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BRUMADINHO, Brasil (AFP). El número oficial de muertos aumentó ayer de 58 a 65, en tanto que el de desaparecidos se redujo de 292 a 279. Según las autoridades, el balance de víctimas fatales podría incrementarse considerablemente.
“Las posibilidades de encontrar sobrevivientes son muy pequeñas considerando el tipo de tragedia, que involucra lodo”, dijo el teniente Pedro Aihara, portavoz de los bomberos de Minas Gerais.
Vale, presionada judicial y económicamente, disponibilizó centros de atención para los familiares de las víctimas y anunció el pronto de desembolso de 100.000 reales (US$ 26.600) para cada familia afectada.
Las operaciones de rescate se realizan desde el domingo por la noche con asistencia de 136 efectivos israelíes, en el municipio de Brumadinho, donde residen unos 39.000 habitantes.
Tras la rotura del dique, el viernes por la tarde, torrentes marrones de residuos de minería y agua arrasaron casas, estructuras de la empresa y vehículos, tapándolos en segundos.
La represa no era usada desde hacía 3 años y había sido verificada regularmente, según Vale.
El lodo se apoderó de la región y los bomberos trabajan en condiciones difíciles, sobre barro y arenas movedizas de hasta 15 metros de profundidad, realizando excavaciones en busca de sobrevivientes o cuerpos. Cuanto más sólido sea el terreno, más rápido irán.
La humilde iglesia de colores claros, típica de esta zona central de Minas, es ahora un centro de comando de los diferentes cuerpos de rescate.
También aterrizan aquí los helicópteros que van depositando los cadáveres con redes, en un impresionante relevo que esta tarde aumentó el ritmo, debido a que el barro se está secando: los rescatistas ven un cuerpo y avisan al helicóptero, que lo recoge y descuelga al lado de la iglesia.
De ahí pasa a un camión frigorífico y luego al Instituto de Medicina Forense.
Al margen del lodo, cientos de personas continúan aguardando noticias de familiares y amigos.
En el centro de atención a familiares establecido por Vale los llantos interrumpen el silencio.
El derrame de lodo y residuos mineros avanzó hasta el río Paraopeba, afectando el suministro de agua potable de la aldea indígena Nao Xoha, a unos 20 km del complejo minero.