceleración no es solo un fenómeno cíclico, sino que tiene igualmente un componente estructural. Esto debido a que la inversión y, por consiguiente, el producto potencial tienden a crecer más lentamente entre los países exportadores durante fases descendentes del precio de las materias primas.

La pregunta inevitable en este escenario es qué acciones inmediatas deben realizar los hacedores de política para hacer frente a este nuevo escenario. En primer lugar, las autoridades deberían procurar no sobreestimar el grado de exceso de capacidad en sus economías. Es inevitable que se produzca una desaceleración significativa de las tasas de crecimiento de nuestras economías. Para el corto plazo, y dependiendo del espacio disponible, podrían implementarse políticas contracíclicas para atenuar (ya que es imposible eliminar) los efectos de los choques externos. Pero ello no debería realizarse a costa de dañar el cimiento del éxito de toda economía: la estabilidad macroeconómica.

En segundo lugar, vista la caída del producto potencial, la respuesta en materia de políticas debe ir más allá de medidas en el lado de la demanda, y tiene que incluir reformas estructurales focalizadas en disminuir los “cuellos de botella” en el lado de la oferta e incentivar el crecimiento de la productividad. Estas reformas estructurales dependen, desde luego, de las particularidades de cada economía. No obstante, la mejora de la calidad de la educación, de la infraestructura disponible y del clima de negocios son necesidades comunes para muchos países emergentes.

El desafío que plantea el nuevo escenario global es reconocer que el crecimiento de largo plazo de una economía no puede estar basado en políticas macroeconómicas expansivas. Los países crecen porque acumulan factores de producción (capital y trabajo) o por mejoras de su productividad. Aún más, la experiencia de los países asiáticos nos enseña que todo crecimiento económico superior a la media se funda en este último factor. Ahora es tiempo de volver a lo básico, es decir, de volver a enfocarnos en aquello que realmente hace crecer a las economías sostenidamente: la productividad.

En Paraguay, las políticas a ser implementadas deberían centrarse de lleno en subsanar las numerosas debilidades estructurales que persisten a fin de mejorar la productividad de nuestra economía. Así, la provisión de una infraestructura adecuada (en términos de cantidad y calidad) será clave para sostener tasas elevadas de crecimiento en el nuevo contexto global. Igualmente, existe un largo camino a recorrer para perfeccionar nuestras instituciones. Numerosos indicadores (como los índices de gobernabilidad, de calidad institucional o de facilidad para los negocios) siguen ubicando al país en posiciones de retaguardia dentro de la región. Finalmente, es crucial continuar el proceso de diversificación iniciado en los últimos años, a fin de movernos hacia arriba en la cadena productiva y ofrecer una canasta exportadora con productos más complejos, sofisticados y de mayor valor agregado.

Desafortunadamente, los resultados positivos de estas medidas no se pueden observar inmediatamente. Sin embargo, esto no debe ser una excusa para no impulsarlas, o peor aún, caer en el error de buscar reemplazarlas por políticas macroeconómicas expansivas. No debemos creer que existe una fórmula mágica para crecer, dijo el ministro de Finanzas brasileño unos meses atrás. Supuestos atajos al éxito económico y social nos pueden llevar fácilmente al precipicio: la experiencia de América Latina está llena de ejemplos.

En el corto plazo, Paraguay seguirá enfrentando un contexto regional y mundial adverso por lo que la implementación de reformas para fomentar la productividad ya no puede ni debe ser postergada. No olvidemos que no son las economías más grandes ni las más avanzadas las que más crecen, sino las más productivas. Como dijo recientemente el vicepresidente Levy del BID: "Estos son momentos para ser conservadores en las políticas macro y audaces en las políticas micro". Después de todo, si no nos adaptamos a los nuevos tiempos, corremos el riesgo de desaparecer como los dinosaurios.

* Presidente del Banco Central

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