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SAN SALVADOR (AFP). La mayor virtud que los analistas reconocen en Bukele es la habilidad que tuvo para cuestionar los 20 años de gobiernos de la alianza ARENA (conservadora) y los 10 años de su expartido de Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).
“Los mismos de siempre (Arena y FMLN) pensaron que nuestro pueblo nunca iba a despertar. Intentaron decirnos que hacer las cosas bien era imposible”, había dicho.
A sus 37 años, este empresario de la generación “millennial” no necesitó movilizarse demasiado por el territorio para ganar las elecciones del pasado 3 de febrero, ante el descontento generalizado con los partidos históricos.
En su lugar, usó lo que maneja a la perfección: las redes sociales. Desde que ganó la presidencia no ofrece ruedas de prensa. Informa vía Twitter.
Con su estilo renovador, Bukele pidió recibir la investidura presidencial en la céntrica plaza Gerardo Barrios, rompiendo la tradición de realizar la ceremonia en recintos cerrados.
Sus allegados lo llaman el “golondrino”. Ello refleja su estilo relajado. A diario se lo ve con jeans, medias coloridas, chaquetas de cuero y gorra.
Entre sus principales desafíos como gobernante está sellar acuerdos para combatir la violencia pandillera y levantar la economía.
Deberá atender el ya viejo problema de las violentas pandillas, que extorsionan a la población y fueron responsables de la mayoría de los 3.340 homicidios cometidos en 2018. El país tiene una tasa de 51 muertes por cada 100.000 habitantes.
Durante la campaña electoral, popularizó la corta frase “devuelvan lo robado”, dirigida a los políticos de Arena que gobernó de 1989 a 2009.
También dirigió sus baterías contra el saliente gobierno del (FMLN), su expartido, al cual acusó de dejar “nuestro país en ruinas. Que Dios los perdone”.
Bukele inició su carrera política con el FMLN, al que oxigenó electoralmente con sus campañas a la alcaldía de San Salvador, pero el partido lo sometió a un severo juicio interno y lo expulsó por discrepancias con una concejal.