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Rivlin entró ayer en funciones después de una ceremonia en el Parlamento (Kneset) que estuvo marcada por la situación de guerra con Hamás, que eclipsó la vistosidad de un acto que desde siempre ha tratado de recuperar costumbres ancestrales del pueblo judío.
Rivlin es un desconcertante político del sector nacionalista. Defensor por un lado del Gran Israel, como lo exigía la vieja ideología likudista, este político de 74 años, casado y padre de cuatro hijos, es por el otro un demócrata a ultranza capaz de elevar su voz allá donde considere que la justicia ha de imponer el tono.
“Será presidente de todos los israelíes sin distinción, un presidente honesto y cercano”, llegó a decir de él el ministro del Interior, Guideon Saar.
Ha ocupado el cargo de presidente del Poder Legislativo, tribuna desde la que consolidó su imagen de demócrata a ultranza, que congenia con su fuerte ideología nacionalista.
En 2010, por ejemplo, salió en defensa de la diputada árabe Hanin Zohabi cuando el Parlamento quiso despojarla de sus privilegios parlamentarios por haber participado en la polémica “Flotilla de la Libertad” dirigida a Gaza.
También tiene estrechas relaciones con el sionismo religioso, con los grupos laicos y hasta con los pacifistas, siempre desde el respeto por los valores democráticos, aunque no por afinidad ideológica.
Para Uri Uriel, del partido ultranacionalista “Hogar Judío”, Rivlin “es un candidato que traspasa todos los grupos de la sociedad y todos los partidos, como demócrata, como político y como persona”.