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CAPIATÁ (Antonia Delvalle C., corresponsal). El robo en la parroquia Virgen de la Candelaria se produjo entre la noche del miércoles y la madrugada de ayer. Al menos cinco objetos que tienen incalculable valor económico, histórico y religioso fueron hurtados por personas aún no identificadas.
Los facinerosos llevaron una custodia antigua (tipo arco que se usa para procesiones y para adoración del santísimo) con perlas y en parte bañada en oro y un copón de metal que se usa para guardar o repartir hostias. Asimismo, robaron una corona de plata de la Virgen de la Candelaria, una pelotita del Niño Salvador del Mundo y un candelabro de plata.
El padre José María Velasco dijo que los ladrones ingresaron por el techo después de remover algunas tejas del templo, que es considerado patrimonio arquitectónico y cultural. Los malvivientes habrían salido por la puerta lateral, ya que amaneció abierta.
Velasco detalló que la imagen principal y antigua de la Virgen sufrió daños, ya que se le arrancó el Niño que porta en los brazos, pero que afortunadamente los delincuentes no llevaron.
El hecho fue denunciado a la comisaría 8ª Central, informó el comisario Félix Benítez.
El templo
La iglesia de la Virgen de la Candelaria fue construida hacia 1758 y 1762 y fue erigida como parroquia en 1769. Es de origen franciscano, pero se agregó una fachada tapa en la época de don Carlos Antonio López, a mediados del siglo XIX.
El templo se construyó siguiendo las costumbres, con el frente hacia el este.
De acuerdo con los testimonios recabados, la imagen de la Candelaria tuvo que ser sacada de su camarín a finales de la guerra que enfrentó Paraguay contra Argentina, Brasil y Uruguay. Así fue como, por orden de Francisco Solano López, se la escondió para evitar que fuera robada.
Al término de la contienda bélica tuvo que ser reemplazada por otra, debido a que el paradero de la antigua figura era desconocido.
En 1939 el párroco Virgilio Roa se enteró, mediante Mons. Aníbal Mena Porta, que la imagen de la Virgen que estaba en el templo no era la original.
El sacerdote inició la búsqueda a través de gestiones ante el arzobispo de Asunción, Mons. Sinforiano Bogarín, quien pudo constatar que el padre Manuel Antonio Adorno, párroco de Capiatá durante la guerra, trasladó la imagen hasta la Catedral de la Virgen de Nuestra Señora de la Asunción.
Fue para evitar que fuera sustraída o profanada por las tropas aliadas.
Una vez recuperado el tallado fue entregado a un pintor para la restauración respectiva y, en vísperas a las fiestas patronales de 1940, el 1 de febrero, lo llevaron hasta el domicilio de don Juan Pablo Benítez, de donde la imagen de la Virgen salió acompañada de los fieles, en procesión, hasta el templo parroquial.
La original imagen fue ubicada en su puesto, en el retablo mayor, mientras la otra talla quedó para ser utilizada en las procesiones de cada año, debido al gran peso de la primera.