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En un comunicado que lleva la firma de los sacerdotes Bernardo Ríos, Celestino Ocampos y Óscar Martins, los misioneros señalan que recientemente el obispo diocesano recibió varios cuestionamientos, de dentro y fuera del ámbito eclesial, por unas declaraciones del prelado publicadas por la prensa sobre el caso Curuguaty. Agregan que en la publicación Mons. Medina señalaba que de alguna manera el expresidente Federico Franco estaba al tanto, antes de que sucediera, de lo que se estaba preparando y culminó en una masacre.
Seguidamente afirman que el hecho conocido como “el caso o la masacre de Curuguaty es el acontecimiento más grave, trágico y trascendental del Paraguay contemporáneo”. Aseguran que “con la masacre se consumó el golpe de Estado que puso fin al gobierno constitucional del presidente Lugo; con este hecho se consagra un modelo de política básicamente al servicio de los grandes dueños de la tierra; legitima la ocupación del norte del país por el Ejército y la Policía para controlar, meter miedo y reprimir a sus habitantes; se logra criminalizar con más crudeza las luchas pacíficas campesinas por la tierra; se hacen patentes la vinculación de la política con el narcotráfico, los militares y el poder Judicial; se pone en evidencia también hasta qué extremo la justicia está en manos de los que pueden comprarla para usarla y aplicarla a su arbitrio”.
Los sacerdotes y laicos señalan que el caso Curuguaty “expone públicamente cuán a la intemperie viven los pobres; presentan su dolorosa vulnerabilidad y su insignificancia para el sistema; expresa el resultado de un orden económico que no solamente los margina, sino que busca premeditadamente su desaparición”.
Continúan con “aunque no podemos generalizar, nos duele reconocer que, con frecuencia como Iglesia Jerárquica hemos sido y somos tímidos, tibios y hasta cobardes en alzar nuestra voz, como dice el Papa, en favor de los ‘descartables’ de nuestro país. Curuguaty, esta burda farsa de juicio que hemos presenciado, la impotencia y el desamparo que ha producido en sus protagonistas, el sufrimiento de tantos inocentes (presos y familiares) quizá haya despertado nuestra compasión, pero no hasta el punto de hacernos doler nuestras entrañas y despertar nuestra indignación profética”, puntualiza el documento.
En otra parte, sostienen que la “Iglesia no tiene muchos pastores que, como hace el papa Francisco, se impliquen de corazón en cuestionar a los poderosos y defender con pasión el respeto y la sacralidad de cada vida humana, especialmente la de los preferidos del Padre. La de aquellos que por el solo hecho de ser pobres se han visto materialmente condenados a una vida casi infrahumana”.
En otra parte, sostienen que “los elementos conocidos del juicio evidencian una gran injusticia. Qué adjetivo se le puede poner a una justicia que ante la muerte de 17 personas investigue solamente la muerte de algunas de ellas? ¿Qué son o en qué categoría entran los campesinos? ¿Cómo denominar una justicia que se niega a hacer autopsia a cadáveres para evitar descubrir el tipo de armas que causaron la muerte? ¿Qué tipo de justicia pide condenas de 30 y más años por presunción de querer matar, o por el hecho de llevar una remera roja? ¿Qué nombre darle a una justicia que antes de comenzar el juicio ya dictó sentencia? La masacre de Curuguaty, antes del hecho, durante y hasta ahora es una acción pensada, diseñada y ejecutada”, añaden.
Finalmente afirman que “vivimos en un país que va a la deriva, conducido por un gobierno al servicio de las grandes corporaciones y los dueños de la tierra”.
El documento firmado por sacerdotes y laicos de Misiones concluye con la frase: “Monseñor, estamos contigo”.