Salir a escuchar qué palabras nuevas inventó el pueblo

En esta segunda y última parte de la entrevista los doctores Carlos Villagra Marsal y Tadeo Zarratea explican cuál es la forma correcta de incorporar nuevas palabras al guaraní y también exponen criterios sobre el castellano paraguayo. Rechazan la creación de vocablos de manera artificial en los gabinetes y aseguran que la mejor forma de sumar vocablos es salir a escuchar qué palabras nuevas utiliza el pueblo. “Las palabras antes de ingresar al diccionario deben tener sanción de uso”. Definitivamente no la deben inventar los “expertos en guaraní”, sino los estudiantes, futbolistas, camioneros...

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–Villagra Marsal. Se tiene que cambiar totalmente el mecanismo, la metodología de la revitalización de la lengua. Hay que hacer como los catalanes: salir a escuchar qué palabras nuevas inventó el pueblo. Ningún valor tiene la palabra que yo puedo inventar en gabinete. Para ingresar al diccionario el vocablo tiene que tener sanción de uso. Esto significa que esa palabra la usa algún sector de la población. Si nadie la emplea no puede ingresar al diccionario. Esa palabra nueva generalmente es inventada por estudiantes universitarios, futbolistas, camioneros. El pueblo es el que recrea su propia lengua.

–¿Puede darnos ejemplos de palabras inventadas espontáneamente?

–VM. “Che kape, che kapelu” dicen los transportistas que viene, según se dice, de “capanga” o de sustituto. Eso se puede generalizar porque el pueblo paraguayo lo entiende perfectamente. No la inventó un profesor de guaraní entre cuatro paredes, sino los choferes de colectivos. También hay palabras inventadas por poetas, por ejemplo “guarania”. Guarania fue una palabra usada por primera vez por Guillermo Molinas Rolón, poeta, en el sentido en que se designa una zona geográfica coherente. Es como decir Iberia, Birmania. Ese es el sentido inicial de la palabra guarania.

–¿Estas también son neologismos?

–Incluso hay neologismos que van desapareciendo. Por ejemplo hace 40 o 50 años, en vez de “che kompío, che irû”, se decía “che irû”. Eso viene de los yerbales. Emiliano R. Fernández, por ejemplo, en “13 Tuyutí” usa una palabra muy común durante toda la guerra e incluso posterior –y que empezó probablemente a usarse durante la contienda– “los mbutu”, en vez de “lo mitã”. “Los mbutu okopi” se usaba para decir “las moscas”. Es bastante gráfico: “los soldados que se están arremolinando”. Ya desaparecieron. Ahora hay modismos o palabras nuevas como “amóntema”. Eso ya está consagrado por el pueblo: “allá nomás”, como frase lingüística y se debe adoptar.

–¿Cuál puede ser una palabra inventada en gabinete?

–Tadeo Zarratea. Un invento en gabinete es la palabra “angirû”, que viene de “anga” (alma) e “irû” (compañero). Significa: “Compañero del alma”. Se presentó al pueblo hace 40 años y se difundió a través del sistema educativo, pero la gente no la asimiló por un defecto esencial y es que sublimiza la amistad. Compañeros del alma pueden ser muy pocos. Muchos amigos nuestros están en las cárceles y no podemos decir que ya no sean amigos por eso. Muchos son delincuentes que no están presos, pero son nuestros amigos. La amistad es una palabra genérica muy amplia que abarca una gama inmensa y la palabra “angirû” se tiene que reservar para dos o tres casos muy específicos. Una palabra así inventada no funciona. Tenemos que dejar que el pueblo diga según el caso: “che kape, che dúki, che kíli, che kapelu, che kuáte...”, para definir los grados de amistad.

–¿Cuántas palabras inventadas en gabinete existen en el guaraní de hoy?

–TZ. El cuaderno de los estudiantes está lleno y es lo que queremos extirpar del sistema educativo. Con esas palabras no se puede preservar el idioma. Lo que el Paraguay necesita es un trabajo de investigación y de campo. Estudiar, determinar cómo está hablando el paraguayo, su guaraní hoy. Por eso la Dirección para Investigación Lingüística buscará investigar el guaraní paraguayo y el castellano paraguayo.

–¿Es posible hacer eso?

–VM. Personalmente voy a encarar esa investigación sobre el origen del castellano paraguayo para ver cuáles son las fuentes concretas de esa lengua que tiene una personalidad propia y se distingue de todos los castellanos hablados en otras partes. Este castellano paraguayo, muy por el contrario de lo que se cree, influye extraordinariamente en el castellano argentino y rural. La palabra “flete” para designar caballo nació en el Paraguay y no en la Argentina.

–Mucha gente cree que es al revés, que nos vienen de la Argentina los vocablos.

–VM. Hay que leer el “Facundo” y “Una excursión a los indios ranqueles” (1870), del General Lucio V. Mansilla, para ver la gran cantidad de castellano paraguayo que pasó a la Argentina. Es que primero aquí hubo vacas y caballos, acá primero hubo ganadería con las siete vacas y un toro que trajo el adelantado Alvar Núñez Cabeza de Vaca en 1542. Otro ejemplo, el verbo “pucherear”, que usan Mansilla y Sarmiento, también es paraguayo.

–¿Están en el castellano paraguayo?

–VM. Mi tesis es que ese castellano está basado en el dialecto andaluz del siglo XVI e incluso en el dialecto carcelario. El 90% de los europeos que vinieron a América en el principio eran andaluces. Los capitanes eran vascos, extremeños, castellanos, algunos asturianos, pero la chusma (no tanto a la tripulación como al colono, al que venía a instalarse) eran andaluces pobres. Al comienzo nadie quería venir a América durante unos 40 ó 50 años hasta que llegó la noticia del oro de los incas en 1534. Imagínese 42 años después una generación y media de gente recién vino. ¿Qué hacían antes? Lo tomaban preso a un borrachín en el Puerto de Palos o en Huelva hasta que se prohíbe que se leven convictos y gente que estaba en las cárceles.

–¿Entre los primeros pobladores del Paraguay ha habido algún noble?

–VM. Sí, llegaron con don Pedro de Mendoza que fue la armada digna de un César, 2.500 personas en donde realmente vino gente noble, pero la chusma, el que manda, el que habla, ese pueblo que habla el idioma del arenal de Sevilla, como le llamaban a un famoso barrio a orillas del Guadalquivir donde se juntaban los delincuentes, los zaperos y cosas por el estilo... Imagínese que palabras que ni los españoles conocían pasan a ser parte primero del castellano paraguayo y después del castellano del Río de la Plata. La palabra “cuatrero”, como ladrón de ganado, no se conocía en España en el siglo XVI, solamente en la cárcel. Está en las “Novelas Ejemplares” de Cervantes que transcurre en la cárcel de Sevilla donde él estuvo.

–TZ. A ese dialecto andaluz inicial se le incrustaron también palabras del guaraní y eso hace que el castellano paraguayo de hoy, cinco siglos después, sea tan diferente a todos los castellanos del mundo.

–¿En qué sentido?

TZ. El castellano paraguayo tiene su personalidad propia, se distingue perfectamente a un hablante aunque no use ningún morfema del guaraní como un “...piko, pio, tepa”. El que habla sin ninguna de esas mezclas, tampoco puede ocultar su dialecto guaraní paraguayo porque es un idioma sincopado. El paraguayo dice una palabra y para, dice otra y para, va cortando la palabra hablada. El castellano paraguayo es el único castellano sincopado del mundo. Entonces es un dialecto propio del Paraguay y hay que asumir como signo de su identidad.

–Pero lo que más nos identifica es el guaraní...

–VM. Fundamentalmente el anclaje de nuestra identidad nacional es el guaraní. El español es nuestra lengua de comunicación con el mundo, pero el guaraní es el que da una cosmovisión, una manera de ordenar el mundo y nosotros tenemos la riqueza y el privilegio de tener dos cosmovisiones. No una sola y eso hay que preservar.

La Academia Guaraní y el diccionario

La labor prioritaria de la Secretaría de Políticas Lingüísticas será la creación de la Academia de la Lengua Guaraní. Es la que va a estudiar todo este tema y crear el Diccionario de la Lengua Guaraní, así como existe un Diccionario de la Real Academia Española o de la Francesa.

Villagra Marsal menciona que existen muchos diccionarios de guaraní, e incluso puede ser considerado como diccionario el Catecismo del Padre Bolaños, pero fundamentalmente como diccionario el primero que se conoce es el Arte y Vocabulario de la Lengua Guaraní del padre Ruiz de Montoya, del año 1640.

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