Lluvia deja a la vista errores e improvisaciones

La población del Chaco enfrenta un drama de inusitada intensidad: lluvias inusuales y crecida atípica del Pilcomayo. Este fenómeno ya se tuvo con anterioridad, pero las lecciones no fueron aprendidas.

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Los caminos siguen siendo malos, hay problemas estructurales de salud e higiene y los poblados no cuentan con infraestructuras mínimas. La naturaleza deja al descubierto errores repetidos.

Una inmensa masa de agua se desplaza hacia el sur del Chaco, poniendo en peligro a localidades como Cadete Pando, Fortín Caballero, Esteban Martínez e inclusive los campos de Gral. Bruguez.


Los ríos Negro y Confuso junto con riachos menores se encuentran rebosantes de agua, como no se observa hace 40 años.


Autoridades de Cadete Pando temen que el poblado se encuentre bajo agua en las próximas horas, ingresando por cauces ubicados al norte de la localidad.

Experiencia olvidada

En los años 1984 y 1998 se produjo un fenómeno similar al que enfrentamos hoy en el Chaco: lluvias torrenciales causaron inundaciones con su correspondiente secuela de daños.

En 1998, por ejemplo, Cruce de los Pioneros quedó convertido en un lodazal. En su mejor momento, con oferta hotelera, supermercado, banco, estación de servicios, se vino tal diluvio que todo quedó bajo agua.

En aquel momento, las alcantarillas no funcionaron. Estaban trancadas con sedimentos y arbustos.

Pasaron 14 años y volvió a suceder exactamente lo mismo: un poblado inundado porque las alcantarillas no funcionaban como debían.

Dada la cantidad de agua caída, es muy probable que la inundación se hubiera dado de todos modos, pero no se habría tenido casas inundadas por quince o veinte días.

¿Es difícil verificar las condiciones en que se encuentran las alcantarillas?

El costo de la improvisación

El costo que estamos pagando por la improvisación es alto: comunidades aisladas, víctimas por falta de socorro a tiempo y unidades productivas varadas.
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Un claro ejemplo de improvisación es la técnica empleada por el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC) para la construcción de caminos: una raspadita a nivel de suelo y con suerte algo de cuneta.


El resultado tenemos a la vista: se destruyen con facilidad. Y cuando llueve, de nuevo una raspadita para dar la sensación de que funcionan.

Una comparación rápida con los caminos menonitas es deprimente: las colonias cuentan con rutas compactadas, alcantarillas y cunetas adecuadas. Obviamente, un buen sistema de mantenimiento completa el panorama.

Esta notoria diferencia aumenta cuando se debe pagar jugosos peajes a comisiones pro camino que no bajan de 50.000 guaraníes por tramos de 100 kilómetros.

Cumplen la rutina de raspar el camino luego de una lluvia, pero el problema sigue siendo el mismo: alcantarillas insuficientes (si es que se instalan), el suelo no se compacta y las cunetas no permiten el escurrimiento del agua por estar mal construidas.

Entonces ¿para qué sirve realmente el cobro de peajes? El MOPC y las comisiones pro camino apenas si pueden jactarse de hacer buenas raspadas. Hasta por allí nomás.

Otro detalle: los caminos menonitas se habilitan con mayor rapidez que aquellos construidos por el MOPC.

Un grave error

Hace un par de años atrás, la Comisión Nacional del Pilcomayo, bajo presión de la Asociación Rural del Paraguay, aceptó canalizar el estero El Solitario, al sur de Pedro P. Peña. El resultado es un rápido escurrimiento del Pilcomayo sin que los sedimentos se depositen en el humedal. La arena llega hasta las puertas de Gral. Díaz.

En la cañada La Madrid, en los alrededores de Línea 32, Catán o Margariño, ya resulta innegable que el cauce que trae las aguas del Pilcomayo tiene serios problemas de colmatación.

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