Peregrinos que no conocen distancias ni obstáculos

Los devotos de la Virgen de los Milagros de Caacupé no conocen distancias ni obstáculos a la hora de pagar la promesa o hacer las peticiones a la Inmaculada Concepción. Algunos parten la caminata desde sus hogares y otros desde Ypacaraí.

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En la zona de Mbói’y, distrito de Itauguá, por momentos empiezan a juntarse los desperdigados grupos de promeseros. Allí encontramos un grupo de cuatro personas que lucían una remera azul con la imagen estampada de la Virgen de los milagros en el pecho.

Francisco Chena (45) lleva peregrinando un cuarto de siglo (25 años) junto con su hermano Genaro, parten desde la casa que tienen en Villa Elisa. En el mismo punto se encontraban Isidro Falcón con su hija y ahijados que habían salido desde San Lorenzo a pie, como lo hacen desde hace cuatro años.

La columna de caminantes sigue con un adolescente de 13 años que lleva una capa azul. El es Jorge Silva y va a pagar una promesa por su salud en compañía de su madre Marta Mereles, su padre Hilario Silva y su hermana Nancy Romina. Es el cuarto viaje a pie hasta Caacupé.

Pasando el desvío a San Bernardino, la columna humana sigue su camino hacia Caacupé. A pleno sol y con unos nubarrones en el horizonte avanza Gustavo Balmori (51) en silla de ruedas, ayudado por su cuñado Miguel Ávalos (15). Lo viene haciendo desde hace 27 años, pues tiene mucho que agradecer a la virgen por la salud, el trabajo y la unidad familiar.

A las 06:00 salieron de Clorinda los argentinos, descendientes de paraguayos, Pedro Florentín (29) y su esposa Rosana Larrea en compañía de Guillermina López (57). Los dos niños Luca (6) y Renato (2) llevan capas celestes en pago de promesa.

En la cuesta del cerro los rayos del sol dan a la capa de la pequeña Andrea, de dos añitos. Su madre Zunilda Delgado (26) la está trayendo por segunda vez como parte de una promesa de llegar junto a la Virgen caminando hasta los 7 años porque cuando la beba tenía apenas 22 días fue aquejada por una fuerte bronquiolitis y su salud fue encomendada a la Inmaculada Concepción. Ellas viven en Emboscada, pero caminan desde Ypacaraí, sin que el cansancio las pueda detener.

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