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YBYTYMÍ, Dpto. de Paraguarí (Aldo Lezcano, corresponsal). En las campiñas hay mujeres que ante la falta de alternativas a temprana edad toman el arado y el azadón para dedicarse a la labranza de sol a sol. Pero, resulta más llamativo y cala hondo ver que ante la falta de oportunidades laborales algunas mujeres activen en trabajos muy duros, como la construcción de empedrado.
Es el caso de Blásida Martínez y su hija Gladys Martínez, que trabajan en el pavimentado pétreo del tramo que une Ybytymí y La Colmena. Empuñan picos y palas para excavar la dura pista para la colocación de cordones de empedrados.
Blásida Martínez tiene 10 hijos, en su mayoría menores. Comentó que inicialmente en el lugar trabajaba su pareja, César González, pero que como lo que ganaba no les resultaba suficiente, tuvieron que acoplarse ella y su hija Gladys, junto a otras mujeres que trabajan en el lugar.
Manifestó que trabajan para un subcontratista que paga G. 4.500 el metro por la excavación y colocación de los cordones pétreos. Los tres integrantes de la familia juntos colocan unos 30 metros por día y ganan alrededor de 45.000 “seco” (no se incluye alimentación) cada uno.
“Hacemos un esfuerzo muy grande, pero ganamos muy poco. ¿Qué vamos a hacer? No tenemos otra alternativa”, manifestó entre suspiros Blásida, antes de retomar la tarea.
Cansancio y sueño
Se levantan de madrugada para preparar el mate, el desayuno y hasta el almuerzo, y organizan a los niños para ir a la escuela en ausencia de los padres y la hermana mayor. En las últimas horas de la tarde, mientras los varones descansan, las mujeres lavan las ropas y se ingenian para preparar la cena, para luego dormir “muertas de cansancio”. Gladys cuenta que, a veces, el agotamiento no les permite siquiera conciliar el sueño.
Burrerita de la serranía
Por otro lado, en Sapucái varias burreritas continúan trabajando como antaño. Una de ellas es Evangelista Ramírez (48), quien vive en la cima de una serranía en la compañía Cerro Rokê (puerta del cerro). Tres veces a la semana recorre unos 12 kilómetros para vender frutos de la tierra: frutas, verduras, legumbres y mandioca, cargados sobre el lomo de un burrito.
Evangelista comienza a descender la serranía a las 04:00 y llega al centro urbano de Sapucái. De ahí, transita por la banquina de la ruta asfaltada hasta la compañía Arroyo Porã, situada en el límite con el distrito de Escobar, de donde regresa cerca de las 16.00.
Refirió que esta es su única alternativa para ayudar a su marido, Crecente Torres Villalba, quien sufrió la amputación de una pierna, pero igualmente se dedica a la labranza. La pareja tiene ocho hijos, algunos ya mayores.