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SAN CRISTÓBAL, Dpto. de Alto Paraná (Redacción regional de Ciudad del Este; Sara Fleitas, corresponsal de Juan León Mallorquín, y Redacción Central).El jefe de la subcomisaría de la colonia San Miguel del Monday, oficial 1º Roberto Sanabria, quien fue el primer agente reducido, torturado, raptado y después liberado, reveló que la gavilla que materializó el cinematográfico asalto estaba conformada por al menos 30 criminales movilizados en por lo menos cinco vehículos.
Sanabria dijo que todos los delincuentes estaban armados con fusiles, metralletas y pistolas y usaban pasamontañas. Añadió que el grupo además contaba con “campanas” en todas las ciudades aledañas a la zona de San Cristóbal.
“A mí y al suboficial segundo Fernando Benítez nos tomaron en nuestra comisaría, alrededor de las 21:30, justo después de que llegáramos de una patrulla por la jurisdicción”, dijo al iniciar su relato el oficial, quien indicó que a él lo redujeron de un culatazo en la cabeza.
Le iban a cortar un dedo
“Sobre mí se abalanzaron primero unos seis hombres y después entraron los otros, que eran como 30 en total. Me sacaron un fusil, dos chalecos, mi revólver y además robaron todo el dinero que teníamos y lo que había en nuestra unidad. Incluso, estuvieron a punto de cortarme un dedo para sacarme un anillo”, recordó ayer el agente, quien se recuperaba de los golpes que sufrió durante las tres horas que fue mantenido de rehén.
Los malvivientes se llevaron esposados al oficial Sanabria y al suboficial Benítez en su propia patrullera, el móvil 0170, y a unos cinco kilómetros, camino a la ciudad de San Cristóbal, los trasbordaron a una camioneta Hyundai Santa Fe, uno de los cinco vehículos en los que llegaron los criminales a la subcomisaría de San Miguel del Monday, ubicada cerca del puente sobre el río Monday, a 30 kilómetros de la ciudad de Juan E. O’Leary y 40 kilómetros antes del distrito de San Cristóbal.
Tenían “campanas” en todas las ciudades
“Durante el camino, escuchamos que el jefe del grupo se comunicaba por celular con varias personas que le informaban de los movimientos de la Policía en Juan León Mallorquín, O’Leary, José Domingo Ocampos, J. Eulogio Estigarribia, Torín, San Cristóbal y Naranjal. Aparentemente tenían campanas en todas las ciudades”, precisó el uniformado.
El cabecilla les decía a sus informantes que arrojaran clavos “miguelito” debajo de las patrulleras que intentaran intervenir.
La banda se apoderó de la patrullera de la subcomisaría 17ª, que era escoltada por los otros rodados en los que estaban distribuidos los delincuentes, como camionetas Toyota Hilux, Volkswagen Amarok, Chevrolet S10 y un automóvil Toyota Corolla.
Al llegar a San Cristóbal, los asaltantes redujeron también al suboficial inspector Néstor Cáceres Benítez y al suboficial primero Hugo Arcenio Lezcano Torres, quienes patrullaban la ciudad en el móvil 200 de la comisaría 20ª.
Con las dos patrulleras a su cargo y los cinco vehículos particulares, los delincuentes literalmente se apoderaron del centro de la ciudad San Cristóbal, detonaron explosivos en la bóveda de la casa de cambios Santa Rita Cambios y en los cajeros automáticos del banco Itaú y del Banco Regional.
De acuerdo con los cálculos efectuados por personal de la oficina regional del departamento Contra Delitos Económicos y Financieros, los malvivientes pudieron sustraer unos G. 400 millones, pero en cambio dejaron esparcidos en la escena otros G. 160 millones.
Los daños materiales producidos por las explosiones y el tiroteo, probablemente, generaron pérdidas más cuantiosas que el mismo botín que se llevaron.
El operativo de los criminales, sin precedentes en el Paraguay, que incluyó la movilización de unas 50 personas, entre autores materiales, colaboradores logísticos e informantes, al final podría haber significado un fracaso, por la cantidad ínfima de dinero que le correspondería a cada componente de la cuadrilla.