A cuatro años de aquel disparo, Cabañas perdió todo y vende pan

Como Segismundo, cuando piensa en su vida y en su suerte en “La vida es sueño” de Calderón de la Barca, Salvador Cabañas no se explica el giro que le dio el destino a la suya, como aquel personaje del escritor español quien se confunde si la vida es ilusión, una sombra, una ficción o un sueño. Salvador recuperó la vida, pero las secuelas fueron nefastas. Rompió con su mujer y se quedó sin nada. Volvió a la vivienda que lo vio nacer donde hoy vende pan con sus padres. “Me divierto”, afirma. “Vamos a salir adelante”, señala con optimismo en esta entrevista.

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–¿Dedicado a la panadería, Salvador?

–Sí. Estoy apoyando a mis padres, a mis familiares. Repartimos por los alrededores de Itauguá, Ypacaraí, San Bernardino. Me gusta el trabajo. La gente me reconoce y me pregunta... sobre fútbol claro. Yo les digo que me divierte mucho hacer reparto.

–Estaba en la cúspide de su carrera. Era el más mimado del América... Goleador de la Copa Libertadores. Faltaba seis meses para el mundial de Sudáfrica, después la separación... Tenía todo. ¿Cómo se siente perder todo, volver a la casa de los padres, como antes?

–Cuando ocurrió eso (el atentado) tenía un precontrato por 1.700.000 dólares para una transferencia al Manchester United o a otro club grande de Europa. En el América me doblaron mi salario y me dieron un departamento en Acapulco y otro en Cancún para retenerme (en forma momentánea). Y bueno, aquí estoy, tratando de recuperarme. Estamos saliendo adelante.

–¿Piensa que puede volver a jugar en primera con el 12 de Octubre?

–Me estoy entrenando. Mi deseo es jugar, jugar hasta donde pueda. El fútbol y mi familia son el significado de mi vida. Estoy seguro de que vamos a salir...

–¿Qué recuerda de aquella noche fatídica? El 25 de enero se cumplieron cuatro años...

–Que llegué al cielo, que Dios me bendijo para volver a vivir. (cuando estaba en terapia intensiva 23 días) Hablaba con abuela (ya fallecida). Me decía que iba a salir. Cuando era chico ya me decía que iba a ser un gran jugador. Yo le prometí que a mi familia no le iba a faltar nada. Para eso está la panadería que les mandé construir, aparte de ampliar la casa.

–¿Mucha inversión?

–La panadería costó como 50 millones.

(Don Dionisio Cabañas, su padre, entra en la conversación y habla en guaraní): Mi hijo no tenía posibilidad de sobrevivir. Se decía que en todo caso iba a salir en silla de ruedas y sin sus cinco sentidos. Como usted ve, él está sano y trabaja a full. Encima practica todos los días con el “12”. Lástima que la gente tan próxima a él le embromó (ombotavy chupe).

–¿Qué gente?

–Don Dionisio: Su propia pareja (María Lorgia Alonso), su exrepresentante (José González).

–Salvador: Hay otro, un vecino nuestro, Robert Osmar Gavilán. Estoy muy dolido por los amigos que tenía y que se aprovecharon de mi problema, pero bueno, estoy preparado para recuperarme...

–¿Qué pasó exactamente?

–Don Dionisio: Se acabó la tranquilidad en la familia. Ya no podemos esconder. Ya aguantamos mucho en silencio esperando que se den cuenta. Por lo visto ellos no querían, no pensaban que Salvador se iba a recuperar, digo yo, por eso hacen lo posible por mantenernos alejados para que Salvador no les reclame nada.

–¿Qué reclama Salvador?

–Don Dionisio: La señora maneja la plata de los bienes con el exrepresentante (José González) y el abogado (Óscar Latorre) y acá no llega nada.

–¿El complejo deportivo Cabañas también?

–Don Dionisio: Todo manejan ellos. Las propiedades...

–Salvador: Lo único que está a mi nombre es la casa de Villa Aurelia. Allí vive mi exseñora con mis hijos (Santiago de 13 y Mía Ivonne de 9). Ella me amenazó ahora con una demanda por abandono de hogar. Yo creo que es para sacarme lo único que está a mi nombre.

–¿Tantas secuelas tiene todavía aquel disparo?

–Don Dionisio: Mi hijo es doble víctima. Fue víctima aquel 25 de enero cuando un criminal le disparó a matar. Hoy es víctima de su exmujer, de su propio abogado y su exrepresentante. Le quitaron todo lo que ganó con su esfuerzo personal. Es muy injusto y ya no se puede callar lo que están haciendo.

–¿Qué dicen ellos?

–Salvador: Que la plata se acabó.

–¿Y la plata que prometió el América?

–Salvador: Dicen que el América ya pagó.

–¿Y acaso usted no tuvo que firmar?

–Me hicieron kuã hû (firmar con la impresión digital cuando estaba convaleciente) (gesticula con el dedo). Me embromaron...

–Don Dionisio: Él va a pleitear hasta lo último para recuperar lo que le pertenece, lo que consiguió con el sudor de su frente. ¿Por qué otros se tienen que beneficiar del sacrificio de uno?
–No tiene poder sobre sus bienes...

–Don Dionisio: No y eso es lo que queremos revertir, que se pongan las cosas a su nombre y que él maneje sus bienes. Todo está a nombre de su pareja y del exrepresentante (José González).

–¿Por qué vino a vivir con sus padres?

–Don Dionisio: por su salud. Jamás se iba a recuperar si continuaba allá (con su pareja).

–Salvador: El ambiente era insoportable.

–¿Los niños quedaron con la madre?

–Salvador: Sí.

–Don Dionisio: Pero no hay problemas con los niños. Él les visita y sale con ellos o ellos vienen. Fue después de un cumpleaños cuando decidió venir con nosotros. No confiaba más, menos todavía ahora.

–Salvador: Estoy muy cómodo acá con mi familia, con papá, mamá (se llama Basilia como la abuela paterna), Clara Mabel (su hermana), a pesar de no estar todos los días con mis hijos...

–¿Saben las autoridades nacionales, las autoridades deportivas los problemas de Salvador? ¿Se acercó alguien?

–Don Dionisio: Nadie, aparte de los del “12”. Pero cuando a él le convocan para algún acto público va adonde le llaman. Este fin de semana prometió estar en Hernandarias. Mucha gente le quiere ver.

–Salvador: Yo también disfruto del cariño de la gente. No puedo rechazar porque les debo mucho a todos los que rezaron por mí. Eso es invaluable. Con mi presencia quiero pagar todas las atenciones de los que rogaron por mí. Por suerte, ya estoy bien...

–¿Qué secuela le queda de la bala?

–Don Dionisio: El ojo izquierdo es el que tiene todavía dificultades. Cada ojo tiene cuatro cuadrantes. Él tiene dos todavía que le falta recuperar en el ojo izquierdo.

–¿Qué sabe del asesino (Jorge Balderas Garza)?

–Salvador: Escuché decir que lo mataron. Pero no me interesa...

–¿Qué piensa hacer después de colgar los botines? Ya está con 33 años...

–Salvador: Ahora estoy embarcado en la práctica con el “12”. Tengo ofertas para ser comentarista de televisión aquí y en el exterior, una cadena americana...

–¿Y está dispuesto a asumir el desafío?

–Salvador: Claro que sí. Eso es lo de menos. Veo que otros futbolistas y exfutbolistas hacen lo mismo.

–¿Qué es lo que más recuerda de su vida de futbolista?

–Salvador: Muchas cosas, pero nunca me voy a olvidar del apodo de “Gordinho” que me pusieron los brasileros.

–¿Por qué fue?

–Salvador: Le metí tres goles al Flamengo en el Maracaná en un partido por la Copa Libertadores. Le eliminamos.

–Aquel famoso “hat trick” (tres goles en un partido)

Salvador: Después vino el juego por la selección (paraguaya). Le metí a Brasil un gol en Asunción y cuando íbamos a jugar en Brasil, los brasileños publicaron: “No se descuiden del Gordinho”. No estaban muy confiados...

Don Dionisio: Salvador fue dos veces goleador de la Copa Libertadores. Fue “Rey de América”. Le regalaron un coche deportivo Nissan.

–¿Por lo menos le queda ese coche a su nombre?

–Don Dionisio: Sí, tiene. Es ese coche (deportivo), “antisuegra”. No usa. Usa poco. Está guardado allá (indica) en la casa de un vecino.

–¿Qué le queda de vehículos?

–Don Dionisio: Tiene ese Mercedes y esa camioneta (de varios años atrás). La señora tiene otro Mercedes, tiene un Cadillac americano. Se quedó con los mejores...

–¿Se ganaba muy bien en el América?

–Me pagaban como a un jugador europeo.

–¿Cuál es su mayor deseo?

–Ahora mismo es jugar por el “12”, llevarle a los mejores lugares y clasificar a la Copa Libertadores con el equipo...

–Debe tener muchos trofeos...

–Don Dionisio: Tiene un montón. No entran en una pieza.

–Salvador: Tengo una camiseta de (el español) “Niño” Torres, otra de (el ex ídolo mexicano) Cuautemoc Blanco. Yo usé la número 10 y fui capitán. Muchos no querían porque era la camiseta de Cuautemoc.

–Don Dionisio: Salvador hizo más goles en seis meses que Cuautemoc en tres años en el América. Tenía suficientes méritos para ganarse su lugar.

–¿Cómo llegó a hacerse tan hábil con la pelota?

–Don Dionisio: Siempre le gustó, desde muy chiquito. Me acuerdo cuando venía y se acostaba en nuestra cama para ver en esa tele chiquita en blanco y negro el fútbol español. Era su programa favorito. Nosotros éramos muy pobres.

–¿Con qué pelota practicaba?

–Salvador: Con lo que había, con la pelota de carey (plástico) o la pelota de goma, que era la más barata, después la pelota esa más común que hay en cualquier parte, en el mercado.

–Don Dionisio: Allá por los 10 años le compré una taquilla Arquín, acolchada. Era la mejor taquilla del momento. Un comerciante del pueblo (de Itauguá) me vendió en cuotas. Salvador fue la sensación entre sus compañeros de equipo. Eso parece que le acicateó para convertirse en goleador. Su abuela Basilia, mi madre, ya decía que él iba a llegar lejos. Rejupíta pe kurusu vevépe, le decía cuando veía un avión en el cielo.

–¿Ese carácter reservado que tiene es de siempre?

–Don Dionisio: Siempre fue así. Habla poco, pero produce. Es inquieto y muy trabajador.

–¿A qué hora se levanta Salvador?

–Salvador: A veces estamos repartiendo panes a las cinco de la mañana, a las seis por la zona...

holazar@abc.com.py

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