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Para no tener conflictos con la Iglesia, él se dedicó al primer campo haciendo ciencia y dejó a la Iglesia el campo de la mente, la conciencia y el espíritu.
La influencia de esta manera cartesiana dualista de ver las cosas ha sido extraordinaria. Todavía es probablemente mayoría el número de científicos que piensan como Descartes, que la ciencia nada tiene que ver con el mundo de la conciencia y del espíritu. La crítica profunda a Descartes y a su manera de dividir la realidad, es hoy sólida y científicamente argumentada. Basta leer el contundente libro del gran científico norteamericano A. Damasio sobre “El error de Descartes”, para comprender fácilmente que Descartes tuvo una visión demasiado simplista, muy importante en su época, pero hoy insostenible.
Hoy se ha superado el concepto de que solo se puede hacer ciencia dentro del positivismo, que solo cree que es verdad lo que se investiga sobre la materia y es comprobable en laboratorio. En primer lugar, porque desde Einstein el concepto de materia no es el mismo y está vinculado a la energía; en segundo lugar, porque hoy hemos llegado a la convicción de que toda investigación, incluida la que llamamos del mundo material, es necesariamente interdisciplinar. Los científicos positivistas deben contar, por ejemplo, con la psicología para estar seguros de que su percepción en la observación y su modo de pensar para la comprobación son correctas. Estas son solamente dos observaciones sencillas, por no poder entrar aquí en mayores profundidades.
Pero sobre todo, lo cierto es que, gracias a la neurología, a la neurociencia, a la psiquiatría, a nuevas corrientes de la psicología, a la antropología y a otras ciencias, hoy se hace verdadera ciencia sobre la mente profunda, sobre el mundo interior, sobre lo más hondo de la conciencia, sobre la dimensión espiritual del ser humano y sus actividades.
La espiritualidad no es solo asunto de interés de las religiones, interesa también a movimientos filosóficos y humanísticos seculares, teístas, como el budismo, y no teístas como el taoísmo.
La espiritualidad interesa a la antropología integral, a la educación, al desarrollo humano, al desarrollo de la conciencia, a la ciencia. Que interesa a la ciencia es fácil de demostrar. Además de la bibliografía especializada, cada vez más frecuente, podemos citar movimientos de investigación como el que provocó la expansión de la “Meditación trascendental”
Al final de los años sesenta y en los setenta Maharishi Mahesh Yogui introdujo en occidente la “Meditación trascendental”. Tuvo un éxito inesperado, al que sin duda contribuyó la afición de los Beattles, que la promovieron por todas partes. La reacción favorable de tanta gente en muchos países despertó la curiosidad de varios científicos, quienes decidieron investigar por qué ese éxito y qué pasaba en la mente de quienes hacían la meditación trascendental. Desde entonces hasta ahora no han descansado muchos científicos, sobre todo neurólogos, y han investigado con diversas metodologías qué pasa en el cerebro y en el comportamiento de los asiduos a las experiencias espirituales. Las conclusiones están siendo sorprendentes e iluminadoras.
En países del hemisferio norte, sobre todo anglosajones, la investigación y la aplicación de lo investigado a la educación se ha extendido y se ha integrado en los currículos escolares. La dimensión espiritual es parte constituyente del ser humano y la educación no tiene argumento alguno para omitir su desarrollo.
Actualmente no hacerlo es ir contra la antropología integral, es negar las evidencias de la investigación o al menos prescindir de ellas, es pensar torpemente que la educación se logra solamente introduciendo en las ciencias, en las letras, la comunicación y las artes, es proponer y promover un humanismo sin espíritu, es decir, un humanismo prácticamente materialista e in-trascendente.
Los científicos de la mente profunda, de la conciencia y de la espiritualidad existen. Son científicos y nos están presionando a revisar radicalmente nuestra educación oficial.
jmontero@conexion.com.py