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Dividieron el proyecto en dos etapas. En la primera viajaron hasta Isla Pukú. Luego, en la segunda semana, continuaron en el Barrio Santa Ana de Asunción, ya que uno de los propósitos es conocer tanto la cultura rural como la urbana.
Durante este breve pero intenso período, recolectaron libros y crearon estantes con cajas de verduras a fin de dotar de una biblioteca a los niños que viven en precarias condiciones. Además, desarrollaron mingas ambientales, pintaron murales, y organizaron juegos para los chicos.
A la última jornada denominaron “día de la salud”, y hubo corte de uñas, lavado de pelo, cepillado de dientes y como despedida una chocolatada con galletitas.
Jessica Resnik, una maestra de los EE. UU., no ocultó la impresión que le causó encontrar una comunidad tan pobre y señaló que el Gobierno necesita despertarse y prestar más atención a las familias carenciadas.
Expresó en su idioma natal: “desde donde yo vengo, es difícil prepararse para ver algo así”.
No obstante, destacó lo felices que son estos niños a pesar de contar con muy pocas comodidades y anunció que regresará a su país a transmitir el sentido de comunidad y cooperación que halló aquí.