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La celebración ecuménica entre obispos y pastores evangélicos comenzó a las 19:30 en la Catedral Metropolitana para celebrar los 500 años de la Reforma Religiosa Protestante, encabezada por Martín Lutero en Alemania y que generó la división de la Iglesia.
En representación de los obispos, dio un mensaje monseñor Adalberto Martínez, obispo castrense, quien señaló que la sociedad espera de ambas iglesias, la Católica y Evangélica, el testimonio de la unidad y de la caridad para trabajar juntos por un nuevo Paraguay. “Las iglesias y ciudadanos de buena voluntad estamos convocados a trabajar por objetivos comunes para reconstruir el tejido moral de la nación, desgarrado por la corrupción, por la idolatría del poder, del placer y del dinero, relegando a Dios del centro de la vida personal y social. Así también necesitamos profundizar nuestras acciones conjuntas en pro de la defensa de la vida y de la familia, que es la institución insignia de la patria; así como una atención y acompañamiento preferencial, en lo espiritual y material, a los niños y jóvenes”, dijo.
Por su parte, el pastor Alfred Neufeld indicó que si se recuerda 500 años de la Iglesia Protestante, el mensaje no puede ser otro que la gracia divina. “Lutero descubrió hace 500 años, como monje afligido, que lo esencial es lo que Dios ya hizo en Cristo. Aprendió que la Gracia de Dios basta y nos justifica y transforma para buenas obras”, señaló.
La reforma y sus causas
La Reforma Protestante se originó en Alemania, en 1517, cuando Martín Lutero, teólogo y fraile católico agustino, publicó las “95 tesis” contra la venta de indulgencias, en la puerta de la iglesia de Wittenberg, un día antes de celebrarse el Día de todos los Santos. Lutero partía de la necesidad de una religión interior, basada en la comunión del alma, humilde y receptiva con Dios. Motivaron la reforma la vida ostentosa de los miembros de la alta jerarquía del clero, alejados del pueblo y sus problemas, además de la venta de cargos eclesiásticos, venta de indulgencias (perdón de los pecados) y la venta de reliquias. El movimiento llevó a la excomunión de Lutero, quien se negó a retractarse.