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En la mañana del sábado pasado, un asombroso escenario se presentó ante los huéspedes del lujoso hotel Bourbon, ubicado a unos 30 metros del improvisado campamento indígena. Dos niños indígenas de no más de 12 años se peleaban a los gritos por una bolsita de cola de zapatero.
En el lugar, más de diez jóvenes nativos de distintas edades se drogaban a plena luz del día, cada quien con su bolsita de cola de zapatero. En el grupo, se podían observar criaturas que apenas caminaban, así como algunos adultos, que seguían su rutina con total indiferencia.
Lamentable panorama que precede un deplorable futuro para estos chicos. A la larga, las consecuencias de esta desastrosa realidad las cargará toda la sociedad, pues con la adicción a sustancias más fuertes, como el crack –que es altamente adictivo y de bajo costo– no dudarán en cometer delitos para lograr medios necesarios para nuevas dosis.
La Dra. Graciela Barreto Castro, especialista en drogadependencia, directora general de Reducción de Demanda de la Secretaría Nacional Antidrogas, destacó que al consumir crack, se desactivan en el adicto los mecanismos de censura y por eso, cuando se trata de conseguir drogas, son los más propensos a cometer actos que ni imaginarían en un estado consciente.
“En estos últimos meses la Senad ha incautado 26.080 dosis o moñitos de crack. Cada moñito de crack es un consumo. Ese consumo es de un adolescente o un niño o niña. Pero pensemos, ¿el problema es la droga?”, expresó Barreto, al tiempo de alertar a los padres a que estén atentos a las conductas de sus hijos.
El Segundo Censo Nacional de Centros de Tratamiento, realizada por el Observatorio Nacional de Drogas, de la Senad, revela que 4.846 fueron asistidas en los 87 centros de tratamiento y grupos de autoayuda (80% privados). Cifras para preocupar y que merecen la urgente atención de la autoridades.