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Veremos si los europeos avalan las tropelías contra los derechos humanos de los venezolanos, y si los latinoamericanos dignos enmiendan el espectáculo de sumisión ofrecido en Lima, Caracas y La Habana, conforme el guión del “directorio tripartito” que, gracias a la obsecuencia de la mayoría silenciosa, conduce los destinos de la región sin otro mandato que el de su propia voluntad.
El Mercosur y el Grupo Andino eran los restos de la vieja integración regional. La CAN sobrevive sin que nadie lo note, pero el Mercosur fue remozado con la ilegal inclusión de Venezuela, apadrinada por Brasil y Argentina, a fin de utilizarlo con fines político-hegemónicos. Con el advenimiento de Lula, nació la Unión Sudamericana de Naciones (Unasur) y, después, el Celac, expresión máxima del objetivo de extirpar a Estados Unidos del concierto regional. Quieren una OEA sin EE.UU. (y Canadá). Ignoran que es el único mecanismo regional reconocido en la estructura jurídica de las Naciones Unidas (y debilitan así al sistema de seguridad colectiva de la ONU, donde, por ejemplo, se tratan los casos de incumplimiento de las sentencias de la Corte de La Haya). A esas estructuras intergubernamentales, Lula y Fidel agregaron el populoso Foro de São Paulo, multidimensional concertadora de la izquierda radical en la región.
Frente a los europeos, y solo en virtud del orden alfabético, el presidente Piñera entregará la presidencia del Celac al dictador Raúl Castro. Chile será el escenario de un acto de transformismo propio de Macondo y la Civilización del Espectáculo. ¿Reaccionará la platea europea –tan tolerante y “políticamente correcta”– frente a esta nueva transgresión colectiva a los valores democráticos y los derechos constitucionales de los venezolanos?
Me temo que no; y casi me indigno de antemano porque creo que en Chile veremos cómo se concreta un designio clave del “directorio tripartito”: convertir a Venezuela en protectorado cubano y proveedora de financiamiento para demoler democracias desde adentro, al estilo ALBA.
Ante este panorama, preocupa la dignidad y la desorientación geopolítica del Perú, evidenciada en el improvisado viaje presidencial a La Habana so pretexto de unos acuerdos menores firmados por un funcionario sin plenos poderes. Si aún no hemos exigido el cumplimiento de la decisión de defensa de la democracia (párrafo VII de la Declaración Unasur en Lima), deberíamos hacerlo ahora o en Santiago, señalando claramente nuestra posición sobre Venezuela.
Al gobierno de Paniagua se debe la Carta Democrática Interamericana. Contra ella se ha construido un andamiaje regional para debilitar la democracia, blindando a las criptodictaduras albistas, a dinastías conyugales como la argentina, y al clientelismo petrolero venezolano que financia al Foro de São Paulo. El tinglado Celac-Unasur-Mercosur alienta una región dócil para facilitar su manejo hegemónico bajo el signo de una izquierda asesorada por la octogenaria dictadura cubana, financiada generosamente por el chavismo.
¿Traicionaremos la Carta Democrática Interamericana y disminuiremos a la OEA? ¿Ignoraremos el interés nacional, optando por estructuras regionales negativas para el Perú? ¿O pondremos por delante el interés nacional y exigiremos que se respete la integridad y dignidad de la democracia en América Latina?
©FIRMAS PRESS
* Embajador peruano