Ex prisionero boliviano aún sigue dando guerra

MBUYAPEY, Dpto. de Paraguarí (Aldo Lezcano, corresponsal). Un excombatiente boliviano que no fue beneficiado con el trueque de prisioneros después de terminada la guerra sigue luchando, pero esta vez para obtener el sustento diario. Adoptó a Mbuyapey como la patria chica, lugar donde a pesar de la vejez se dedica a la labranza para que su sufrida familia no sea tan fatigada por el hambre y otras necesidades.

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Mariano Cuevas Cuentas, ex prisionero boliviano que el 17 de agosto próximo cumplirá 89 años, encara el trajinar hacia la última batalla en una humilde vivienda dentro de una propiedad municipal, en el barrio Virgen de Lourdes de Mbuyapey, comunidad situada en el noveno departamento de Paraguarí, a 170 kilómetros de Asunción.

En el rostro de Mariano está expresado el sufrimiento y en cada suspiro la añoranza hacia su terruño de origen, que le olvidó, y al que defendió con heroísmo hasta caer prisionero. En Bolivia ha dejado la familia, sus amigos de infancia y su pago para empuñar el arma y responder a las exigencias y ambiciones de los mandamases de turno que pretendían quedarse con el Chaco paraguayo.

EL INFORTUNIO ESTUVO DE SU LADO

Cuevas está anotado en el libro de inscripciones de ciudadanía en el Consulado de su país bajo el número 48. Nació en Catamarca, departamento de La Paz, el 17 de agosto de 1917, siendo sus padres Anastacio Cuevas y Juana Cuentas. Refiere que desde muy niño su vida fue marcada por el infortunio. Cuando empezaba a escribir las primeras letras, el deceso de la madre truncó su sueño de leer y escribir. Explica que en busca de mejor vida tuvo que viajar al Perú, de donde le reclutaron cuando trabajaba como ayudante camionero. Refiere que eso ocurrió en 1933, cuando tenía solamente 15 años, ínterin en que fallece su padre. Según los documentos, perteneció al Regimiento "Ayacucho 8 Infantería" y que peleando fue herido en el brazo en un enfrentamiento en Campo Jurado, cayendo prisionero en Cañada del Carmen en el año 1934.


SUFRIMIENTOS EN EL CHACO; LUEGO TRABAJO POR COMIDA

Refiere que después de caer prisionero permaneció en el Chaco por más de 30 días. "Pasamos noches de insomnio; teníamos hambre y mucha sed; solamente consumíamos cocido negro y tres galletas por día", dijo Cuevas. Recordó que en el inhóspito suelo cuantas plantaciones de tunas que encontraban a sus pasos tuvieron que pelar y consumir como hormigas.

Relató que el grupo de prisioneros fue trasladado a Puerto Casado y de ahí a Puerto Botánico, siendo llevado posteriormente a Caazapá. Menciona que trabajaron por comida en los establecimientos San Agustín y Tarumá, pertenecientes a la familia Sarubbi. Terminada la guerra, los prisioneros se trasladaron a la zona de Maciel, donde Mariano se dedicó a la excavación de pozos, aguardando ser beneficiado con el trueque de prisioneros. "Cuando llegó el tren, yo estaba postrado por una enfermedad, fui lento y cuando intentaba abordar ya fue tarde", se lamentó.

CON UNA MBUYAPEYENSE SIGUE BATALLANDO EN LA LABRANZA

‘‘Era el inicio de 1937, miré el horizonte desconocido y decidí tomar un rumbo al azar; crucé el río Tebicuary y en el valle de Mbuyapey me aprisionó el romance con Pastora Vera, mi compañera de penas y alegrías’’, sostiene Cuevas. Del matrimonio nacieron 10 hijos, de los cuales cinco eran mujeres y cinco varones, de los que sobreviven seis.

Mariano tiene asentada su pequeña vivienda dentro de un terreno municipal de una hectárea y ya muy cerca de sus 89 años sigue cultivando todos los rubros de consumo. Es un pequeño productor, pero un gran ejemplo, especialmente para aquellos que tienen varias hectáreas, gozan de buena salud y no producen alimentos.

En su pequeña finca tiene mandioca, batata, poroto, manteca, banana, mango, naranja y limón, entre otros rubros. ‘‘Ya no estoy sano, pero no tengo otra alternativa más que seguir haciendo hasta raja para que podamos comer’’, señaló.

Indicó que nunca más tuvo contacto con sus familiares, quienes estarían creyendo que murió en la guerra. A pesar de los sufrimientos experimentados no se rinde ni se queja de la vida; tampoco pierde la esperanza de que por lo menos en el trajín de su última batalla las autoridades de Bolivia le pasen sus manos solidarias. No en carácter de mendigo, sino porque él se lo merece.

Así hablamos con el Arq. René Zamora, cónsul boliviano en nuestro país, quien demostró interés en la situación de su compatriota y prometió que de inmediato, como primera medida, le asistirá con víveres.
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