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Hoy es el 13 aniversario del siniestro acontecido en el entonces supermercado Ycuá Bolaños, por ello se ha elegido esta fecha para hacer la palada inicial de la construcción del “Sitio de Memoria y Centro Cultural 1A” que costará unos G. 14.720 millones.
Se espera que el memorial brinde un poco de sosiego a los cientos de familiares que perdieron a sus seres queridos y aún tienen sed de justicia. “Nunca hubo una sentencia justa”, aseveró Liz Torres, activista y víctima del incendio. Se plantearon 178 demandas de resarcimiento económico al juzgado civil, y se perdieron 110.
En cuanto a los responsables de la tragedia, todos se encuentran en libertad. El propietario del establecimiento, Juan Pío Paiva, cumplió 12 años de condena en el 2014. El accionista Humberto Casaccia recibió una pena de 2 años y 6 meses, y el guardia Daniel Areco pasó cinco años encerrado. Víctor Daniel Paiva recibió una pena de 10 años
“El memorial es una conquista nuestra, de todos los que sobrevivimos y los familiares. Tuvimos que pelear 13 años”, expresó Torres, y comentó que desde un principio el sitio fue convertido en un lugar de recuerdo. Años después la propiedad fue expropiada y finalmente se comenzó el proceso de licitación del memorial, en el que en todo momento participaron las organizaciones de las víctimas.
Vivir sin poder olvidar
“A lo largo de estos 13 años tuve que cambiar varias prótesis”, manifestó Tatiana Gabaglio (20) quien perdió la pierna derecha en el incendio. Recordó que estaba a metros de la salida principal cuando escuchó las explosiones.
Ofelia Noemí Giménez Rojas, de 18 años, falleció en el incendio del súper sin abandonar su puesto de cajera. “Días antes del hecho me manifestaba que era su intención dejar su trabajo porque no tenía horas de descanso”, rememoró Rubén Rojas, su tío.
Tragedia que consternó al país
Aquel domingo del 1 de agosto de 2004 amaneció soleado. La gente acudía a misa en el templo de Trinidad. Otros pensaban en el almuerzo familiar y se disponían a ir de compras, pero lo que nadie se esperó fue que aquel radiante día iba convertirse en un fatídico domingo.
Las horas transcurrían y la gente acudía al recientemente habilitado supermercado Ycuá Bolaños para completar la preparación de la mesa. El interior del local comercial estaba abarrotado de clientes. Cada uno cargaba tranquilamente su carrito.
Sin embargo, por encima de la chimenea algo no estaba bien. Una llama crecía y crecía hasta que se convirtió en una gran bola de fuego, que produjo una terrible explosión que desparramaba calor por todos lados, que al ser percatadas generó la desesperación y corrida hacia las salidas. Las llamas, alimentadas por otros inflamables, no perdonaban a nadie. Derretían todo lo que encontraban e incineraban a sus primeras víctimas.
El infierno estaba allí, en tanto la multitud atrapada a gritos pedía socorro y no encontraba la salida porque al parecer las puertas fueron cerradas, para que nadie salga del lugar sin que pague por la galleta.
La gran humareda que salía del local movilizó al vecindario. Las radios empezaban a informar de un principio de incendio en un local comercial. La catástrofe ya estaba en pleno desarrollo. Los primeros periodistas que llegaron al lugar ya no hablaban de un incendio, sino de una gran tragedia. En tanto, decenas de personas a golpes y garrotazos intentaban derivar las paredes de lo que ya era un crematorio.
Las víctimas eran incontables. Primero eran 10 personas, 30, 100 y se llegó a lo que nunca se imaginó alcanzar: cerca de 400 víctimas fatales. En las afueras centenares de personas no encontraban consuelo. El llanto y la desesperación se apoderaron del lugar. El supermercado, en cambio, no paraba de arder. El Paraguay fue así testigo de una gran tragedia que ojalá nunca más se repita.