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En su origen, el Sábado Santo era siempre un día de ayuno y de profundo silencio que conmemora la sepultura de Jesús. Para los judíos el sábado empezaba cuando al atardecer del viernes aparecía la primera estrella en el cielo. Allí empezaba el día sagrado, en el cual no se podía hacer ningún trabajo. Por eso, Jesús necesitó ser bajado a prisas de la cruz y enterrado antes de la puesta del sol del viernes. Tertuliano decía que el ayuno del Viernes Santo y del Sábado Santo son los únicos de institución divina pues Jesús había dicho: cuando le saquen el esposo ayunarán… Y ahora Jesús estaba muerto y enterrado. De hecho, ni la eucaristía la Iglesia celebra en este día. La vigilia de esta noche ya es parte del Domingo de Pascua.
La tristeza de los discípulos
Todo parecía terminado para los seguidores de Jesús. Estaban tristes, frustrados y con miedo de lo que les podría pasar. Aquella ilusión de una vida nueva, llena de sentido, con una relación cercana con Dios… había terminado en una gran tragedia. Ahora era solo esperar pasar el día de reposo de los judíos, para empezar a volver a sus pueblos de origen, retomar la vida de antes, y olvidarse de todos los sueños que habían hecho con Jesús. Ellos creían en la resurrección de los muertos, pero en el último día. Ahora, la historia continuaba y no les restaba otra alternativa que escaparse, pues lo de Jesús terminó muy mal. Vencieron las tinieblas. Callaron al profeta que era grande en palabras y en obras.
El silencio de María
Este día es también vivido como un acompañar a la Virgen María en su dolor. Ella que siempre meditaba todas las cosas en su corazón, y había alabado a Dios por sus grandes hechos, ahora estaba sin palabras. No sabía qué decir ni lo que pensaba. Ciertamente aun hacían eco en su corazón las palabras de un ángel que un día le hiciera tan feliz: él será grande, será el hijo del Altísimo… y su reino no tendrá fin… Pero le mataron a su hijo. Y la muerte era una realidad insuperable en este mundo. ¿Qué pasó? ¿Por qué tanta violencia? ¿Dónde estuvo Dios? ¿Y ahora?
Desciende a los infiernos
Este día es también recordado como el día en que Jesús estuvo donde estaban los muertos. Aquí infierno no quiere decir lugar de los condenados al castigo eterno sino el lugar en que estaban todos los ya fallecidos antes de Cristo, desde Adán y Eva, los patriarcas, los profetas y hasta mismo las personas más sencillas, y que también fueron rescatados con la muerte de Cristo. Jesús lleva a ellos la posibilidad de salvación, la posibilidad de volver al paraíso.
El fuego nuevo
Esta noche en todo el mundo la Iglesia se reúne para celebrar una vigilia. No es una misa común: es una vigilia. Tienen muchos ritos que solo se hacen en esta noche, y se leen muchas más lecturas de la Biblia. La celebración empieza en la oscuridad, con la bendición del fuego, el encendido del cirio pascual y desde él de muchas otras velas que iluminan las tinieblas. Es un signo de Cristo resucitado que quiere devolver la luz y la alegría a todos. La palabra de Dios ayuda a entender el poder de Dios que desde la creación del mundo tiene la historia en sus manos, que libró a los hebreos de la esclavitud en Egipto, acompañó al pueblo con muchos profetas y en esta noche resucitó a Cristo, y quiere transformar la vida de todos los que a través del bautismo renacen en él. Es una noche para renovarse.